Arte Procesos y Sentidos por Damian Santarán
El Frente de Artistas del Borda
Es un movimiento artístico, comunitario e independiente que surge en el año 1984 en el hospital Borda de la mano de Alberto Sava (Artista y psicólogo social). Es una experiencia desmanicomializadora que hace mas de tres décadas, lleva adelante distintas maneras de crear propuestas artísticas, pero siempre con la premisa de que esas producciones no queden encerradas en el hospital. En los espacios colectivos se desarrolla una práctica que apunta a transformar el imaginario social de la locura y revertir los efectos de deshumanización que tanto la institución manicomial, como la sociedad, generan sobre las personas que atraviesan un padecimiento mental.
Actualmente funcionan once talleres de distintas disciplinas que son gratuitos y abiertos a toda la comunidad: Teatro, Circo, Mimo, Letras, Plástica, Música, Mural, Teatro participativo, Danza, Periodismo y Desmanicomialización.
La Educación artística se expande tanto en el sistema educativo oficial como en diversos contextos, y en ésta oportunidad hemos sido invitado/as a pensar la relación entre "Arte, educación e inclusión de personas con trastornos de salud mental".
Para comenzar compartiremos Reflexiones sobre las prácticas “adentro” del manicomio, a través de puntos de contacto entre los talleres de Plástica, Danza y Mural donde encontramos una estructura significativa que se repite en el desarrollo de las actividades.
En primer lugar, nos encontramos en el galpón del FAB, nos sentamos en la mesa y conversamos de lo que nos sucede o sucedió durante la semana que no nos vimos. Si hay alguna persona que se integra al taller, nos presentamos toda/os y damos espacio puntual para que se presente esa persona.
Luego, hay un momento específico para el desarrollo de la actividad artística. Esta dinámica de apertura tiene continuidad con un proceso de trabajo y puede flexibilizarse al ser atravesada por lo que acontece en las conversaciones de los grupos, como también lo que sucedió en el país o en el mundo.
Por último, realizamos una puesta en común de las producciones alcanzadas, donde abrimos el intercambio hacia las sensaciones surgidas durante la experiencia llevada a cabo. Se intenta generar un momento donde poner en palabras lo qué nos pasó mientras transitamos la actividad y/o lo que se quiera comentar para dar un cierre al taller. Se busca que la palabra circule.
Como objetivos comunes en cada taller encontramos la importancia de focalizar en los procesos de trabajo que dan existencia a las producciones. Como así también que la construcción de sentidos sea significativa tanto en las actividades como en las producciones realizadas en los espacios colectivos y en la creación grupal.
Como acontecimientos comunes a los talleres nos encontramos que trabajamos con procesos discontinuos. La/os integrantes (talleristas) participan de diversas formas: asistiendo regularmente a cada taller, asistiendo intermitentemente y/o asistiendo tal vez entre 10 y 20 minutos cada vez. En los procesos de trabajo aparecen cuestiones relacionadas a la sobre - medicación que afectan de distintas maneras la salud de los y las talleristas. Dichos obstáculos vulneran los lazos sociales y atentan contra los derechos humanos de las personas. Lo más peligroso es que sigue siendo una lógica manicomial que impera en el sistema de salud mental.
Desde los talleres artísticos del Frente de Artistas del Borda nos interesa convidar a los lectores y las lectoras algunas categorías de análisis, para una educación, que pretenda ser inclusiva en relación al área de salud mental.
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Reconocer a las personas que atraviesan una situación de salud mental como sujetos con derecho a disfrutar críticamente de los patrimonios culturales y no solamente ser receptores pasivos de determinadas producciones y/o proyectos artísticos.
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No reducir los espacios colectivos al estudio de procedimientos sino ampliar las experiencias de producción hacia aspectos de lo vincular que apunten a la construcción de procesos desmanicomializadores.
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Generar propuestas a transitar en lo grupal que sean convocantes y significativas.
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Pensar en conjunto diversas maneras de resolver problemas concretos dentro de los espacios donde se inserta la práctica. Solicitar ayuda siempre que sea necesario.
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Educadores y Educadoras que revisen la propia práctica docente en conjunto.
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Trascender las disciplinas pensadas como un fin en sí mismo. Hacer de los lenguajes artísticos un puente que nos permitan reflexionar, crear e invitar a transitar experiencias significativas.
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Generar proyectos que tengan un destino y un sentido y/o destinos y sentidos, de ser vivido(s).
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No abandonar la pregunta de cuál es la función social del concepto de Arte. Como así también reconocer la importancia de un abordaje entre disciplinas.
Revisando prácticas de co-coordinación
Cada taller funciona un equipo de co-coordinación integrado por docentes, estudiantes, artistas, psicólogos/as, y/o psicólogos/as sociales.
Las experiencias llevadas a cabo en los espacios de taller, (donde por momentos la participación de los y las talleristas puede ser “discontinua” y “fugaz”), nos invita a repensar las formas de abordar los aprendizajes.
