Polarización política, identificaciones culturales, partidos políticos y autoritarismo en una coyuntura de crisis: Bolsonaro llegó hace rato (parte II). | Centro Cultural de la Cooperación

Polarización política, identificaciones culturales, partidos políticos y autoritarismo en una coyuntura de crisis: Bolsonaro llegó hace rato (parte II).

30/04/2019

Por Ezequiel Ipar

 

1. Introducción.

 

Sobre el fondo de la crisis del año 2008 han vuelto a deambular entre nosotros dos conceptos fundamentales de la modernidad política: crisis y polarización. Contrariando las metáforas débiles, nuestro presente experimenta la inestabilidad y la incertidumbre a través de la división y el conflicto. Si estuviéramos haciendo historia de la filosofía tendríamos que pensar a todo este proceso, que abarca con claridad a la mayoría de las democracias capitalistas, con una imagen: “la risa de Hegel y Marx”, ya que fue su legado filosófico el que terminó resistiendo el paso del tiempo y la saga de sus enterradores. En el caso del análisis político lo que importa es tratar de entender cuáles son las lógicas que determinan la polarización, qué fines persiguen sus protagonistas, que procesos culturales inciden (en algunos casos de manera inconsciente), qué lugar ocupa nuestro país dentro de estas tendencias globales y, en el caso de ser posible, qué caminos alternativos se pueden anticipar como resultados de este proceso. 

 

 

Para intentar encontrar elementos que nos permitan plantear adecuadamente la pregunta por la polarización, seguimos la comparación que iniciamos en el informe anterior referida a la situación en Brasil y Argentina, centrándonos ahora en el contenido específico de la polarización política, sus tramas culturales, su relación con el creciente autoritarismo y con los modos de intervención de las diversas fuerzas partidarias en esta coyuntura. Para ampliar el panorama vamos a incorporar en muchos gráficos datos de otros países de Europa, Asia y América del norte.

 

En nuestro último informe afirmábamos que en torno al presidente Macri se combinan dos tendencias, que tienen efectos contrapuestos en la opinión pública: por un lado, la creciente pérdida de apoyo del gobierno producto de la mala gestión de la economía y, en paralelo, la notable capacidad que su fuerza política muestra para articular las reacciones autoritarias a la propia crisis económica. Cuando comparábamos la situación con Brasil afirmábamos que “Macri aparece hoy como un Bolsonaro con la pólvora humedecida por sus propios errores en la gestión del Estado, fundamentalmente en el área económica”. En esta segunda parte vamos a “poner entre paréntesis” el análisis de los efectos del deterioro de la situación económica sobre la opinión pública y nos vamos a adentrar en el análisis del “sujeto social” que respalda al macrismo más allá de sus errores en la gestión o a pesar de la mala evaluación que recibe el desempeño económico del gobierno. Recientemente el jefe de gabinete ha llamado –con un nombre un poco pretensioso de claras resonancias Thatcherianas– a este aspecto no inmediatamente racional-económico de la legitimidad como “el alma de los argentinos”. En este 4º informe del Observatorio crítico de la opinión pública del Centro Cultural de la Cooperación vamos a cambiar levemente el eje propuesto por el jefe de gabinete y vamos a tratar de entender qué significa hoy el “alma de los argentinos desde el punto de vista de Cambiemos” o “el alma de los ciudadanos que pretende Cambiemos para la Argentina”. Esto no significa, obviamente, que consideremos como intrascendentes los efectos “sobre el bolsillo” que produce la alianza política gobernante. Por el contrario, lo que hoy resulta urgente es comprender cómo se articulan política y culturalmente los conflictos que pueden tener una causalidad económica, pero que no pueden ser pensados con la lógica estrecha del homo-economicus, con los conflictos que aparecen como puramente culturales (aborto, xenofobia, racismo, educación sexual, etc.), pero que tienen una relación profunda con una economía subyacente. Esperamos que estos materiales de análisis sirvan para dar algunos pasos en esa dirección.  

 


 

2. Los valores postmaterialistas y el “clima cultural” de las democracias polarizadas. 

 

2.1. ¿Existe en Argentina una nueva derecha postmaterialista? 

 

Vamos a comenzar analizando a los sujetos sociales de la polarización política a través de los estudios sobre valores y preferencias éticas que se inspiran o siguen directamente a los trabajos de R. Inglehart. Existen dos motivos para comenzar por este autor y su conocida distinción conceptual entre orientaciones valorativas materialistas y postmaterialistas. Comencemos por el primer motivo que es estrictamente local y refiere al postmaterialismo-argentino, por decirlo de algún modo. Más allá de las deformaciones y los abusos que sufren los conceptos de Inglehart en Argentina, tenemos que reconocer que esta teoría y su evidencia empírica fue aludida con mucha fuerza para intentar explicar los aspectos específicos de una “nueva derecha” latinoamericana, que estaría adecuadamente representada por el macrismo en el caso argentino. Inscribiéndose dentro de esta línea de lectura del campo político, J. Natanson trató de interpretar la especificidad del sujeto social que sostenía y empujaba al macrismo en el gobierno recurriendo explícitamente a la teoría de Inglehart. Lo citamos in extenso para comenzar con un panorama completo de lo que pretendemos poner en discusión en esta primera parte:

 

El macrismo ha logrado expresar también ciertas marcas de la época. Sus apelaciones a los valores pos-materiales, aquellos que van más allá de las necesidades cotidianas de supervivencia, resultan seductoras para las clases medias acomodadas en un contexto de hipersegmentación social, en donde los sectores más privilegiados llevan una vida más parecida a la de sus pares sociales de Nueva York o París que a los sufridos compatriotas que viven en el Conurbano, a un colectivo de distancia. Esto se verifica en las vagas tonalidades ambientalistas del slogan “ciudad verde”, en la importancia atribuida al cuidado de uno mismo (expresada en la retórica new age, las bicisendas, las ferias de comida saludable) y en una revalorización de la cotidianeidad frente al sacrificio totalizante que exigía la militancia kirchnerista (Macri insiste con que sus funcionarios deben volver a casa antes de que anochezca a cenar en familia). Todos estos aspectos, fomentados por una gestión multi-target que se segmenta en sectores tan específicos como la secta de los runners, los reclamos éticos de los veganos y las demandas insondables de los amantes de mascotas, terminan de completar la idea del macrismo como una fuerza política moderna y cosmopolita, a la altura de los tiempos. (Página12, 17-08-2017)

 

Habría mucho para comentar sobre esta caracterización, pero tratemos de poner a prueba el marco explicativo que propone para entender la (re)configuración del campo político y analicemos con los datos disponibles cuál es la inscripción política de los sujetos postmaterialistas en el campo polarizado de la Argentina. Por cierto, sabemos que no se le puede pedir a la caracterización rápida de una nota periodística que dé cuenta con precisión del significado de un concepto teórico, pero este pasaje de Natanson contiene un error importante –repetido entre quienes comparten esta lectura sobre la “nueva derecha”– que hay que aclarar antes de pasar al análisis de los datos. El concepto de preferencias éticas postmaterialistas –y es importante remarcar que se trata de preferencias que no excluyen la valoración positiva de las cuestiones “materiales”– nunca estuvo pensado para dividir a las posiciones éticas de los sujetos entre dos concepciones del mundo privado: la cotidianidad de la supervivencia y la cotidianidad de la familia reacia a participar en política. Ese privatismo ético marcado por el cuidado del propio cuerpo, las preferencias gastronómicas orientadas a lo saludable o la valoración de la vida intra-familiar no entran de ninguna manera en el concepto de preferencias subjetivas postmaterialistas. 

