Deuda Soberana: los inversores socorridos pasan a ser los verdugos de sus salvadores | Centro Cultural de la Cooperación

Deuda Soberana: los inversores socorridos pasan a ser los verdugos de sus salvadores

29/11/2010

Por Alfredo García

El lunes 22 de noviembre se publicó en Página 12 una nota de Boaventura de Souza Santos donde alerta de las consecuencias de la crisis internacional, y de la factura de la misma, haciendo un paralelismo entre lo que “se dice”, refiriéndose al discurso dominante, y lo que “no se dice”, vinculado con la fuerte responsabilidad de los bancos y sus conductas de obtención de elevadas ganancias, sistema que hasta el momento ha sido intocable.

Sus comentarios pueden ser una base para armar una línea de sucesos y condicionamientos, que se detalla sucintamente: Ante la crisis financiera, los gobiernos salieron en rescate de los bancos, y principalmente de los inversores (relegando el fomento al consumo y la inversión) para lo cual incurrieron en elevadísimos déficits fiscales que debieron ser financiados. Dado el elevado nivel de muchos de esos déficits, los inversionistas solicitan mayores tasas de interés para continuar refinanciando las deudas, acrecentando el problema fiscal, ya que los mayores intereses aumentan el gasto.

De esta forma, los socorridos pasan a ser los verdugos de sus salvadores.

Todo se desenvuelve bajo la complicidad de gobiernos y organismos internacionales, que priorizan el negocio financiero por encima de cualquier otra actividad.

Lo más inequitativo, es que quien va a tener que pagar los salvatajes de los inversores vía ajuste en los gastos sociales, desempleo, menores salarios y menor crecimiento económico, es la mayoría del pueblo que no figura entre estos grandes inversores internacionales salvados.

Es sin duda, un nuevo estilo de dominación, donde aquellos que generaron las burbujas financieras que les permitieron obtener grandes ganancias, han presionado para ser rescatados, y evitar la pérdida de esas ganancias ficticias. Pero además, utilizan la debilidad en la que quedaron las economías que los salvaron, para aplicar el ajuste, que en definitiva se resume en la pérdida de las conquistas sociales, cuya contrapartida es el aumento de la tasa de ganancia del capital, que, ahora sí, le podrá dar mejores rendimientos a los intocables inversores. Cómo se explica, sino, el congelamiento de salarios del sector privado solicitado por el FMI a Grecia y otros tantos países, si el problema es, supuestamente, el déficit fiscal, y los salarios privados no son parte del gasto gubernamental, más bien, generan ingresos al gobierno vía impuestos. Sin embargo, el congelamiento resulta muy efectivo para elevar la ganancia empresaria.

Esta lógica la hemos vivido los países en desarrollo, siendo endeudados cuando sobraban los dólares provenientes de la fuerte alza petrolera de los setenta, y luego debimos pagar tasas de usura que derivaron en violencia, crisis sociales y económicas.

Hoy los que mas sufren son las economías menos fuertes de Europa, pero el mecanismo de dominación si bien ha sido renovado, es el mismo, tan injusto y depredador como lo es el capitalismo. Ante la posibilidad cierta de una reestructuración a futuro de las deudas de los países europeos más endeudados, que se produciría por el peso de la evolución de las variables económicas, algunos analistas plantean (Cronista Comercial, suplemento Financial Times, 21.11.10) que los intereses de los gobiernos de la eurozona se enfoquen en proteger sus propias instituciones financieras expuestas al sistema bancario irlandés, y resistan la reestructuración de la deuda bancaria.

Hay otras experiencias, la autonomía de crecimiento de los países en desarrollo, y la aplicación de políticas heterodoxas para sostenerlo, abre una ventana de esperanza para que el dominio del capital financiero no sea la única alternativa que recorra el mundo. Habrá que luchar denodadamente para evitar que los países centrales trasladen el costo de la crisis a los países periféricos, aunque el dinamismo económico está en estos últimos, una situación no habitual en la historia económica, que abre una pequeña luz de esperanza.

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