Marx y la Carta Orgánica del BCRA - Moneda e inflación | Centro Cultural de la Cooperación

Marx y la Carta Orgánica del BCRA - Moneda e inflación

07/05/2012

Por Alfredo T. García

Se está originando una actitud cada vez más reiterada por parte de la ortodoxia, de asociar el marxismo y sus desarrollos posteriores, así como asociar también al keynesianismo y al post keynesianismo, a una determinada visión de la inflación, para mostrarlos coincidentes  con la neoclásica teoría cuantitativa de la moneda, con sus diversos desarrollos. Es decir, marxismo y neoliberalismo se unen para combatir la inflación.

Nada más bizarro.

En el Plenario de Apertura del año 2012 del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, su director, Juan Carlos Junio, hizo referencia a este tema, mencionando una utilización de este argumento por parte del Diputado del Pro, Federico Pinedo.

En una nota en Pagina 12 del domingo 15 de abril, quien escribe publicó un comentario saliendo al cruce de las posturas de Orlando Ferreres que establecía directamente esa confluencia entre el marxismo y la teoría cuantitativa del dinero.

Los dichos y análisis de estos dos intelectuales se realizan a continuación:

I. Marx y la Carta Orgánica del BCRA

En el debate en la cámara de diputados debido a las modificaciones a la Carta Orgánica del BCRA, Federico Pinedo expresó:

Marx escribió un libro maravilloso y cortito, que se puede leer con bastante facilidad, titulado Crítica de la economía política. Allí decía que lo que circula en la economía son las mercancías, que hoy llamaríamos los bienes y servicios. Para él, la moneda era una mercancía más, que reunía dos cualidades: primero, ser reserva de valor –o sea, algo que pudiera corporizar un valor- y segundo, servir como medio de cambio.

Marx pensaba que la moneda era una mercancía general que se usaba para intercambiar todas las mercancías entre sí. También señalaba que la cantidad de moneda que circulaba no era arbitraria, sino que representaba a las mercancías en circulación. Si alguien quisiera reemplazar esa función de la moneda por los billetes impresos,  se observaría –según Marx- un golpe de gracia muy conocido por los banqueros: quedarse con la plata de la gente.

Los billetes impresos no reemplazan a la moneda, sino que simplemente le quitan valor y hacen que pierda la gente que tiene la plata en sus bolsillos, porque cuando las personas van a gastarla, se dan cuenta que el dinero vale menos de lo que valía antes. Este truco de los banqueros hacía que Marx no considerara positivo que se le robara plata a la gente emitiendo billetes alegremente y generando inflación. (extractado de la copia taquigráfica de la sesión Especial del 14 de marzo de 2012)

La idea expresada por Juan Carlos Junio es que la derecha ya no tiene argumentos, y trata de apropiarse de argumentos de doctrinas externas a ella para validarla.  Concuerdo con esta formulación, entre otras cuestiones, porque la fuerza impetuosa de los sucesos a nivel internacional originados en la crisis de los países desarrollados, disparada a partir de 2007 con los problemas generados por las hipotecas de baja calidad de inmuebles estadounidenses, y las políticas de respuesta, han demostrado que la aplicación ciega de la teoría neoliberal no hace más que profundizar esa crisis. Estos resultados están generando una deslegitimación del corpus teórico neoliberal, aunque los gobiernos insistan en aplicarlo.

La nota del 18 de Abril pasado en La Nación de Paul Krugman, que reproduce su nota del New York Times, lleva por título “El suicidio económico de la clase política europea” epígrafe que exime de mayores comentarios.

El propio FMI se ha empantanado en las explicaciones de cuánto ajuste es necesario y cuánto es sostenible, desde una inconsistencia teórica abrumadora.

De allí que se intente arrastrar impropiamente en esta debacle teórica a doctrinas totalmente opuestas a la neoliberal, como la marxista o la keynesiana, cerrando las posibilidades de cualquier otra solución “posible” a la ortodoxia neoliberal. No será entonces raro encontrar frases que intenten desvirtuar teorías que hacen a la conformación de la ciencia económica o economía política para asociarlas con la fracasada teoría neoclásica.

II. Moneda e inflación

Página 12 Domingo, 15 de abril de 2012 Suplemento Cash

Sólo la ortodoxia sostiene la teoría cuantitativa que dice que la emisión monetaria es igual a la inflación. Además de los marxistas, el keynesianismo y otras escuelas le encuentran defectos y debilidades.

“Otro enfoque de la inflación sitúa sus orígenes en la puja distributiva.”

La lectura consuetudinaria de los periódicos en busca de la información relevante de coyuntura siempre depara sorpresas que desafían los conceptos preexistentes de un lector metódico.

Una de esas oportunidades fue la lectura de “Algunas reflexiones sobre la inflación”, de Orlando J. Ferreres aparecida en La Nación del 4 de marzo pasado. En ella, Ferreres expresa que “para tener una perspectiva aceptada hasta por los marxistas, nos referiremos a la principal ecuación de la teoría económica respecto de la moneda: la teoría cuantitativa del dinero”, una aseveración que no deja de sonar bizarra.