 

 

De hecho, los indicadores del concepto valores postmaterialistas de Inglehart están construidos precisamente sobre lo contrario de ese privatismo ético, a partir de: a) la idea de participación ciudadana activa en las políticas públicas, b) la capacidad de los trabajadores para alzar su voz e incidir en las decisiones que se toman en las empresas, c) la valoración de las libertades comunicativas necesarias para una vida pública intensa, d) junto con una valoración del poder de las ideas por sobre el poder del dinero.1 Con todo lo que tiene de discutible la propuesta teórica de Inglehart –su teoría de la modernización cultural, la aceptación poco crítica de la pirámide de Maslow y las dudas filosóficas que el concepto postmaterial puede suscitar–, su propuesta acompañó las tendencias que hacia fines de los años 70 y comienzos de los 80 encontraban nuevos motivos y nuevas cuestiones para las luchas políticas emancipatorias: los movimientos feministas, anti-racistas, a favor de la diversidad sexual, etc. Por lo tanto, forzamos hacia el límite de un desconocimiento completo al concepto postmaterialist values si intentamos identificarlo con preferencias asociadas a la retórica new age, las bicisendas y, sobre todo, si lo plegamos sobre el horizonte semiótico de la “serena” vida familiar enfrentada a las tensiones del compromiso político. Por esta vía no sólo desconocemos el significado del concepto “postmaterialismo”, sino que le asignamos a los sujetos sociales de la polarización política atributos que no son ni los más importantes para diferenciarlos, ni los más precisos para definirlos.  

1 Para el análisis de la metodología y los indicadores del concepto “postmaterialismo”, así como para una revisión de los datos que utilizamos en este aparatado, ver: Inglehart, R., C. Haerpfer, A. Moreno, C. Welzel, K. Kizilova, J. Diez-Medrano, M. Lagos, P. Norris, E. Ponarin & B. Puranen et al. (eds.). 2014. World Values Survey: Round Six - Country-Pooled Datafile Version: http://www.worldvaluessurvey.org/WVSDocumentationWV6.jsp. Madrid: JD Systems Institute.

Una vez que aclaramos el significado de este modo de entender a los sujetos sociales a partir de sus preferencias éticas podemos seguir el rastro de la hipótesis de Natanson y observar qué estaba sucediendo en nuestro país en términos de posicionamientos políticos, es decir, podemos buscar elementos para contrastar la hipótesis que afirma que el macrismo fue especialmente hábil para concitar la adhesión y representar en la arena política a los nuevos sujetos postmaterialistas. Afortunadamente el trabajo del World Values Survey contiene datos para la Argentina desde la década del 80 y nos permite analizar en su última serie de encuestas qué estaba pasando con los sujetos postmaterialistas en el momento en el que ya estaba construido un escenario de clara polarización política. En el Gráfico 1 podemos observar estos resultados, según el listado de  potenciales candidatos a presidente que figuran en esta encuesta, que si bien no reflejan perfectamente el cuadro actual, traducen bastante bien la pluralidad de posiciones enfrentadas:

 

Más adelante vamos a considerar en términos absolutos hacia qué espacio político se orientaba el grupo de los sujetos postmaterialistas, así como la importancia de este grupo dentro del escenario político global. En el Gráfico 1 estamos considerando simplemente qué participación relativa tienen estos sujetos dentro de los simpatizantes de cada espacio político, para intentar indagar si algún candidato contenía especialmente la adhesión de estos grupos, más allá de que se tratara de un partido que pudiera tener un bajo caudal electoral en términos generales. Bajo esta perspectiva, vemos de todos modos que la hipótesis de Natanson es la única que no se sostiene en la evidencia empírica. De hecho, las dos candidaturas que tienen una menor participación relativa de sujetos éticos postmaterialistas son la de Daniel Scioli (que en esta distribución representaba a un peronismo de centro) y la de Mauricio Macri. Junto con los que afirman que votarían en blanco o nulo (que podría estar mostrando una posición anti-política), los votantes de Macri y de Scioli son los que menos posiciones postmaterialistas contienen. En esas tres categorías el porcentaje relativo de los sujetos postmaterialistas está muy por debajo del valor que refleja al total de la población (8.92%), representan cerca de la mitad de los que forman parte de los espacios políticos de Cristina Kirchner (8,87%) y Ricardo Alfonsín (9,68%), y menos de un tercio si los comparamos con los que en el 2013 habrían votado por Hermes Binner (13,16%). Este mapa, que ciertamente ha sufrido el paso del tiempo de la política, nos muestra sin embargo que los candidatos de derecha y/o las posiciones anti-políticas eran los que más dificultades relativas tenían para articular los intereses de los sujetos éticos postmaterialistas. 

Pasemos ahora al análisis de las preferencias políticas de los grupos postmaterialistas en términos absolutos, es decir, observemos cómo se comportaba políticamente este grupo específico al momento de elegir una opción para el cargo de presidente de la nación. En el Gráfico 2 vemos más claramente todo lo que separaba al postmaterialismo de la figura de Mauricio Macri, ya que se trata prácticamente de la última opción política de este grupo (sólo el 3,2% de los sujetos postmaterialistas lo elegían como candidato a la presidencia). 

Este gráfico muestra mejor cuáles eran las preferencias políticas reales de los “postmaterialistas”: en un primer lugar muy claro aparece la figura de Cristina Fernandez de Kirchner (presidenta en ejercicio al momento del relevamiento e identificada con algunas políticas claves para este grupo: fomento de la participación política, influencia de los trabajadores en la vida pública, ley de matrimonio igualitario, ley de identidad de género, desmonopolización del sistema de medios de comunicación), luego la figura del candidato socialista Hermes Binner (15,9%) y la de aquellos que no se identificaban con ningún candidato de la lista ofrecida (22,2%). En el otro extremo aparecen Mauricio Macri, Daniel Scioli y el voto en blanco o nulo. Observamos entonces que dentro del horizonte político de los sujetos postmaterialistas no aparece de ninguna manera significativa –ni en términos estadísticos ni en términos políticos– la figura de Mauricio Macri, en un momento en el que su figura ya se había definido como líder nacional de la oposición y a sólo dos años de que ganara las elecciones presidenciales. 

