Nuevo libro: Criptomonedas. Un desafío a los bancos y la Estado

Criptomonedas. Un desafío a los bancos y la Estado
Sofía Scasserra y Martín Burgos
El capitalismo digital es uno de los grandes temas de la actualidad. No se trata solo de las empresas que están en el centro de los cambios tecnológicos sino del impacto que esas nuevas tecnologías tienen en las formas de acumular capital de las empresas, los cambios en nuestra forma de vida, en materia de trabajo o de los actores del poder y sus mecanismos. La pandemia de COVID-19 potenció la interconexión global que posibilita el capitalismo digital, dejando en el centro de la escena las redes sociales, los medios de pagos digitales y las criptomonedas. Estas últimas, al presentarse como una moneda privada, sin regulación estatal, funcionó como una supuesta puerta hacia un mejor futuro, generadora de riqueza en libertad y fuera del Estado que se considera socialmente opresivo, forjando un discurso que empezó a hacerse más presente desde 2020.
Este proceso, articulado en el discurso libertario y antiestatal que penetró fuertemente en la sociedad argentina en un contexto de estancamiento económico, fueron un factor importante en la elección de Javier Milei como presidente de la República Argentina en 2023. A diferencia del resto de los políticos de la “nueva derecha”, Milei se distingue por ideas de libertad que conectan con cierta ideología de Silicon Valley y explican en parte el apoyo de personajes de la elite como Marcos Galperin o Elon Musk. Estos parecen estar seducidos por el discurso libertario que ofrece una nueva forma de Estado adaptada a una nueva etapa del capitalismo, el capitalismo digital, así como en su momento el Estado keynesiano fue el articulador del capital monopolista.
El discurso tecnológico iniciado en Silicon Valley que se difundió en la sociedad se refiere a la regulación de la tecnología como una realidad “que atrasa”, que es “una visión anti tecnológica”, que “así no hay forma de saltar al desarrollo”. Lo cierto es que la tecnología es una realidad humana. De hecho nos constituye como seres humanos desde tiempos ancestrales. Los animales utilizan artefactos tecnológicos para ayudar en su vida cotidiana, pero una vez utilizados, los desechan, los descartan, no los conservan ni los mejoran. Eso nos diferencia, entre otras cuestiones, con quienes compartimos el mundo animal y natural.
Por tal, la tecnología es una realidad intrínsecamente humana y social, y por ende está sujeta a la realidad humana que la rodea. No existe la tecnología perfecta simplemente porque no existe la humanidad perfecta. Toda tecnología a lo largo de la historia ha mostrado aspectos positivos y negativos de la misma. Muchas han sido traducciones de una sociedad desigual, patriarcal, excluyente y compleja. No obstante, no por eso hemos dejado de producir tecnología, sino todo lo contrario, hemos acelerado su producción
La regulación como instrumento social ha encontrado la forma de mitigar los efectos adversos o negativos de la tecnología. La ley suele penar los malos usos y, a veces, incentivar los buenos a fin de lograr que la tecnología sirva en beneficio de la sociedad. Lo cierto es que no se puede regular la tecnología en sí, sino que lo que se regula es a las personas que la producen y a las personas que la utilizan. Lo que se debe regular es a los seres humanos, a la sociedad, no al artefacto en sí.
En este sentido, este libro se plantea un desafío acuciante: pensar una tecnología tan novedosa y actual como las criptomonedas con una mirada desde la periferia, tratando de comprender el fenómeno social que conlleva su producción y uso, y por ende, preguntarnos lejos del espíritu anti tecnológico, como regular el ecosistema para poder obtener su máximo potencial, mitigando sus riesgos y eliminando los peligros que impone.
Pero, ¿qué entendemos por criptomonedas? Hay distintas interpretaciones sobre el surgimiento de las criptomonedas y su significado en el mundo actual. Algunos lo consideran una moneda alternativa a las tradicionales, en línea con una visión libertaria del mundo donde la privatización del dinero o su desnacionalización, para retomar el título de un libro de Hayek, es lo que hace su valor. Es sin dudas retomar las discusiones teóricas sobre el dinero como un bien con valor intrínseco, en este caso la tecnología criptográfica o codificada, que le da escasez y facilidad para maniobrar.