Puede escribirse mucho sobre el tema, pero para refutar esta afirmación de OJF, puede citarse a una experta marxista en teoría del dinero, Suzanne de Brunhoff, quien expresa que “la noción de capital dinero es propia de Marx, en relación con la de la plusvalía. Está ligada a su concepción de la moneda que excluye la teoría cuantitativa”. “Al principio del libro 1º de El Capital, Marx expone su concepción de la circulación de mercancías en relación con los valores de cambio y la moneda. En ruptura con todas las teorías cuantitativas, introduce la moneda como ‘equivalente general’, con su valor y sus diferentes formas y funciones.”

La cita fue extraída de Notas sobre las Finanzas, una contribución de Brunhoff a un Seminario de Estudios Marxistas del 2 de junio de 2005, breve texto muy interesante, puesto que además indica varias de las características conflictivas del sistema financiero que harían eclosión dos años después, con la crisis de las hipotecas subprime.

En realidad, sólo la ortodoxia sostiene la teoría cuantitativa, dado que, además de los marxistas, el keynesianismo y otras escuelas le encuentran defectos y debilidades.

Sin embargo, Ferreres hace recaer todo el peso de su reflexión sobre la fórmula de la teoría cuantitativa, a la que él mismo define: “Es una ecuación que se cumple siempre, es decir, es una tautología, es siempre verdadera”. ¿Cómo confiar entonces en el poder explicativo de una tautología? Según escribe, el aumento de los precios (P) es igual al aumento de los medios de pago (M2) por la variación de la velocidad de circulación del dinero (V), dividido por el aumento de la actividad económica (PIB)” (sic). En su nota toma el incremento que espera para M2, le resta el crecimiento del Producto y de allí deriva la inflación para este año, teniendo en cuenta “que la velocidad del dinero, siendo optimistas, podemos suponer que no se modificará mucho en este año”.

Sin embargo, la velocidad de circulación del dinero cayó un 10 por ciento en 2010 y un 8 por ciento en 2011, magnitudes que influyen significativamente en la fórmula propuesta y no resulta eficiente descartarlas. Porque en realidad están indicando que se requiere mayor volumen de medios de pago (M2) para obtener la misma masa monetaria total para satisfacer la totalidad de las transacciones. Más precisamente, estarían justificando el aumento de un 18 por ciento en M2 en el bienio, si las otras dos variables, PIB y los precios, se hubiesen mantenido congeladas. Una cuestión que los economistas ortodoxos suelen no tener en cuenta cuando se desesperan ante el menor aumento de M2, temerosos de la inflación que pueda causar.

Más allá de los valores asignados a cada variable, este abordaje es meramente contable, no puede aplicarse a un verdadero análisis económico. Es un análisis tan estricto, que ni siquiera admite los efectos sobre los precios de excesos de demanda o estrecheces de oferta como también lo analizan los neoclásicos. Ni hablar del impacto sobre la economía doméstica, de los aumentos de precios internacionales de las materias primas. Derivar que el aumento de los precios es causa de las variaciones en los otros miembros de la ecuación es una cuestión puramente ideológica: los factores que inciden en la formación de precios son múltiples, y exceden a los agregados que expresa esa ecuación.

Partamos de otro enfoque de la inflación, que sitúa sus orígenes en la puja distributiva. Ante un aumento de salarios, los empresarios de mercados oligopólicos aumentan los precios, para captar parte o la totalidad de ese mayor poder de compra que el aumento salarial les otorga a los trabajadores.

En ese caso, los precios aumentan independientemente de las otras variables de la teoría cuantitativa, pero si no se convalidaran los mayores saldos de dinero demandados por el aumento de precios, sin duda ello afectaría a la producción, puesto que se produciría una contracción de la misma en términos reales. Es lo que plantea la teoría cuantitativa y que hoy se aplica en Europa: frenar la inflación con enfriamiento de la actividad económica.

Analizando el mismo fenómeno desde otro punto de vista, hay una ecuación sobre la cual los economistas ortodoxos nunca hablan, y que es la distribución funcional del ingreso, es decir, qué parte de la torta le corresponde al salario y cuál a las ganancias empresarias. Si ante un aumento de precios por sobre la variación de costos generado por la presión de los empresarios que actúan en mercados oligopólicos, la emisión monetaria no se incrementa, ello termina por convalidar el aumento de la ganancia de los formadores de precios. En el mediano plazo, probablemente la menor expansión monetaria tienda a reducir la inflación futura, pero a costa de un menor nivel de actividad y de una menor participación de los salarios en el PIB. Es decir, el clásico ajuste ortodoxo que inclina el fiel de la balanza hacia las ganancias empresarias y contra los salarios.

Por eso hay que poner todas las relaciones relevantes sobre la mesa, como así también reconocer los determinantes ideológicos que se encuentran tanto en la economía ortodoxa como en la heterodoxa. Porque, en definitiva, la ciencia económica es una ciencia social, y no una ciencia dura matemática. Esta última también es una definición ideológica.

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