Es un grave error interpretativo –que se puede transformar en un grave error político– sostener que lo nuevo y lo complejo de nuestra escena política polarizada consiste en la capacidad que habría logrado la “nueva derecha” latinoamericana para articular las pretensiones éticas de los sujetos postmaterialistas: mayor participación y deliberación, defensa de la libertad de expresión, solidaridad basada en la fuerza de las ideas, democratización de todas las esferas de la vida social, rechazo del autoritarismo y la xenofobia. Nada más alejado de toda la evidencia empírica que podemos encontrar en los estudios que realizaron quienes crearon y pusieron a prueba el concepto de postmaterialismo. De ninguna manera tenían esa preferencia política quienes tenían esas preferencias éticas. Más adelante vamos a probar esto mismo pero con otras fuentes de datos, más cercanas a nuestra actualidad. Por ahora sostenemos simplemente que no hay que buscar en el atributo “valores postmaterialistas” la clave para entender al sujeto social que promovía y articulaba la estrategia política del actual presidente.  

 


 

2.2. Materialismo y postmaterialismo: ¿dos modos antagónicos de experimentar la crisis?

 

Existe un segundo motivo por el cual los estudios que ponen el foco en esta división entre sujetos materialistas y postmaterialistas pueden resultar importantes para comprender o calibrar mejor la discusión sobre los elementos y las relaciones que se combinan en el escenario actual de polarización política. Hoy estos conceptos están siendo utilizados a nivel global para explicar la lógica de cierta división –fundamentalmente frente los efectos de la crisis económica– entre los trabajadores. Según esta hipótesis, estaríamos en presencia de una nueva división social que combina profundas transformaciones en las posiciones de clase con nuevas disposiciones valorativas. Aquí aparecen por lo general alusiones a la nueva economía del conocimiento, el capitalismo digital, la deslocalización de las nuevas formas del trabajo, pero también se puede encontrar cierta familiaridad con los teóricos post-marxistas del trabajo inmaterial. Por distintos caminos las tesis sobre la expansión del trabajo inmaterial se combinan con las tesis sobre la expansión de los valores postmateriales entre las nuevas fracciones de la clase trabajadora proponiendo la representación de una “vieja clase obrera” (materialista) contrapuesta a la creciente “nueva clase obrera” (postmaterialista). 

Pues bien, si las hipótesis sobre la nueva derecha postmaterial aportan muy poco para comprender la polarización política actual, el rastro de los efectos que produce esta nueva configuración de clase sobre los posicionamientos ideológicos y valorativos poseen una validez muy distinta y un significado trascendente para este análisis. Existen múltiples trabajos empíricos y teóricos que van en tal sentido y muestran resultados muy logrados. Sin embargo, es difícil encontrar la perspectiva justa más allá de la cual uno termina sobreestimando el poder explicativo de estas transformaciones que provienen del capitalismo en red y la experiencia del mundo (laboral y subjetivo) inmaterial. En el Gráfico 3 podemos observar la evolución del porcentaje de los sujetos postmaterialistas (Inglehart) durante un período relativamente largo. Cómo podemos ver, Argentina era uno de los casos ejemplares hacia fines de los años 90 de una tendencia global hacia el “postmaterialismo” valorativo que parecía crecer sin frenos. Pero lo que sabemos ahora es que esta tendencia se revirtió en prácticamente todos los países en el siglo XXI. El porcentaje de sujetos postmaterialistas cae abruptamente en Argentina entre fines de los 90 y mediados de la década siguiente, pero este es un proceso que también se da en España, EE.UU y en menor medida en Brasil. Suecia es una excepción interesante que habría que analizar con más cuidado.2 En el otro extremo está China, con un porcentaje ínfimo de sujetos postmaterialistas en todo el período. Lo curioso que muestran estos datos es que a diferencia de lo que se preveía con respecto a la modernización económica acelerada de China, esto es, que se iba a dar una convergencia en términos de valores entre su población y el modelo de ciudadanía propio de las democracias liberales occidentales (sostenidas por una creciente participación de sujetos postmaterialistas), lo que parece haber sucedido es exactamente lo contrario, volcándose la curva de la convergencia hacia el lado del modelo chino. 

 

 

Consignemos por ahora sobre el Gráfico 3 simplemente lo siguiente: ya sea por las crisis políticas (2001) o las crisis económicas (2008), a comienzos del siglo XXI deja de crecer y comienza un período de marcado retroceso en el volumen relativo del “postmaterialismo” y, por lo tanto, su poder explicativo sobre las tendencias ideológicas y electorales también tiene que ser reconsiderado. En su último libro junto con P. Norris, Inglehart parece haber percibido algo de esto y recoge la inquietud en el propio título de su trabajo: “contra-golpe cultural”, que también se puede traducir como reacción o retroceso cultural (R. Inglehart y P. Norris: Cultural Backlash, 2019). Abandonando o poniendo en suspenso las tesis más lineales sobre el progreso cultural que había escrito a fines de los años 70 en La revolución silenciosa, ahora ambos autores le prestan más atención a las batallas culturales, que se vuelven visibles fundamentalmente en la división de las preferencias valorativas entre los jóvenes y los mayores. 

No vamos a entrar aquí en la discusión referida a su interpretación del discurso populista o sobre la caracterización que hacen del perfil ideológico de los partidos políticos  (por ej. cuando proponen el tipo populismo no-autoritario para figuras como: Bernie Sanders, Podemos, Cristina Kirchner). Por cierto, este libro prácticamente no analiza material relevante sobre América Latina. Lo que nos interesa es seguir la siguiente hipótesis del libro: en la actual polarización política no sólo se estarían expresando los conflictos distributivos que intensifica la crisis económica, sino que –junto a estos conflictos y articulados entre sus motivos– también se estaría expresando una reacción contra los cambios culturales progresistas de los últimos 30 años en las costumbres cívicas, las identidades sexuales, la participación política, la ampliación en la libertad de elección (aborto) y la hibridación cultural. Vamos a tratar de reconstruir los materiales necesarios para probar esta hipótesis, con el fin de entender mejor la complejidad interna de eso que llamamos, con algo de narcisismo, “la grieta argentina”.

 Nótese que Suecia aparece en los trabajos de Ch. Welzel, junto con Noruega, como uno de los ejemplos “excepcionales” de cambio cultural progresivo acelerado desde la década del 80 hasta la actualidad.

 


 

3. Argentina y Brasil en el contexto de las batallas culturales contemporáneas.

 

3.1. Valores emancipatorios: tendencias y contra-tendencias. 

 

Para tratar de entender dónde está nuestro país, cuál es la tendencia y con qué intensidad se expresa la reacción a los cambios culturales vamos a comenzar analizando la evolución del índice de Welzel referido a Valores Emancipatorios, que mide de un modo bastante aproximado el contenido de las querellas culturales que se trasladan a la política polarizada contemporánea. Las dimensiones de este índice de valores emancipatorios son: autonomía (en oposición a las formas irracionales de obediencia), igualdad (de género en distintas áreas), libertad de elección (aborto, aceptación de la homosexualidad) y participación (en demostraciones y deliberaciones públicas). 

 

 

A diferencia de lo que observamos en el caso de la serie de valores postmaterialistas, en este caso sí se observa una tendencia (más o menos intensa según el país) sostenida en el sentido del progreso de los valores emancipatorios en la ciudadanía. La disminución en el índice de Argentina claramente coincide con el período de la crisis de año 2001 y el período de estancamiento inmediatamente anterior. Lo mismo se observa en el caso de EEUU con respecto a la crisis del año 2008. Sin embargo, para todos estos países (con la excepción de China) la tendencia histórica de largo plazo es hacia una mayor valoración por parte de la ciudadanía de la igualdad y la libertad, que empujan hacia un cambio en algunos patrones culturales institucionalizados en las diferentes sociedades.3 En estos datos, que llegan hasta el año 2014, Argentina está siempre bastante arriba de Brasil, pero por debajo de España, EEUU y Suecia. Este último país muestra una transformación cultural impresionante en este período de más de 30 años. 