La perspectiva que tendremos en este libro es que se trata de un activo digital, similar a lo que son los activos de empresas (como las acciones por ejemplo) en el sentido que tienen variabilidad y riesgos de inversión que lo hacen imposible transformarse en “dinero”, pero a la vez no son activos de empresas dado que su valor no radica en una instancia productiva concreta sino que su valor se debe a una especulación respecto a la demanda creciente que estos puedan tener a futuro. Es decir, no poseen un correlato en la economía real productiva de bienes y servicios.
En este sentido, comparten características con activos financieros ya conocidos en el mercado de valores, pero tienen características nuevas que merecen un análisis aparte. En efecto, en pleno auge del capitalismo digital, las criptomonedas surgen como activos intangibles promovidos y bombeados por las grandes empresas (y empresarios) del sector tecnológico. Es decir, muchas de las propias criptomonedas sostienen su precio gracias a la enorme demanda que existe de las mismas, demanda existente porque grandes multimillonarios del sector compran estos activos a fin de evadir al fisco, entre otros beneficios.
Existe una gran cantidad de bibliografía desde los organismos multilaterales sobre la cuestión (en particular el BIS y el Fondo Monetario Internacional), así como de los bancos centrales cuyo interés es regular esos activos digitales con potencial riesgo para los usuarios y el sistema financiero.
La bibliografía existente en América Latina es aún escasa al respecto, y en Argentina se destaca la publicación de “Criptomonedas y soberanía” (editorial UNDAV / Punto de Encuentro) como antecedente para pensar la temática de este libro.
Sea como fuere, aún falta comprensión y debate alrededor de los efectos e implicancias de las mismas. Una reflexión crítica desde la región permite hacer una pausa en esta disputa entre la tecnofobia y la tecnofilia y pensar ¿hay algo de esta tecnología que pueda ser positivo para la región? ¿cómo lograr mitigar los impactos negativos y potenciar los impactos positivos?
Las criptomonedas se han instalado en la región de América latina como activos populares. Su producción y utilización se ha expandido como fuego en un continente marcado por la inestabilidad monetaria, el desempleo, la pobreza, la desigualdad y el sueño de un futuro mejor. Si bien su baja comprensión ha resultado en una barrera de entrada notable para clases populares, no ha evitado que, sobre todo jóvenes entusiastas, se hayan enamorado de su utilización y atractivo, provocando distintos efectos: algunos positivos, otros negativos.
El Salvador es un caso emblemático en la región, donde a partir de Ley Bitcoin en septiembre de 2021, la conocida criptomoneda se convirtió en el primer activo digital de curso legal. El presidente Nayib Bukele ha asociado a esa Ley una serie de proyectos, como la Ciudad Bitcoin, la billetera estatal Chivo o el Bono Volcán, que prometían generar enormes inversiones en uno de los países más pobres de la región. La iniciativa tuvo por origen el rechazo del gobierno salvadoreño a las condicionalidades del FMI para el repago de su deuda externa que incluía reducción de gasto público. El Salvador buscó una salida especulativa y confrontativa con Estados Unidos y el FMI, que aún perdura. En su última visita, el organismo advirtió que los riesgos por la adopción de Bitcoin eran limitados debido al escaso uso que tiene en la población, pero podría agravarse de tomarse medidas orientadas a una mayor adopción del criptoactivo en el país, es decir que la ley Bitcoin sirvió de salida discursiva mientras continúan las penurias económicas en el país.
