¿Hay que volver a endeudarse? | Centro Cultural de la Cooperación

¿Hay que volver a endeudarse?

03/04/2014

Por Martin Burgos

Coordinador del departamento de Economía

El default de la deuda externa argentina, declarado a fines de 2001, es una parte constitutiva del kirchnerismo. Porque implicó desde entonces la imposibilidad de endeudarse en los mercados financieros internacionales y, por lo tanto, obligó a resolver los problemas estructurales de nuestro país.

En su libro “La lógica política de la política económica”, Jorge Schvarzer repasa la política económica de Martinez de Hoz y le asigna a la entrada de capitales especulativos un papel fundamental en el desequilibrio económico y la pérdida de control de la economía por parte del gobierno nacional. El movimiento se volvía explosivo, en tanto que se requería cada vez más entradas de capitales para sostener la burbuja, y cualquier rumor que generara “desconfianza” podía provocar una salida de capitales con consecuencias caóticas para la economía.

A consecuencia de ese esquema económico, la severidad de la crisis de los años 1981-82 fue tan profunda que hipotecó las posibilidades del gobierno de Alfonsín de lograr el crecimiento económico. Sin embargo, la deuda externa le permitió al gobierno militar perdurar 8 años llevando adelante una política económica de fuerte contenido anti-popular, como la reducción del salario, el quiebre de la industria orientada al mercado interno, y las primeras privatizaciones de empresas públicas.

Revertir ese esquema, que se repitió durante los años noventa, solo fue posible enfrentándose con las fracciones más importantes del poder económico, empezando con el poder financiero internacional, lo que pudo lograrse con el default del 2001. Pero eso es solo un principio, ya que todos los sectores de la economía se adaptaron a un esquema económico en el cual, ante cualquier problema, la solución era el endeudamiento es decir: patearlo para adelante.

La imposibilidad de endeudarnos, por lo tanto, obligó al gobierno de los Kirchner a resolver los problemas pendientes. Y muchas veces, solucionar esos problemas implicó enfrentarse con el poder económico. ¿Acaso se hubiese nacionalizado YPF si el déficit energético se podía financiar mediante la deuda externa? Tal vez no: nacionalizar YPF era enfrentarse con Repsol. Endeudarse hubiera sido más fácil: el gobierno quedaba bien con los españoles, y mejor con los financistas de Estados Unidos.

En la actualidad, en un contexto complicado en el sector externo por la caída de las reservas, el camino a seguir es el de la sustitución de importaciones. En ese sentido, el sector industrial que tiene el mayor requerimiento de importaciones es el sector automotriz, del cual más de la mitad de los componentes se importan, empezando por el motor. Para forzar la sustitución de esos componentes por los de fabricación nacional, se entiende que será necesario una fuerte puja con las multinacionales del sector: Ford, Peugeot, Renault, Fiat, Toyota, Volkswagen, General Motors, cada una con sus especificidades.

Sin embargo algunos sectores del gobierno apuntan a la necesidad de “volver a los mercados financieros” ya que “sobran dólares en el mundo”. Tal como lo vimos, abrir la puerta de la deuda externa en un momento crucial de nuestra historia económica, en la que es necesario pasar del crecimiento al desarrollo, puede representar una vuelta hacia atrás en la lógica de la política económica. En efecto: si existe la posibilidad de dejar el problema para mañana, haciendo felices a los financistas internacionales, para qué sustituiríamos importaciones enfrentándonos a las multinacionales que controlan nuestro aparato industrial?

Por lo tanto, la posibilidad de volver a endeudarse parece por lo menos contradictoria con la vía de industrialización de nuestro país. No porque la teoría económica indique que sea así, sino porque la práctica de la conducción de la política económica parece mostrarlo.

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