Cuando desagregamos este índice de valores emancipatorios surgen algunas similitudes pero también notables diferencias con Brasil, que revelan de alguna forma el trasfondo cultural de la polarización política que se vive en cada país, con sus particularidades y potencialidades de desarrollo diferentes. En los Cuadros 5 y 6 mostramos algunas de estas similitudes y diferencias. Para una lectura más sencilla de la posición relativa de cada país se puede leer directamente la puntuación Media en cada uno de los índices.

 Evidentemente las diferencias entre el índice de Welzel, referido a valores emancipatorios, y la categorización de Inglehart tienen que ver con la enunciación de las preguntas, con la mayor plasticidad de este índice y con el hecho de que las categorías “materialista”, “mixto” y “postmaterialista” dependen de un orden de prelación de las preferencias que permite pocas combinaciones. Si se pretende analizar la transformación de las disyuntivas ético-políticas de los distintos períodos históricos, las categorías de Inglehart parecen resultar pertinentes. Pero si se prefiere un panorama más matizado de la evolución de los valores culturales, el índice de Welzel ofrece un indicador más adecuado. Para el tema que estamos estudiando esto significa que en el período posterior a las crisis económicas observamos en la ciudadanía un manifiesto corrimiento hacia posiciones “materialistas”, pero esto no detiene necesariamente el crecimiento de los valores emancipatorios progresistas, que dependen de un trasfondo cultural próximo al que definen los valores postmaterialistas (libertades comunicativas, participación política, confianza en el poder de las ideas).

Veamos que en la valoración de la igualdad de género en áreas como el acceso a la política, los puestos de trabajo o la educación, no aparecen diferencias entre Brasil y Argentina, ubicándose ambos países cerca de España y EEUU. La puntuación promedio de cada país en este tipo de mediciones del valor que le asigna la población a la igualdad de género (Cuadro 5) son muy similares y oscilan entre 0,7 y 0,76 para todos estos países. Sin embargo, en lo que respecta a temas como el aborto o la aceptación de la homosexualidad si aparecen diferencias significativas, que tal vez explican la intensidad diferenciada con la que pudieron avanzar las reacciones culturales de derecha en estos distintos países (el resumen de las mismas figura en el índice de libertad de elección, Cuadro 6).

 

 

Lo que vemos en los Cuadros 5 y 6 son dos de las cuatro dimensiones del índice de Welzel que pretende resumir al conjunto de los “Valores Emancipatorios” que estarían creciendo en términos tendenciales en las democracias. Seleccionamos estas dos dimensiones porque nos sirven para analizar una brecha que se puede observar entre la valoración abstracta de la igualdad y la aceptación de determinadas libertades concretas que transgreden patrones culturales institucionalizados. En todos los países aparece esta brecha entre la igualdad abstracta (en este caso referida a la igualdad de oportunidades en el acceso a puestos de trabajo, educación, etc.) y el ejercicio de determinadas libertades (aborto, homosexualidad) que son consideradas como indeseables, “anti-naturales” o injustificables por una parte de la población. 

Habría mucho para analizar –inclusive en términos metodológicos– sobre este sesgo que nos muestra el desagregado del índice de Welzel, pero aquí nos vamos a limitar a comparar la brecha entre la valoración de la igualdad abstracta y la valoración de las libertades concretas en los países que hemos seleccionado. Evidentemente, el caso de China vuelve a ser el que muestra la brecha más grande (0,53 igualdad abstracta / 0,2 libertades concretas), pero Brasil viene inmediatamente después en esa lista. En el índice de igualdad de oportunidades sin discriminación de género, la población brasileña se parece en términos de sus valores a la población de Argentina o España. Pero cuando analizamos sus preferencias culturales en temas como el divorcio, el aborto o la homosexualidad, Brasil muestra una brecha (0,7 / 0,37) que es prácticamente igual a la de China. 

Para el análisis descriptivo de esta diferencia o de esta brecha entre ambos grupos de valores, basta con señalar que Argentina se encuentra, junto con EEUU, en una posición intermedia. No es un país en el que la distancia entre la igualdad y la libertad sea tan grande como en Brasil y China (que poseen una razón: índice de igualdad / índice de elección libre de 1,81 y 2,65 respectivamente), pero tampoco es un país en el que ambos valores tengan un arraigo prácticamente idéntico entre la población, como es el caso de España y Suecia, que muestran una brecha muy baja entre ambos valores (1,19 y 1,07 respectivamente). La brecha entre la valoración de la igualdad de oportunidades y la valoración de la libertad de elección en temas que pueden transgredir patrones culturales institucionalizados en Argentina es de 1,48, muy similar a la razón entre ambos índices que encontramos en EEUU, que es de 1,52. 

Un modo de interpretar esta diferencia o esta brecha entre la valoración de la igualdad de oportunidades (centrada en cuestiones de género) y la libertad de elección subjetiva sería pensar que la misma mide ciertos grados de hipocresía social, esto es, modos de declarar en los que los entrevistados conservadores en términos culturales contestan diferente según se trate de valores más “aceptados” institucionalmente (en este caso la igualdad de género), frente a aquellos en los que no sienten que tengan una obligación y pueden por lo tanto ser más auténticos en sus expresiones al momento de responder. Otra explicación de la misma brecha indicaría simplemente que se trata efectivamente de dos conjuntos de valores muy diferentes, que no van necesariamente en la misma dirección (contradiciendo parcialmente la hipótesis de Welzel, referida a la estructuración de los “valores emancipatorios”). En cualquier caso, temas como la aceptación de la homosexualidad, el divorcio y el derecho al aborto encuentran una barrera muy marcada en la opinión pública en China y Brasil. La misma barrera o la misma mayoría en contra de estas libertades subjetivas no existe en  Argentina y EEUU, pero existe una división que muestra que las restricciones todavía permanecen significativas. Según estos datos, sólo parecerían haber logrado un gran avance en términos de institucionalización de valores progresistas en lo referido a libertades culturales subjetivas España y Suecia. 

 


 

3.2. Polarización cultural y polarización política: algunas tramas de nuestra coyuntura actual.

 

Para finalizar este apartado comenzamos a acercarnos a nuestro momento político actual, intentando analizar con los datos disponibles las mismas cuestiones, controversias y conflictos culturales que estuvimos analizando en el punto anterior con el World Values Survey. En esta parte vamos a utilizar fundamentalmente la encuesta periódica Americas Barometer, que se realiza cada dos años en toda América y que ya hemos analizado en otros informes del OCOP. 