Para llegar a ese punto, hay que señalar el papel de los influencers en este esquema. Según se reporta, en el caso de El Salvador tuvo un rol importante Jack Mallers, desarrollador de software y CEO de la empresa de pagos de bitcoin Strike, especializada en las remesas de inmigrantes entre otros rubros. Pero además, los proyectos de El Salvador fueron el escenario de una serie de sinsentidos económicos, empezando por la propia billetera virtual estatal Chivo, que fue inicialmente desarrollada por Athena Bitcoin Global. Las acciones de esa pequeña empresa de Chicago valían 22 centavos de dólar en mayo de 2021, y luego del contrato con el gobierno salvadoreño en septiembre de 2021 treparon a 33 dólares. Luego del fracaso del servicio ofrecido, las acciones de la empresa fueron cayendo hasta llegar a 5 centavos de dólar en julio de 2023. Es fácil darse cuenta que los espacios para la especulación, e incluso para la corrupción, son enormes dadas las pocas regulaciones existentes. La especulación como escapismo frente a los problemas estructurales de las economías latinoamericanas tiene también su reminiscencia en actitudes similares que se toman a nivel individual, en las cuales abundan las estafas.
Otro proyecto que fue de la ilusión al desencanto, por mencionar alguno, es el caso de UBI (Universal Basic Income), la criptomoneda que prometía ser una renta básica universal. La misma funcionó durante algún tiempo como una especie de sistema de arbitraje para conseguir capitales a partir de la compra venta de cripto, obteniendo ganancias de dicho arbitraje. El proyecto esperaba conseguir crecer y afianzarse, y en el mientras tanto era sostenido por el millonario Vitalik Buterin que compraba excedentes de UBI en el mercado y los “quemaba”, generando escasez en la moneda para sostener el precio. En octubre de 2021, el apoyo de Buterin hizo que el valor del UBI saltara de 3 centavos de dólares a 30 centavos. A partir de junio de 2022, el precio del UBI cayó a menos de 1 centavo de dólar y sigue su caída desde entonces, dejando a los usuarios atrapados en una trampa donde deben poner más dinero para poder continuar teniendo sus UBI y que tengan algún tipo de valor. Sea como fuere, la euforia rápidamente se licuó en un sueño que no se cumple, probablemente por falta de entendimiento de que es un activo especulativo, cómo funciona y la necesidad de que la economía financiera esté acompañada por la economía real.
A estos proyectos fallidos, sea por ignorancia o mala suerte, se suman verdaderos escándalos de estafadores que crecen como fuego. “Empresas” que se aprovechan de la ignorancia de la gente en el tema, y bajo promesas falsas, estafan y roban ahorros de toda una vida.
Existen hoy pueblos enteros del interior de la Argentina empobrecidos por estafas a base de criptomonedas. El sueño de vivir una vida cómoda en base a inversiones de ahorros en una economía que no ha sabido responder a las expectativas, parece ser un caldo de cultivo importante para dejar que estas estafas proliferen. El velo respecto a la comprensión de estos activos hace que sea sencillo convencer a la población desprevenida de que el sueño de que el dinero genere más dinero es posible en un país donde la inestabilidad macroeconómica es la ley. Lo cierto es que si algo sabemos y hemos aprendido a largo plazo en la economía, es que tasas de retorno como las que se prometían estas estafas no existen o son insostenibles. Cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía dice el refrán, y en ese sentido, las estafas en base a criptomonedas han prometido retornos inalcanzables: sólo cuando ha habido burbujas financieras o estafas se han dado esos números, que una vez que se cae la máscara y vemos la realidad, provoca dolor, sufrimiento, pobreza y hasta enfermedad y peleas irreconciliables entre amigos y familiares. Puede parecer una preocupación menor, pero en pequeños pueblos de la Argentina, puede ser una realidad que lleve a una fragmentación social irreparable.
Estas estafas de estilo piramidal se definen en finanzas como esquema Ponzi, según el cual los inversores reciben dinero en función de la incorporación de nuevos aportantes a la comunidad. Estos esquemas suelen derrumbarse cuando no se incorpora más gente, y los retiros de fondos empiezan a superar los ingresos. El caso típico en Argentina fue el de ZoeCash, liderado por Leonardo Cositorto, que prometía ganancias de 20% en dólares mensuales -algo insuperable para cualquier negocio honesto. La criptomoneda Zoecash fue el eje alrededor del cual funcionaba Generación Zoe, una empresa que invirtió en sectores como la gastronomía y que llegó a poner su logo en la camiseta de un conocido equipo de fútbol del ascenso. En enero de 2022, Zoe terminó en un estruendo colapso llevandose puesto los ahorros de muchos argentinos deseosos de realizar una diferencia en dólares.
