LEON HERIDO, PERO NO MUERTO
Por Martín Burgos
Los resultados logrados por el modelo económico actual durante el período 2003-2011 fueron destacables en la historia argentina por su durabilidad. Para ello resultó fundamental la elección de un modelo macroeconómico que generó por primera vez en muchos años un crecimiento equilibrado entre sectores económicos, que permitió aumentar los salarios, reducir el desempleo y la pobreza. Sin embargo, el comparativo nos muestra que los resultados fueron más brillantes entre 2003 y 2007 que entre 2008 y 2011. Si bien el contexto internacional en ambos períodos fue muy distinto, los motivos internos son los que impidieron dar respuestas adecuadas a las circunstancias que enfrentó nuestra economía nacional.
El buen funcionamiento del modelo entre 2003 y 2007 se dio sobre la base de un tipo de cambio alto, fundamental para mejorar la competitividad-costo de la industria frente a las importaciones. Sin embargo, esto no fue suficiente para explicar los precios relativos considerados por numerosos autores como los correctos para el desarrollo del país. La clave del modelo estaba en la articulación de ese tipo de cambio alto con las retenciones a las exportaciones, que permitieron regular los márgenes de rentabilidad de los sectores agropecuarios y petroleros. Estas, asimismo, también ayudaban a controlar los precios internos al desconectarlos de los precios internacionales.
Las subvenciones a los servicios públicos formaban el tercer pilar del modelo económico, dado que permitían controlar las tarifas públicas y en consecuencia reducir los costos de transporte, de energía y de agua para los consumidores residenciales e industriales. En tanto que la revitalización de los convenios colectivos de trabajo, congelados durante los años noventa, permitió un aumento del poder de compra de los asalariados y una recuperación del consumo popular.
Ese crecimiento equilibrado tuvo su corolario en las finanzas públicas, que mejoraron substancialmente gracias a la implementación de nuevos impuestos y al carácter pro-cíclico de los impuestos ya existentes. Por otra parte, la suspensión de los pagos de la deuda externa desde 2002 permitió darle aire al gasto público y redireccionarlo hacia inversiones públicas.
El conflicto con los empresarios del campo por las retenciones móviles en 2008 tuvo por efecto herir el modelo económico en uno de sus fundamentos: la desconexión de los precios internos respecto de los precios internacionales. En efecto, la imposibilidad política de compensar una devaluación con un aumento de las retenciones a las exportaciones, planchó el tipo de cambio en el momento de la recesión de 2009, dando lugar al uso de instrumentos de protección a la industria nacional de alcance menor, como el anti-dumping o las licencias no automáticas, mientras Brasil devaluaba.
Por otra parte, al mantener fijas las alícuotas de las retenciones, el aumento de los precios internacionales de alimentos se trasladó directamente a los precios internos, creando una carrera entre aumentos de precios y aumentos de salarios. Uno de los efectos de esa puja distributiva fue la sensible reducción del tipo de cambio y de las tarifas públicas en relación a los precios internos y los salarios, afectando dos pilares del modelo: el superávit externo y el superávit fiscal. El primero debido a la fuerte competencia que debió sufrir la industria nacional frente a las importaciones, el segundo, en parte, puede explicarse por el aumento de los subsidios a los servicios públicos.
Como león herido, el gobierno pudo levantarse luego del voto no positivo, para vencer a su adversario político. Pero sigue herido: los precios relativos del 2011 ya no son los del 2007. Para volver a aquellos, es necesario en primer lugar implementar herramientas que permitan desconectar los precios internos de los internacionales. La buena cosecha de votos que consiguió el gobierno en áreas rurales y la propuesta de fideicomisos de los Agricultores Federales Argentinos son a tomar en consideración, y es una de las alternativas posibles entre las existentes, que van desde la nacionalización del comercio exterior a la creación de una empresa pública de exportación de granos que rompa el oligopolio de las empresas multinacionales exportadoras. Recién logrado esto, debería pensarse en reducir el monto de los subsidios a las tarifas públicas (desdoblando las tarifas por ingresos del consumidor) y, para enfrentar una coyuntura de crisis, evaluar la posibilidad de un tipo de cambio industrial diferencial con el objetivo de proteger a las pymes de las importaciones sin afectar los salarios reales.
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