En primer lugar vamos a volver sobre la cuestión de la valoración de las libertades subjetivas en cuestiones que desafían el tradicionalismo cultural. Con este objetivo construimos a partir de los datos de Americas Barometer una variable de Progresismo o Conservadurismo cultural que mide la posición de los individuos en tres temas: aceptación de la homosexualidad, el derecho al aborto y el matrimonio igualitario (preguntas d5, w14a y d6, respectivamente)4. Nuestras categorías son relativamente simples, llamamos “muy progresistas” a los que se pronunciaron a favor de esas tres libertades, llamamos “progresistas” a los que se pronunciaron a favor de dos y se opusieron a una, llamamos “conservadores” a los que se opusieron a dos de esos derechos y aceptaron sólo uno y llamamos “muy conservadores” a los que se opusieron a los tres.5 Como nos interesa mostrar la evolución del mapa de la polarización cultural, en el Gráfico 7 mostramos sólo a los grupos más consistentes dentro de cada orientación, es decir, la evolución del grupo “muy progresista” y la del grupo “muy conservador” dentro del total de la ciudadanía de los países que veníamos analizando y que forman parte de esta encuesta: Argentina, Brasil y EEUU. 

 

 

Lamentablemente no tenemos el dato sobre la aceptación del aborto en EEUU para el año 2016, por lo que tuvimos que suprimir esa medición para este país. Sin embargo, la complejidad de la tendencia relativa puede observarse. Si comparamos con la encuesta anterior los lugares se conservan, pero las distancias se agrandan. EEUU aparece como el país “más progresista” en temas como el aborto, la homosexualidad y el matrimonio igualitario, con un grupo “muy conservador”  menor pero significativo, porque compone el otro polo de una situación polarizada. Entre los grupos “muy progresistas” y los “muy conservadores” reúnen en EEUU prácticamente al 80% de la ciudadanía. Por su parte, EEUU tiene cambios muy leves en este período: entre el 2012 y el 2014 no se observan grandes cambios en esta composición. El caso de Brasil es relativamente parecido en términos temporales, es decir, sin grandes cambios en el período, pero con una polarización menos marcada (el 44% está en alguno de los dos extremos). Esto significa que hay muchos más casos mixtos, que aceptan algunas libertades pero no otras, lo que de algún modo es consistente con los datos de la encuesta World Values Survey que analizamos anteriormente. Lo que se observa también es la ubicación de Brasil en el último lugar en términos de aceptación plena de estas tres libertades. 

Argentina, por otro lado, muestra un caso diferente. En primero lugar, en 2012 las tasas de no-respuesta se disparan a más del 50%, tanto en lo referido al matrimonio igualitario como al tema del aborto. Siendo esto así, el dato de 2012 quedó distorsionado por este factor. De todos modos es interesante pensar si esa tasa de no-respuesta tan alta guarda alguna relación con la proximidad de la sanción de la ley de matrimonio igualitario, que en Argentina se sancionó en julio del año 2010. Cuando ya habían pasado cuatro años de “institucionalización” pero también de debate público la aceptación del matrimonio igualitario es muy alta, del 57,5% en 2014 y del 64% en 2016. Como la aceptación de que los homosexuales participen en política se mantiene relativamente estable por encima del 60%, aborto y matrimonio igualitario son los derechos y las libertades cuya aceptación o rechazo explican las transformaciones de este período interesante en la controversia cultural argentina. El resultado parecería ser el de un significativo avance (2012-2016) en términos del reconocimiento y la aceptación de estas libertades culturales.

 Para construir esta variable transformamos a D5 y D6 en variables dicotómicas.

5  El tratamiento de la no-respuesta y la categoría no-sabe no implicó un problema importante porque la tasa de respuestas afirmativas en las tres variables, salvo en un caso que vamos a mencionar específicamente (Argentina 2012), era siempre superior al 91%. Sin embargo, en los casos en los que sí existían decidimos “neutralizar” las no-respuestas asignándole más valor al contenido de las respuestas afirmativas. En tal sentido: 2 respuestas a favor de estas libertades y 1 no-respuesta lo clasificamos como “muy progresista”, lo mismo en el caso de 1 respuesta a favor de la libertad y 2 no-respuesta (afortunadamente estos casos son muy marginales). Para la categoría “muy conservador” utilizamos el mismo procedimiento. El único caso difícil de decidir aparecía cuándo había 1 respuesta a favor de las libertades, 1 en contra y 1 no-respuesta. Por motivos de interpretación normativa decidimos clasificar estos casos como “conservadores”.

En el Gráfico 8 vemos la misma serie histórica pero para otra serie de valores, en este caso aquellos valores vinculados con la solidaridad y el apoyo a la intervención del Estado en la economía (preguntas: ros 4 y ros1, respectivamente). El índice que mide ambos valores nos muestra un panorama diferente al anterior, porque en este período Brasil y Argentina tuvieron un caída en el apoyo ciudadano a estos valores. Distinto, aunque en una medida muy leve, es el caso de EEUU, que también ocupa ahora un lugar diferente en la lista de países. Cuando consideramos esta dimensión de los valores culturales que incluyen la solidaridad (frente al individualismo) y la intervención del Estado (frente al libre mercado), Argentina aparece en el primer lugar como el país más solidario y cuya población aprueba con mayor intensidad la participación del Estado en la economía. Luego viene Brasil y finalmente EEUU. Tal vez se trate de resultados esperables, sobre todo para el caso de EEUU, pero estos datos nos sirven para armar el cuadro más amplio de la serie de valores y controversias culturales que llegan hasta nuestra actualidad. En ese marco, si bien Argentina permanece en el primer lugar, muestra en el período 2008-2016 un deterioro en la valoración de la solidaridad, fundamentalmente a partir del año 2012. Lo mismo sucede en Brasil. 

 

 

El Gráfico 9 nos muestra la gran transformación del período para la Argentina, que deja marcas claras sobre la coyuntura de polarización política actual. De lo que ahora se trata es de un índice de autoritarismo político, construido a partir de preguntas valorativas referidas a: la tolerancia a la disidencia, a los discursos públicos de la oposición, a la posibilidad de realizar manifestaciones pacíficas, etc. (preguntas: d1-d5). Claramente existen dos regímenes de autoritarismo político que se podían observar en América: por un lado el de Canada y EEUU, y por el otro, el de Brasil y México. Lo curioso (y terrible) de este período para Argentina es que pasó de tener un índice de autoritarismo político parecido al de Canada y EEUU, para terminar en un índice más alto que el de Brasil y México, volviéndose así el país con más autoritarismo político de todos estos países. Es cierto que Canada y EEUU también culminan en este registro con un valor superior al de 2006, mostrando claramente los efectos de la crisis del año 2008 sobre el campo político, incrementándose las disposiciones hacia la intolerancia entre la población. Pero Argentina recorre ese camino sin freno ni retroceso en todo este trayecto, constituyendo este el verdadero cambio político-cultural que habría que evaluar con más cuidado, por ser el más significativo. 

 

 

Es cierto que todos estos datos de opinión pública deben ser leídos con cuidado, ya que pueden contener errores y son falibles por definición. Pero dentro de lo que nos permiten observar nos muestran tendencias, la complejidad interna de los cambios culturales y algunas determinaciones socio-culturales que, sin ser unívocas, explican en parte el escenario de polarización política. 