Otro caso resonante fue el de Adhemar Bacchiani que puso a toda la Provincia de Catamarca en vilo prometiendo ganancias suculentas en dólares haciendo de intermediario en las inversiones en Bitcoin. En este caso, Edgar Adhemar Bacchiani cultivaba el alto perfil y sus enlaces con el poder, donde se estima que muchos jueces y políticos le confiaron sus ahorros. Cuando se dio vuelta la tortilla, el propio hermano del gobernador de la provincia hizo juicio por la devolución de 16 millones de pesos. Pero no solo se involucraron los poderosos, sino que las clases más humildes también se unían a través de pozos que alcanzaban millones de pesos, de forma que el comportamiento especulativo se generalizó, tanto que se decía que faltaban remises en la Provincia, porque la gente vendía su auto para invertir en Adhemar Bacchiani. Catamarca fue una provincia de experimento en varios aspectos: hubo en un principio grandes ganadores, un boom inmobiliario notable, que mostraban el ejemplo y se convirtieron en defensores de ese nuevo "estilo de vida". A los pocos meses de la caída de ZoeCash, Adhemar Bacchiani fue imputado por asociación ilícita, intermediación financiera sin autorización, lavado de activos y defraudación.
Los casos de estafas son numerosos, y si bien no son excluyente del mundo de las criptomonedas, se aprovechan de su boom para vender sus espejitos de colores. Existen varias particularidades en ambos casos, como el alto perfil de sus líderes que ayudaban a crear por redes sociales una comunidad funcional a los esquemas Ponzi, la atracción por las ganancias rápidas, cierto carácter mesiánico en sus encuentros y la publicidad dada por famosos (en particular jugadores de fútbol). Pero además había una dimensión política, ya que estos personajes usaban su fama para generar discursos políticos. En ese sentido, Bacchiani descolocaba la élite catamarqueña y no escondía sus preferencias por Milei, perfilandose como potencial candidato libertario en la Provincia para 2023. Según sus propias palabras: “Yo lo escuchaba a Milei, en una época decía que si fuera presidente de la Nación, o tal vez ahora como legislador, tendría la oportunidad de plantear el cierre del Banco Central de la República Argentina. El Banco Central es uno de los responsables directos de la generación de pobreza en la Argentina. Es el responsable directo de la emisión de moneda y la generación de inflación.”
La soltura con la cual los traders suelen hablar de política económica ya no sorprende para cualquiera que siga un poco twitter, lo que más llama la atención es que lo hagan los estafadores. Estos discursos, que apuntan a desvalorizar la moneda nacional como reserva de valor, es totalmente funcional a sus negocios, pero también al discurso libertario.
Una moneda que no sea estatal: ahí radica una de las claves para entender la fusión que existe entre el mundo cripto y el libertarianismo. Por ende no es sorprendente que el propio Javier Milei se haya involucrado en estos negocios de dudosa legalidad. En su caso, es conocido que luego de ser elegido diputado, Milei salió a publicitar CoinX diciendo que "Están revolucionando la manera de inversión para ayudar a escapar de la inflación". De nuevo, el esquema Ponzi de CoinX sustentado a base de publicidad de famosos e influencers se derrumbó cuando empezaron a incumplir con los pagos de la rentabilidad. Si bien no es un tema específico de este libro, debería pensarse en una forma de regular las publicidades y las actividades de los influencers que podría abusar de su posición para realizar negocios ilegales.
Pero incluso la parte legal de las criptomonedas requieren de enormes esfuerzos de publicidad como todo producto cuyo valor depende de su demanda. Las publicidades de Binance con la selección de fútbol o de distintas criptomonedas en las canchas de fútbol son preocupantes en ese sentido, porque se orientan a masificar un negocio de alto riesgo para incrementar la demanda, mejorar el precio de los tenedores de esos activos digitales y eventualmente transferir pérdidas hacia los últimos compradores de esas criptomonedas, los que llegan en la cresta de la ola, justo antes de su quiebre.
