El coeficiente de importaciones, ¿importa? | Centro Cultural de la Cooperación

El coeficiente de importaciones, ¿importa?

26/04/2011

por Martin Burgos

Entre los especialistas en temas industriales, se destaca el elevado coeficiente de importaciones existente -mayor incluso que el que existía durante la Convertibilidad- para criticar el modelo actual. Eso significa que a pesar del crecimiento de la producción nacional, las importaciones crecieron a un ritmo más elevado desde 2003. Por lo tanto, no se podría hablar de un proceso de industrialización por sustitución de importaciones, concepto fundamental para el desarrollo industrial.

La noción de industrialización por sustitución de importaciones remite cronológicamente al modelo de desarrollo latinoamericano que empezó en los años 30 y 40 y terminó con las dictaduras militares de los años 70. Los debates de aquel tiempo parecen volver en el centro de la escena luego del paréntesis liberal.

Pero evidentemente el contexto actual es muy distinto del que existía cuando el modelo de sustitución por importaciones nació: el de las guerras mundiales, de la crisis de 1929, y del pasaje de la hegemonía británica a la estadounidense. Precisamente Raúl Prebisch fue el economista que, en 1949, mejor interpretó ese contexto. Su teoría del centro y la periferia trataba de captar el cambio en la escena internacional que representaba el auge de Estados Unidos como país predominante, y que a diferencia de Gran Bretaña no necesitaba importar materias primas. De hecho su desarrollo económico se había constituido sobre la base del proteccionismo, obligado en un primer momento por el bloqueo británico e incentivado después bajo la influencia de intelectuales como Hamilton. Además de tener un coeficiente de importaciones muy bajo (calculado a 3% de su PBI), Estados Unidos tenía un superávit de balanza de pagos estructural.

Para los países latinoamericanos, el efecto era una restricción de la nueva divisas (el dólar) que se prolongará a partir de entonces y dará lugar a las realidades del stop and go en los años 50 y 60. Ante esa situación, la propuesta de Prebisch fue clara: la industrialización por sustitución de importaciones no solo era saludable, sino necesaria. Saludable, porque en cualquier circunstancias el progreso técnico no era aprovechado por los países periféricos. Necesaria porque la restricción de divisas imponía una urgencia parar lograr el objetivo.

Asimismo, la reducción del coeficiente de importaciones, según él, solo era un caso particular del proceso de sustitución de importaciones:

"Hay, pues, que admitir, según ya se ha explicado, la posibilidad de que tenga que reducirse el coeficiente de importaciones, ya sea en conjunto o en dólares, reduciendo o suprimiendo artículos no esenciales, para dar lugar a más amplias importaciones de bienes de capital. En todo caso, la necesidad de cambiar la composición de las importaciones parecería indispensable para proseguir la industrialización"

La prolongación en el tiempo de la restricción externa, que tal vez nunca pudo superarse durante el modelo de industrialización por sustitución de importaciones en Argentina, tendió de esa manera a confundir el proceso de industrialización por sustitución de importaciones con el indicador del coeficiente de importaciones. Lógicamente, la restricción externa siguió siendo un supuesto de toda discusión de reindustrialización en la Argentina desde la vuelta de la democracia.

Las actuales circunstancias, sin embargo, merecen llamar la atención sobre esos supuestos. Tal como lo mencionamos, gracias a una acumulación de reservas históricas y términos de intercambio favorables (por ahora), en el corto plazo no podemos hablar de restricción de divisas. Esto, por supuesto, no nos permite hablar de un cambio de paradigma o de un fin de la restricción externa, ni a concluir que la industrialización ya no es un instrumento del desarrollo. Simplemente la ausencia notoria de restricción externa a corto plazo es un dato a tener en cuenta a la hora de evaluar la evolución de la industria argentina en el período reciente.

En consecuencia, en este contexto, y tal como lo mencionó Prebisch, el indicador más importante para medir el proceso de industrialización por sustitución de importaciones es el de la estructura de importaciones, si bien eso no implica descartar el coeficiente de importaciones como un indicador válido.

Los datos de la estructura de importaciones muestran que las estructuras de importaciones son distintas en cuanto a los productos medidos por uso: mientras los bienes de capitales caen de 26 a 23% de las importaciones totales durante los períodos de crecimiento (1993-1998 y 2004-2010), los bienes para consumo se importaron en una proporción de 16% de las importaciones durante los años 90, y solo 11% durante el período 2004-2010. En tanto, las importaciones de bienes intermedios son más elevadas en el actual modelo (35% contra 33%), así como las importaciones de combustibles (6% contra 3%), quedando sin cambios las piezas y accesorios de bienes de capital (18 y 17%) y los vehículos automotores para pasajeros (6 y 5%).

La caída de los bienes de capital en la participación puede ser explicada en parte por una caída pronunciada en sus precios internacionales. Esa reducción de precios es menor para los bienes de consumo,  y no permite explicar la fuerte caída de su participación en el total. En tanto, vemos que el aumento en la participación de los combustibles podría ser explicado por el aumento de sus precios internacionales, lo mismo que para los bienes intermedios pero en menor medida.

Este cambio en la composición de las importaciones es un fuerte indicio del cambio hacia una menor demanda de bienes de consumo, constituyendo un importante indicador de un proceso de industrialización por sustitución de importaciones.

Martin Burgos es economista, coordinador asistente del departamento de Economía Política y Sistema Mundial del CCC.

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