En los Cuadros 10, 11 y 12 podemos analizar para la última medición de Argentina, las preferencias políticas de cada una de las orientaciones valorativas que veníamos estudiando. Como el trabajo de campo fue realizado entre fines del 2016 y comienzos del año 2017, el último dato de preferencias políticas disponibles es el del voto en la elección presidencial del 2015. Estos cuadros nos acercan mejor a la coyuntura actual y nos muestran, con sus matices, de dónde provienen los apoyos ideológicos de cada fuerza política. La primera observación, la más evidente y la más sistemática para la situación política de la Argentina a comienzos del año 2017, destaca la capacidad de una fuerza política de derecha como Cambiemos para consolidar mayorías entre los conservadores, los individualistas y los grupos más proclives al autoritarismo político. Esa capacidad de articulación “por derecha”, o más bien, esta configuración de la derecha del campo ideológico aparece con mucha nitidez en relación a las tres orientaciones valorativas que hemos relevado y constituye el material más potente, el que mejor identifica a esta fuerza política: conservadores culturales, individualistas en términos sociales, autoritarios en términos políticos. No siempre resultó fácil articular a esos grupos sociales en un mismo proyecto político. Una gran virtud de Cambiemos consistió en producir esta identidad cultural, trazar para estos grupos un horizonte histórico (hacia el pasado y el futuro) y fundirlos en un único partido político.    

 

 

 

 

Si analizamos ahora los detalles del cuadro de composición que combina lo ideológico-cultural con lo político-partidario, vemos que, al menos hasta el año 2017, Cambiemos también recogía un caudal significativo de preferencias en el grupo que manifestaba valores “solidarios” (a favor de la redistribución y a favor de la intervención del Estado en la economía). No sucedía lo mismo en el grupo más intenso dentro de esa orientación valorativa, que nosotros hemos denominado “muy solidarios” (muy a favor de ambas determinaciones), pero esta inscripción dentro del valor solidaridad le bastaba a Cambiemos para –por decirlo de algún modo– perforar el campo del rival y lograr conquistar así adhesiones diferentes a las de su núcleo identitario y sus articulaciones de proximidad ideológica. De hecho, en esta variable “solidaridad” es donde se observaba en el año 2017 la menor polarización cultural. 

Podemos constatar entonces que para lograr una articulación política más allá de sus fronteras ideológicas, Cambiemos no recurrió al convencimiento discursivo de los que tienen un pensamiento anti-autoritario, que sería el registro típico de las subjetividades éticas post-materialistas o de quienes están muy a favor de los valores emancipatorios. En esta dimensión es donde Cambiemos muestra el peor desempeño, al menos desde el punto de vista ético-político, porque el FPV atrae claramente a la mayoría de estos grupos no-autoritarios en términos de disposiciones éticas. Tampoco parece ser el progresismo cultural en temas como el aborto o la homosexualidad la clave de ese crecimiento y esa legitimación, si bien en este caso ocupa un espacio significativo, que de todos modos no es mayoritario. La clave de este movimiento de articulación de fuerzas heterogéneas parecería haber radicado en su capacidad para atraer hacia su bloque ideológico homogéneo a los grupos que, al menos en un nivel consciente y superficial, creen en la necesidad de la intervención del Estado y valoran la solidaridad frente a las versiones más claras de individualismo neo-liberal. Esta fue su novedad o su capacidad política coyuntural en relación a la pluralidad del espacio social, haber consolidado un bloque conservador (con orientaciones éticas: individualistas, anti-progresistas en términos culturales y autoritarias en términos políticos) que logró articular parte de la pasión por la solidaridad que late en el “corazón de los argentinos”.

Para finalizar esta parte vamos a intentar graficar todas estas particularidades culturales de la polarización política reponiendo las dimensiones que hemos estudiado en un análisis de correspondencias múltiple (Gráfico 13). Utilizando los mismos datos que recoge Americas Barometer para la Argentina (2016-17), vamos a visualizar de forma más clara y sintética la articulación que existe entre el campo ideológico y el campo de las preferencias políticas de la ciudadanía, para poder interpretar de qué modo la polarización cultural se articula con la polarización política. 

 

 

Lo primero que sobresale en este campo ideológico-cultural es la fuerte articulación de las variables autoritarismo político y conservadurismo cultural. Cada par de categorías aparecen próximas en el espacio social: nada autoritarios y muy progresistas, poco autoritarios y progresistas, autoritarios y conservadores, muy autoritarios y muy conservadores. No sucede lo mismo, como habíamos anticipado, con la variable solidaridad, que aparece combinada de un modo heterogéneo, siguiendo otra distribución y otra forma de diferenciación de los grupos. 

Si nos quedamos por ahora con la posición que asumen de un lado los grupos muy conservadores y muy autoritarios, frente a la posición de los grupos de quienes mostraron valores nada autoritarios y muy progresistas, vemos que la polarización ideológico-cultural es muy nítida y muy intensa. También vemos que la polarización política acompaña esa división, pero lo hace con otro grado de intensidad, lo que se observa a través de una distancia menor entre los grupos enfrentados en esa dimensión del campo político-ideológico. De hecho, en esta primera aproximación vemos que la polarización cultural es mayor a la polarización que existe entre las identidades políticas mayoritarias (que se aproxima mucho a la polarización que existe entre las categorías intermedias de las variables culturales: autoritarios y conservadores, progresistas y poco autoritarios). En este sentido, esta fotografía del campo político-ideológico del año 2017 no nos muestra una exacerbación político-partidaria de los conflictos sociales, sino más bien una representación política  bastante razonable y moderada de intensas diferencias y controversias culturales que atraviesan y dividen a la sociedad. Esto no sólo significa que la polarización es un hecho de la opinión pública, sino que son procesos y grupos de la propia sociedad civil los que rompieron una serie de consensos culturales previos (la heterosexualidad como norma, la imposibilidad de discutir el derecho al aborto, etc.) y se lanzaron en la búsqueda del reconocimiento de nuevas libertades y nuevas formas de convivencia social. 

Hay quye entender que ninguna de estas determinaciones de la polarización social, en sí mismas, lesionan a la democracia, ni en el sentido de la formación libre de la voluntad popular, ni en el sentido del respeto constitucional de los derechos de las minorías y los grupos vulnerables. Por eso no habría que pensar a la polarización política como un síntoma del mal funcionamiento de la democracia, sino como un modo en el que determinados conflictos y procesos de transformación socio-cultural se pueden expresar y elaborar en el marco del Estado de derecho democrático. Cuando esos conflictos son muy intensos y las diferencias muy grandes, la polarización política puede transformarse en el único camino para que la democracia logre contener a las posiciones en disputa y que, a su vez, éstas puedan reconocerse como parte de un campo común en transformación sin caer en la tentación totalitaria que pretende suprimir las divisiones en un molde cultural homogeneizado a la fuerza.  