Es importante notar que los esquemas Ponzi con las criptomonedas no son exclusividad de Argentina, sino que es un fenómeno generalizado: en España se calcula que fueron afectados 400 mil personas y el Banco Central Europeo está impulsando regulaciones al respecto. Es decir que la creencia según la cual las estafas o las compras de criptomonedas son un fenómeno nacional debido a la crisis económica tienen que matizarse. De hecho las estimaciones realizadas por Chainalysis en 2022 sitúan a Argentina en el puesto 13 en adopción de criptomonedas detrás de los países periféricos que lo anteceden en el ranking de mayores PIB del mundo, como India, Rusia, Brasil, Tailandia, Turquía, Pakistán, Nigeria, a lo que suman China y Estados Unidos.
Los casos que describimos nos invitan a pensar la necesaria regulación que deberían tener los activos digitales, sobre lo cual este libro se centra. La inestabilidad y la existencia de numerosas estafas hizo que el ecosistema cripto genere sus propios antídotos como Rug Doc, una “calificadora” privadas para detectar las estafas del estilo ZoeCash. Cuando estalló la burbuja de las criptomonedas, en particular cuando Bitcoin bajó de 60 mil dólares en noviembre 2021 a 35 mil dólares en enero 2022, los retiros de inversión expusieron las estafas piramidales e hizo que las autoridades monetarias intervinieran de forma más importante en el sector. Llamativamente, los mismos compradores que reivindicaban el estilo de vida libertario de las criptomonedas hasta ese entonces se quejaban de la falta de regulación y lo indefenso que estaban frente a las defraudaciones cuando estas estallaron.
Otros efectos negativos han sido la fuga de capitales dentro de un sistema monetario debilitado. La evasión fiscal, y la acumulación por fuera de la mirada del Estado solo lleva a más pobreza de un país ya empobrecido. A menudo los argentinos amamos compararnos con Europa con cierto complejo de inferioridad. Lo cierto es que el grado de evasión letal que padecemos es uno de los tantos problemas que hacen que esa comparación sea al menos, ridícula. ¿Cómo construir un estado de bienestar sano, fuerte y asistencial a la población sin recursos? ¿Cómo pensar el acceso a servicios públicos de calidad inclusivos sin ingresos del estado? ¿Cómo sanear las cuentas fiscales cuando los que más tienen encuentran siempre formas de evadir su responsabilidad social de aportar a la población para que todos tengamos un futuro mejor? Ciertamente es difícil el desafío. Entender que los bienes que poseemos tienen un destino universal (Juan XXIII, 1967), que convivimos en una “casa común” (Francisco, 2015) y que por ende cada uno tiene que poner su parte para construir un futuro mejor para todos, es la base de una sociedad sana. No puede el individualismo y el bienestar personal ganarle a la idea de sociedad y de que todo lo que poseemos como sociedad tiene un carácter individual y otro colectivo. Si las criptomonedas surgieron y se esparcieron como fuego por la debilidad macroeconómica, ciertamente su adopción desregulada empeora la situación llevando a la región a mayor subdesarrollo y pobreza.
Pero también ha dado lugar a proyectos interesantes y que han crecido al calor de una población joven interesada por nuevos empleos más dinámicos, diversos y modernos. El ambiente de desarrollo de soluciones basadas en blockchain ha permeado en hombres y mujeres por igual que se encuentran desarrollando soluciones innovadoras a problemas múltiples de falta de confianza en sistemas y trazabilidad de productos entre otros. Por su parte, las criptomonedas como forma de acceso a apalancamiento y financiamiento de proyectos ha resultado en una nueva forma de finanzas que sortean algunos de los problemas de la monopolización y centralidad de la banca tradicional imponiendo condiciones, a veces saludables, a veces difíciles de sortear para aquellos que se aventuran a emprender sin capital. Cripto significó en algunos casos el acceso al crédito y a finanzas con una lógica distinta. Muchos jóvenes hoy trabajan en proyectos al respecto, o en educación financiera a la población, aspecto tan necesario para un desarrollo monetario saludable. Querer destruir ese ecosistema no solo sería poco eficiente, sino que podría devenir en problemas más grandes de los que se desean evitar.