En las prácticas y en las propuestas de los equipos de co- coordinación encontramos como regularidad la intención de relacionarse con el hacer artístico a través de acciones que permitan que la expresión sea intencional y no desde un “hacer a ciegas”. Porque nos consideramos un colectivo artístico que cuestiona esa mirada anestesiada, que reproduce estereotipos y estigmas sobre la locura en el imaginario social. Por lo tanto nos parece necesario revisar y reflexionar sobre por qué hacemos lo que hacemos dentro del monstruo manicomio, para señalar que ninguna práctica artística ni la educación artística consisten en realizar procedimientos vacios de sentido.
En el transcurso de los talleres trabajamos con múltiples materiales dando la posibilidad de elegir cuál manipular así como, rescatando a través de las consignas la imaginación e historia personal al momento de crear con el cuerpo.
Estas formas de abordaje también nos invitan a revisar los modos de construir saberes en relación al arte y los aprendizajes de la disciplina. Una pregunta que nos interpela en el rol de coordinación es ¿cuáles son los límites al momento de la creación artística?, ¿Cómo guiar el aprendizaje artístico sin obturar los procesos creacionales?
Tales momentos discontinuos, fugaces y de intercambio en los procesos de creación y en la construcción de la producción grupal, nos convida a interrogar la palabra “inclusión”.
Repensando “inclusión”
Adentrase en el manicomio provoca muchas sensaciones: miedo, malestar, dolor de estómago… también aparece la inquietud, el asistencialismo y el ubicar al “loco” como inferior.
Una vez que atravesamos los procesos del manicomio, puntualmente sus rejas, sus ventanas rotas, el frío que te cala los huesos, los olores nauseabundos – como dice Marisa Wagner- y llegamos a nuestro espacio, el del FAB, donde vamos despojándonos del tiempo que traemos “de afuera”.
El despojarse de esos tiempos se conecta con los acontecimientos del taller.
Inicia el taller. Nos sentamos en la mesa y los diálogos se disparan hacia temas diversos. ¿Incluimos esos temas diversos? Primer interrogante práctico para pensar inclusión. A veces, charlamos de los dolores del manicomio y cuan profundas son las heridas que socava. A veces, las trabajamos en la actividad artística, otras veces solo nos abrazamos y otras más, recomendamos algunos artículos de la ley nacional de salud mental (26.657) para pensar el lugar que nos toca a cada una/o. Pero en seguida surge, ¿dar una respuesta es incluir?
En los talleres discutimos los procesos de autonomía. Esa que el manicomio borra con todas las pastillas, con esas miradas que cosifican y el corte radical de vida (laboral, social, lazos, vivienda) por tiempo indeterminado.
Si miro a mi par como compañera/o, si tomo pastillas pero soy consciente de qué tomo y si continúo algún lazo donde caminar creando vida, tal vez, ingrese al tiempo determinado. Determinado por el capitalismo. Ya no indeterminado por el manicomio. Entonces, ¿incluimos a un par en el tiempo determinado del capitalismo?
Continúa el taller. Desarrollamos la actividad artística. Los cuerpos van y vienen por el espacio. Toman mate, fuman, hablan, escuchan música, preguntan, saludan a otra/os, se quejan, repreguntan. Se sientan, se paran. Imaginan, están en silencio. El desarrollo de la actividad artística se crea desde una polifonía hacia el silencio más íntimo y nuevamente, hacia una polifonía que brota de querer decir… qué pasé, qué sentí, qué imaginé, qué creé, qué… Y otra vez, nos preguntamos ¿incluimos al otro/a por que pudo expresar qué…? ¿Y yo me incluí en qué…? ¿A dónde hay que incluir? ¿Qué es incluir?
Finaliza el taller. Nos sentamos en ronda, nos miramos y conversamos los “qué”. Pero los “qué” resultan que son con quiénes, los decires, los movimientos, las consignas, el que entró y salió del galpón, el que fumó, el que escupió el piso, el que miró…¿incluimos porque dejamos las puertas abiertas, hablamos los “que” y nos sentamos en ronda?
Debatimos Inclusión. Ya no la soportamos más. La llevamos a asamblea.
¿Incluir como nuevas formas de construir normalización en un mundo desigual?
¿Incluir como nuevas formas de estructuración del lenguaje simbólico donde decir “diversidad” suena “adecuado”?
¿Incluir como forma de hacer y cuando salgo a la calle me encuentro con miradas que descalifican o mis propia/os compañera/os me descalifican?
¿Incluir será cuando doy un abrazo por compromiso?
¿Incluir será cuando comparto un pucho o unos mangos para el café?
¿Incluir será cuando puedo decir conscientemente algo qué…?
Tal vez, simplemente, osemos preguntar ¿y yo me incluí en qué…? Por las dudas, a ver si algún “qué” acontece en el cuerpo y dejamos tanto palabrerío.
Una práctica pedagógica que se inserta en relación a la salud mental, nos atraviesa a toda/os como personas “sufrientes”, con distintas heridas y donde nos acompañamos en conjunto, transitando estos padeceres, escuchándonos, hablando, pensando y acordando acciones conjuntas donde el/la cuerpo/a habilite otras historias y procesos. En conjunto.
Una práctica pedagógica que se inserta dentro del manicomio, nos invita a revisar las etiquetas que traemos cada una/o, a recuperar las historias, la toma de decisión y la posibilidad de desenvolvernos cómo podemos.
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