 

Volviendo al gráfico del campo político-ideológico, vemos que en el cuadrante superior izquierdo aparecen como opciones políticas minoritarias pero coherentes ideológicamente Margarita Stolbizer y Nicolás del Caño. El grupo hacia el centro que está más cerca de esta parte izquierda del campo son los votantes de Daniel Scioli, que tiene como marca de identidad más clara al grupo ideológico constituido por los “muy solidarios”. En el lado izquierdo del campo ideológico-cultural aparecen entonces tres grupos políticos en términos de su voto anterior: FIT, Progresistas y FPV. También aparecen dos grupos de edad6: 16-29 y 30-49. De este lado del campo, lo que vemos es que las diferencias culturales se articulan con las posiciones políticas, pero lo hacen con bastante dispersión. Lo que tienen en común estos grupos es su diferencia frente al horizonte de valores de los votantes del candidato que queda del otro lado del campo: Mauricio Macri. 

Del lado derecho del campo político-ideológico aparece un espacio más articulado, que tiene en el año 2017 a la figura del presidente Macri en el centro de esa articulación política. De hecho, los grupos autoritarios y solidarios aparecen prácticamente fundidos con sus votantes. El otro dato que confirma en parte las hipótesis de Inglehart y Norris es el de los grupos etarios que están inmediatamente próximos a Macri: 50-65 - 66 y más. Este polo se completa con los conservadores en términos culturales y dos grupos que se diferencian aún más hacia la derecha del campo que son los grupos “muy conservadores” y “muy autoritarios”. En conjunto conformaban a comienzos del año 2017 –muy lejos de cualquier vestigio de subjetividad postmaterialista– la inestable alianza de lo que podríamos llamar siguiendo a Inglehart, en términos de orientaciones culturales, como materialismo reaccionario, una posición que le propone al sujeto permanecer lejos de cualquier “ideal” o “aspiración utópica” de emancipación, pero para movilizar la energía de ese realismo escéptico exclusivamente en un conjunto de actos reactivos profundamente conservadores: anti-gay, anti-matriomonio igualitario, anti-planes sociales, anti-aborto, anti-política, anti-disenso, anti-libertades públicas. El materialismo reaccionario sí es una ética privatista, que vuelve a plegar al sujeto sobre las necesidades básicas del cuidado de sí y el odio frente a lo que aparece como diferencia cargada de deseo, como anticipación de una transgresión cultural largamente anhelada, como otras formas de vida que prometen una sociedad distinta. Contra todo eso alza su contra-golpe este materialismo reaccionario, que define bastante bien al componente popular del macrismo y nos permite concebir mejor a qué se refiere el jefe de gabinete Marcos Peña cuando habla del “alma de los argentinos”, a la que su fuerza política se dirige y cuyos corazones dulcemente pretende seguir conquistando.

 En este modelo utilizamos la variable edad como variable suplementaria.

 


 

3.3. Polarización cultural y polarización política en la encrucijada de las elecciones del 2019.

 

¿Cómo se expresan las cuestiones y las controversias culturales que venimos reconstruyendo en la inminencia de la disputa presidencial del año 2019 en Argentina? ¿Qué ha pasado con esas tendencias de larga duración que mostraban un lento avance –con retrocesos y recomienzos– de los valores emancipatorios en Argentina? ¿Qué está pasando con la polarización política en temas como el aborto, el autoritarismo o la xenofobia? Lamentablemente no contamos con datos a nivel nacional que incluyan estas controversias ideológicas dentro del análisis político, pero sí contamos con los resultados de dos relevamientos recientemente elaborados en la Provincia de Buenos Aires con un  diseño muestral que los vuelve comparables. El primero fue realizado en mayo del 2018 por el GECID, con una línea de trabajo teórica desarrollada a través de enfoques multidisciplinarios y siguiendo una metodología implementado por la consultora Demosgrafia. El segundo trabajo, realizado en marzo del 2019 por la misma consultora, que se ha venido destacando por realizar estudios de opinión pública que incorporan la variable ideológica en el diseño de sus encuestas y sus análisis políticos.

Para concluir este informe presentamos entonces registros muy recientes sobre cuatro temas que forman parte de la polarización cultural contemporánea: aborto, autoritarismo, xenofobia y relación con el FMI. Al tratarse de investigaciones diferentes, no siempre los enunciados de las preguntas son equivalentes. Hemos tratado de utilizar las preguntas que permiten comparar mejor lo que ha sucedido con la polarización cultural y la polarización política en ese tiempo complejo que llega hasta la coyuntura actual. De todos modos, en los casos en los que las preguntas contienen variaciones significativas, creemos que los resultados también resultarán de interés para el lector. La última columna de cada gráfico muestra los resultados totales, que permiten tener una representación aproximada de cómo se transformaron a lo largo de un año las posiciones de la opinión pública de la Provincia de Buenos Aires, que conforma el distrito electoral más importante del país alcanzando el 38% del total nacional. 

 

 

 

 

 

Cabría destacar dentro de los resultados totales relevados en marzo de 2019 lo siguiente: 

  1. El incremento que recibe el apoyo al aborto en detrimento de los que se pronuncian sin posición (o no sabe), ya que el acuerdo pasó del 51,6% en 2018 al 60,9% en 2019. Hay que destacar también la fuerza del apoyo que recibe en 2019 el aborto entre los votantes de Cristina Kirchner, ya que el 62,8% de ellos se posicionan en la categoría más decidida, manifestándose muy de acuerdo con el aborto. Sobre este dato incide evidentemente el perfil etario de los votantes de Cristina Kirchner. Tal como sucedía en el 2018, en el 2019 Mauricio Macri es el candidato que mejor contiene a los grupos que se oponen a la legalización del aborto.7 
  2. El punitivismo no parece haber aumentado entre un año y otro, si bien las preguntas son diferentes y merecerían un análisis más detallado sobre su validez como indicadores de esta cuestión.8 De todos modos la estructura de los apoyos se conserva, con una variación importante. En el año 2018 Macri tenía un perfil interno de votantes muy similar al de Massa en este tema referido a “la ley y el orden”, mientras que en 2019 su perfil se destaca frente al de cualquier otro candidato en esta dimensión de la cultura política: contiene un 63,5% de ciudadanos que están muy de acuerdo con que las FFAA vuelvan a patrullar las calles de la provincia, lejos del 45,8% de Massa y del 43,11% de Lavagna. Cristina Kirchner y Nicolás del Caño siguen reuniendo a los grupos menos proclives a este tipo de valoraciones. En el caso de la candidata de Unidad Ciudadana esto se nota con mayor intensidad en el enunciado de 2019, comparado con los valores de 2018.
  3. La xenofobia es un tema muy complejo de relevar, casi imposible de cubrirlo con una única pregunta directa. Sin embargo, en este registro superficial, la xenofobia oscila entre el 22% y el 26%, siendo el candidato que reunía más posiciones xenófobas en 2018 Sergio Massa (44,4%), mientras que en el 2019 ese lugar lo ocupa el presidente Macri, con un total de 33% y Nicolás del Caño, con un total de 35,5% de sus votantes en contra de la inmigración (probablemente esto se deba a que la pregunta de Demosgrafia del 2019 hace referencia al mundo del trabajo y enfoca el prejuicio xenófobo en el perjuicio que la inmigración generaría entre los trabajadores argentinos).
  4. La estructura del apoyo y del rechazo al hecho de volver a endeudar al país con el FMI permanece prácticamente idéntica, ya que sólo los votantes potenciales de Macri apoyan esa medida en ambas mediciones. En esta cuestión del debate público, puede ser interesante analizar la intensidad de los apoyos y los rechazos, pero la encuesta del GECID del año 2018 no nos permite hacer un análisis comparativo. Lo que sí observamos es que en 2019, luego de un año de implementado el acuerdo del gobierno con el FMI hay muchos menos indecisos sobre este tema (pasaron del 15,8% en 2018 al 5,3% en 2019).
  5. Todas estas mediciones confirman la interpretación que hicimos anteriormente sobre la estructura interna de los dos polos del campo ideológico-político. De hecho, muchas tendencias se han profundizado, como es notorio en el caso de la valoración del aborto o de las medidas más autoritarias propuestas para combatir el delito. 