No obstante sigue siendo pertinente la pregunta, ¿que de todo esto es salvable, qué de todo esto es desechable? ¿Qué proyectos hay de fondo en la adopción de una tecnología que parece más cargada de ideología que de soluciones?
La descentralización desde los espacios de la economía popular y solidaria siempre tuvieron una lógica propia alternativa a un capitalismo descarnado. La descentralización de procesos productivos a manos de sus trabajadores ha salvado fábricas enteras, ecosistemas económicos, y ha sostenido a la clase media argentina cuando todo parecía desvanecerse. Argentina tiene una tradición de cooperativismo y mutualismos con referentes históricos como el hogar obrero, el banco Credicoop o Sancor seguros entre otras. El sistema cooperativo y solidario entiende de descentralización, de administración de una forma no piramidal, de darle el poder de decisión a sus socios. El sistema ha sido histórico en procesos de transformación económica en Argentina y ha logrado recuperar puestos de trabajo en lugares donde sólo aguardaba la desolación. Pero, ¿qué diferencia hay entre este sistema descentralizado y el que se propone a partir de la adopción de criptomonedas? Creemos que hay dos fundamentales:
Por un lado, el sistema monetario a partir de criptomonedas lo mueve la codicia y el afán de ganar dinero. La gente no comienza a operar en cripto con otro afán de generar ganancias donde no las había. El sistema de crédito y adopción se da por un mero hecho capitalista que nada tiene que ver con el sistema cooperativo, basado en la solidaridad y la ayuda mutua. No estamos aquí haciendo un juicio de valor sobre los motivos que mueven a un mercado y al otro, sino simplemente mostrando diferencias de motivación que como veremos, lleva a que estos esquemas tengan características bien diversas.
Por otro lado, el sistema cripto se propone como un sistema que genera comunidad a partir del interés. Es una suerte de solucionismo tecnológico, donde si se proponen medios tecnológicos para que el afán de lucro mueve a la gente, la comunidad nacerá instantáneamente a partir de ese mismo afán. El medio tecnológico opera solo por existir y dar la posibilidad de formar un mercado fiable. Por otro lado, el sistema cooperativo funciona exactamente al revés, primero existe una construcción social que se afianza, crece y busca sus motivos, y luego busca los medios legales y técnicos para subsistir. Esta diferencia es sustancial: la sostenibilidad del sistema está puesta en la construcción social previa, en los lazos y objetivos fundados, y no en la mera confianza frente a un artefacto tecnológico cuyo diseño sólo busca generar mercados para la ganancia financiera.
Así, la descentralización propuesta por uno y otro es bien diversa. Si bien las tecnologías basadas en blockchain pueden ser un instrumento útil para impulsar un sistema cooperativo más tecnologizado, no hay que confundir un proceso del otro. Uno posee valores y construcciones previas mientras que el sistema cripto solo busca finanzas descentralizadas evadiendo al fisco y al Estado.
Así podemos ver un objetivo fundamental en el sistema monetario propuesto por las criptomonedas: la descentralidad no busca otra cosa que quitar el señoreaje al Estado, afianzando la ilusión liberal de eliminar al actor principal de un sistema soberano que sirve para la acción de la política pública y la financiación de una economía interna en movimiento.
Vemos por un lado trabajadores de la industria preocupados por generar herramientas que sirvan a la población para resolver problemas financieros y de intercambio de información, y por otros jóvenes, sobre todo hombres, líderes libertarios buscando posicionar el instrumento como un arma de guerra frente a un Estado cada vez más débil frente al capital trasnacional en el siglo XXI.
Estos sueños libertarios se visualizan en campañas de adopción de cripto buscando convencer a la población de que esconderse del Estado es lo mejor que puede hacer, que hay que refugiarse y ahorrar en cripto porque hasta la moneda extranjera no sirve a dichos fines (puesto que la guerra es contra todo Estado, no solo el estado argentino), que el dinero ha quedado obsoleto frente a un proceso de digitalización que nos sobrepasa, que las cripto es la forma de ganar dinero fácil, rápido y de forma moderna, entre otros lemas publicitarios. Lo cierto es que todo esto solo fomenta la mala adopción de esta tecnología, la emergencia de estafas y el sueño de que se puede vivir sin trabajar generando intereses y ganancias infinitas en un sistema monetario que ha mostrado enormes debilidades a lo largo de su corta vida. Estas cosas solo generan más problemas a aquellos que genuinamente desean encontrar nuevas formas de usos de una tecnología moderna que puede solucionar problemas de trazabilidad, confianza e intercambio de información, entre otros.
Finalmente cabe preguntarse cómo afectan las cripto a dos agendas que se imponen en el siglo XXI: género y medioambiente.
Por un lado vemos comunidades de mujeres en blockchain que buscan y encuentran un desarrollo profesional en un mercado dinámico y tecnológico, pero por otro, los referentes libertarios y que parecen tener la voz son, una vez más, jóvenes hombres que no solo no dan voz a las mujeres, sino que además se esfuerzan por invisibilizar a los colectivos feministas que trabajan en la industria. Parecería a simple vista que no existen mujeres, que desaparecieron, que no se interesan por este nuevo sector productivo. Vemos fotos de referentes que visitan el país (como el ruso Vitálik Buterin) rodeado de los grandes de la comunidad cripto argentina en cenas y almuerzos en locaciones de la Ciudad de Buenos Aires: todos hombres a su alrededor festejandose sus logros y mostrando cuánto han crecido gracias a la adopción de cripto en la región. Ninguna mujer parece haber sido invitada. Como si no existieran. Parece que el patrón histórico de que el dinero y la tecnología (o sea, el poder) es manejado por hombres se sostiene en tecnologías modernas y emergentes. El patriarcado está lejos de ser destronado en las nuevas generaciones que siguen sosteniendo estructuras de poder alrededor de comunidades masculinas que buscan imponer ideas a través de dos grandes instrumentos: dinero y tecnología. Es importante mencionar que no es que no existan mujeres en cripto o en desarrollos basados en blockchain. ¡Las hay, y muchas!. Lo que no parece haber es espacio para que las mismas sean representadas, escuchadas y tomadas como lideresas del proceso tecnológico.
Por otro lado, la enorme estructura tecnológica que se precisa para minar y desarrollar un mercado, hasta ahora, netamente financiero, parece no entender las necesidades acuciantes que atraviesa el planeta. Un consumo energético desmedido con el único objetivo de generar rentabilidad financiera, sin generar y agregar valor a una economía que precisa crecer para sacar gente de la pobreza estructural y saltar al desarrollo. ¿Realmente queremos utilizar la energía que producimos en el capital financiero y no en el capital industrial con valor agregado? No estamos diciendo aquí que deberíamos detener los desarrollos cripto para salvar al planeta, pero el gigantesco consumo energético que tiene hace pensar si no debería ser regulado y limitado a desarrollos productivos que busquen soluciones a problemas concretos y no para aquellos que buscan fuga de capitales, y especulación.
Dos agendas que apremian y se imponen frente a un mundo que clama por sostenibilidad e igualdad de oportunidades parecen no estar incluidas en algunos de los desarrollos cripto que se imponen en el discurso mainstream de una industria que no para de crecer. Esto no hace otra cosa que interpelación en la búsqueda de regulación eficiente que limite aquellas tecnologías que no contengan estas preocupaciones dentro de los problemas que desea resolver. ¿Estaremos haciendo lo correcto si fomentamos tecnologías insostenibles y que no luchan por la igualdad de oportunidades? Nos permitimos poner la duda como respuesta.
Resumen de los capítulos
En su capítulo referido a “Criptomonedas: la batalla final entre el Estado y el liberalismo”, Sofia Scassera nos ofrece una visión de largo plazo sobre la batalla que libra el liberalismo económico que desprecia al Estado como forma de encarnar un proyecto donde lo común se sobrepone por sobre lo individual. Dicha batalla ha ido conquistando y ganando espacios a través de la privatización de los recursos primero, y de la vida misma después. Pero jamás pudo privatizar el dinero y su emisión. Parecía que el capitalismo había encontrado allí una barrera infranqueable. La autora trata de arrojar luz sobre ese proceso, entendiendo la moneda como parte de un proyecto político social. A su vez, trata de ver la relación entre el capitalismo cognitivo y su correlato económico político a través de la instalación de criptomonedas como forma de privatización de la emisión monetaria. Se buscan los elementos que están faltando para la concreción de dicho proyecto político que lleve a comprender cuáles son las normativas y regulaciones necesarias para detener ese proceso y recuperar la figura del estado como conductor de un proceso político a través de la institucionalidad y la democracia.