 Desde el OCOP hemos escrito un informe específico sobre esta problemática y su relación con los diferentes espacios políticos. El mismo se puede consultar en: https://www.centrocultural.coop/blogs/ocop/2018/09/campo-ideologico-y-campo-politico-proposito-de-la-cuestion-de-genero-y-la

 Estudiamos esta problemática en nuestro informe anterior: https://www.centrocultural.coop/blogs/ocop/2018/11/bolsonaro-llego-hace-rato-parte-1-por-eugenio-garriga-pablo-villarreal-y-ezequiel

 


 

 

Anexo I. Materiales para profundizar la comparación entre Brasil y Argentina.

 

Quedaron fuera del presente informe algunos procesamientos que habíamos hecho para la comparación entre Brasil y Argentina sobre la base del World Values Survey que nos parecen que pueden ser de interés de los lectores. Los agregamos en este primer anexo sin mayores comentarios, que por cierto el material indica que los requeriría. Creemos que completan el panorama de las similitudes y las diferencias entre ambos procesos ideológicos y políticos. El dato referido a la “percepción de estar viviendo en una guerra civil” merece especial atención para poder distinguir modos democráticos de modos no-democráticos de decidir sobre la polarización cultural y política. 

 

 


 

Anexo II: Metodología y Referencias a las fuentes de los datos.

 

A) Para realizar este informe utilizamos fuentes de datos cuantitativos producidos por diversas instituciones.

 

La encuesta Americas Barometer realizada por la Universidad Vanderbilt (Nashville, Tennessee), que abarcó la totalidad de la Argentina, tiene para el período considerado una muestra de 1500 casos. Para mayor información sobre el diseño muestral, visitar el sitio: https://www.vanderbilt.edu/lapop/argentina/Argentina_AmericasBarometer_Tech_Info_2016_17_W_092217.pdf

 

La encuesta World Values Survey forma parte de un proyecto internacional dirigido y publicado por: Inglehart, R., C. Haerpfer, A. Moreno, C. Welzel, K. Kizilova, J. Diez-Medrano, M. Lagos, P. Norris, E. Ponarin & B. Puranen et al. (eds.). 2014. World Values Survey: Round Six - Country-Pooled Datafile Version: http://www.worldvaluessurvey.org/WVSDocumentationWV6.jsp. Madrid: JD Systems Institute.

 

La encuesta realizada por el Grupo de estudios críticos sobre ideologías y democracia (GECID-IIGG, UBA-CONICET), que abarcó la provincia de Buenos Aires, durante la última semana de mayo de 2018, con un total de 1800 encuestas (IVR). En función del tamaño, los errores muestrales correspondientes son de +/- 2,3%  para el total de la Provincia de Buenos Aires.

 

La encuesta realizada por la consultora Demosgrafía también abarcó al total de la provincia de Buenos Aires y fue realizada durante marzo de 2019. Se relevaron un total de 1800 casos (IVR). En función del tamaño, el error muestra es de +/- 2,3%.

 

B) Sobre el modelo de ACM realizado sobre los datos de Americas Barometer:

 

Como se observa en este resumen del modelo, existe una pérdida importante de casos en la variable voto anterior. De todos modos, por la solidez de la muestra, creemos que el modelo sigue siendo válido como representación aproximada de la articulación entre el campo ideológico y el campo político para el período considerado. 

 

Crédito

Multiple Correspondence

Version 1.0

by

Data Theory Scaling System Group (DTSS)

Faculty of Social and Behavioral Sciences

Leiden University, The Netherlands

 

Resumen de procesamiento de casos

 

Casos activos válidos

873

Casos activos con valores perdidosa

651

Casos complementarios

4

Total

1528

Casos utilizados en análisis

1524

a. Se han producido valores menores o iguales que cero (consulte la tabla de advertencias).

 

 

Estadísticos descriptivos

 

Autoritarismo político

 

 

 

Frecuencia

 

Válido

Muy Autoritarios

191

Autoritariosa

511

Poco Autoritarios

427

Nada Autoritarios

284

Total

1413

Perdidosb

Sistema

111

Total

111

Total

1524

 

a. Moda.

 

 

b. Estrategia para valores perdidos: Excluir valores.

 

 

Libertad elección cultural (aborto, homosexualidad, matrimonio igualitario)

 

 

 

Frecuencia

 

Válido

MuyConservador

204

Conservador

331

Progresista

357

MuyProgresistaa

630

Total

1522

Perdidosb

Sistema

2

Total

2

Total

1524

 

a. Moda.

 

 

b. Estrategia para valores perdidos: Excluir valores.

 

 

Voto en elección presidencial 2015

 

 

 

Frecuencia

 

Válido

Nulo

7

Mauricio Macria

400

Daniel Scioli

354

Sergio Masa

111

Nicolás del Caño

18

Margarita Stolbizer

15

Otros

42

Total

947

Perdidosb

< 1

31

Sistema

546

Total

577

Total

1524

 

a. Moda.

 

 

b. Estrategia para valores perdidos: Excluir valores.

 

 

Solidaridad e intervención en la economía

 

 

 

Frecuencia

 

Válido

Muy individualistas

29

Individualistas

191

Solidarios

538

Muy solidariosa

662

Total

1420

Perdidosb

Sistema

104

Total

104

Total

1524

 

a. Moda.

 

 

b. Estrategia para valores perdidos: Excluir valores.

 

 

edadA (agrupado)a

 

 

 

Frecuencia

 

Válido

16-29

437

30-49b

578

50-65

331

66 y más

178

Total

1524

a. Variable complementaria.

 

 

b. Moda.

 

 

Historial de iteraciones

 

 

 

Número de iteración

Varianza contabilizada para

Pérdidas

 

Total

Aumentar

 

73a

1.603084

0.000010

2.396916

a. El proceso de iteración se ha detenido porque se ha alcanzado el valor de prueba de convergencia.

 

 

 

Resumen del modelo

 

 

 

Dimensión

Alfa de Cronbach

Varianza contabilizada para

 

Total (autovalor)

Inercia

1

0.601

1.820

0.455

2

0.372

1.386

0.347

Total

 

3.206

0.802

Media

.502a

1.603

0.401

a. La media de alfa de Cronbach se basa en la media de autovalor.

 

 

 

 

Compartir en

Añadir nuevo comentario

Image CAPTCHA