De forma didáctica, Federico Kucher nos introduce a las tecnologías que posibilitaron las criptomonedas en su capítulo “Criptomonedas: del fenómeno tecnológico a la burbuja financiera”. Desde el Bitcoin a las stablecoins y el yuan digital, se realiza un necesario repaso por el mundo del blockchain para poder entender el fenómeno y poder profundizar sobre sus consecuencias financieras y sus perspectivas a futuro.
En el capítulo “La concepción de la moneda detrás del Bitcoin”, Estanislao Malic analiza la novedad que son las criptomonedas, a la luz de la teoría monetaria. En su visión, solo se puede asumir que son “monedas” en algunos casos de la teoría económica ortodoxa ya que implica un enfoque en términos cuantitativos donde el valor está dado por las limitaciones en su emisión. No obstante, una perspectiva monetaria más amplia y enriquecida por los aportes de la antropología y la sociología nos muestra que por su variabilidad y su falta de flexibilidad en la oferta disponible es difícil pensar el Bitcoin como una moneda, y mucho menos porque no se remite a una soberanía concreta que es parte intrínseca del rol de la moneda.
Genaro Grasso nos ayuda a entender con “Dinero mundial en jaque. Geopolítica y (des)orden financiero internacional alrededor de los sistemas de pago y monedas digitales soberanas (CBDCs)” las implicancias de las monedas digitales soberanas en el contexto donde algunos vislumbran una disputa global por el control de las finanzas. Sin embargo, las CBDC que empiezan a surgir, entre las que se destaca el yuan digital, no parecen destinadas a reemplazar el sistema financiero global actual sino a lo sumo lo podrían fragmentar.
La segunda parte del libro se mete en las regulaciones existentes y las posibles en relación a las criptomonedas. En el primero de esa serie de capítulos es “Los riesgos de la adopción de los criptoactivos y cómo mitigarlos” donde Ignacio Almirón realiza un repaso de los riesgos que implican esos activos digitales y las regulaciones existentes, centrándose en las “exchanges” es decir en las empresas que se dedican a facilitar la compraventa de criptomonedas.
En “Sistema bancario y criptomonedas: los desafíos de la regulación”, Cecilia Allami, Juan Garriga y Martin Burgos analizan la convergencia existente entre billeteras virtuales y criptomonedas, y como estas interrelacionan con el sistema bancario consolidado en Argentina. Si bien por ahora el sistema bancario se encuentra separado del mundo de las critpomonedas es solo por regulaciones existentes: ya varios bancos quisieron involucrarse con esa tecnología lo que hasta ahora fue prohibido por la autoridad monetaria.
Los dos capítulos siguientes se centran en la cuestión fiscal que conlleva el creciente mercado de criptomonedas. En efecto, tal como lo muestra Magdalena Rua en “Criptomonedas y opacidad”, los cambios en las formas de evadir impuestos están mudando desde los mecanismos de las guaridas fiscales hacia el de las criptomonedas porque estas son más flexibles y más útiles a los fines fiscales. Ese artículo repasa la regulación argentina e internacional frente al ecosistema cripto y muestra los numerosos vacíos legales existentes en la materia, lo que deja al descubierto sus desventajas respecto del sector regulado.
En “Intercambio de información sobre Criptoactivos con fines fiscales”, Veronica Grondona y Antonella Gervagi elaboraron su parte detallando un aspecto esencial de la regulación y el seguimiento de las criptomonedas. El intercambio de información entre países les permite tener una visión global de los circuitos financieros y de esa forma mejorar sus objetivos de recaudación impositiva.
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