Nota Coyuntura: "Boletín, tu escuela: calidad, premios y competencia" - Natalia Stoppani | Centro Cultural de la Cooperación

Nota Coyuntura: "Boletín, tu escuela: calidad, premios y competencia" - Natalia Stoppani

13/06/2013

El viernes 31 de mayo fue publicada una nota en el diario La Nación y otra en Clarín sobre dos anuncios de la cartera educativa del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires: la presentación de un proyecto de ley por medio del cual se habilitaría la creación de un ente autárquico y autónomo de evaluación de la calidad educativa de la Ciudad de Buenos Aires y la creación de “boletines” por escuela con datos cuantitativos que informarán el rendimiento de tales en los últimos tres años.

El Instituto de Evaluación de la Calidad y Equidad Educativa tiene diversas aristas que requieren ser analizadas y apreciadas en sus implicancias. En primer término aparece fuertemente enfatizada la prioridad de “calidad” como sinónimo de evaluación estandarizada de conocimientos elaborados por expertos, legitimados por la autoridad de aplicación ministerial, aplicados acríticamente por docentes y absorbidos  por los y las estudiantes. Estos últimos, serán convenientemente enjuiciados por un Ministerio cuyo papel se reduce a la evaluación de resultados. Todas estas formas que pretende desarrollar el presente instituto tienen clara sintonía con un proyeto político pedagógico de naturaleza autoritaria y tecnocrática, es decir, antagónico de aquellos proyectos que buscan generar conocimiento crítico y ciudadanos libres y que se enmarcan en procesos emancipadores y liberadores.

Hay otros planos igualmente preocupantes. La creación del Instituto genera una amenaza sobre los trabajadores del Ministerio que están en la Dirección General de Evaluación de la Calidad Educativa y el riesgo de su estabilidad laboral, puesto que en ningún artículo del proyecto de ley hay mención alguna a los puestos de trabajo hoy existentes.

Y en el campo de los docentes, qué implicancias tendrán estas evaluaciones en su propio proceso de trabajo, también es una gran incógnita.

El hecho de que el Ministerio no sea evaluado con sus políticas – que en toda la gestión del macrismo han revelado severas definiciones mercantiles, privatistas y de vaciamiento de lo público - hace entrever que una vez más se trata de crear dispositivos que difundan no sólo una concepción de educación que cuestionamos sino que se erija como dispositivo de un Estado muy presente a la hora del ejercicio del poder punitivo.

El “Boletín tu escuela”, tiene que ver con el envío a las escuelas de “boletines” donde se reflejarían indicadores sociodemográficos, como el total de la población, tasa de desempleo, nivel de pobreza y variables educativas, como repetición, matrícula y sobreedad. Según las fuentes relevadas, este boletín tiene diversos objetivos: por un lado, poder brindar información a los directivos sobre la situación de su escuela, para que éstas puedan mejorar su índice, con esfuerzo y compromiso, año tras año; por otro lado, poder otorgarle información a las familias que quieran mandar a sus hijos a esas escuelas, para que puedan elegir libremente el establecimiento educativo.

Asimismo, Esteban Bullrich, Ministro de Educación porteño, afirmó: "Si la escuela mejora un 10% con respecto al año anterior podemos darle una nueva biblioteca. Si mejora un 20%, los chicos del séptimo grado podrían viajar a Bariloche. Lo que queremos es que se comprometa toda la comunidad en la mejora de la calidad".

Estas definiciones, que colocan a las escuelas en abierta competencia por ganar recursos instaurando el sistema de premios y castigos cuando muchos de los recursos otorgados como premios deberían existir en las escuelas si hablamos de mejorar la calidad, ameritan reflexión y análisis. Un efecto de este dispositivo estadístico, aparentemente neutral, objetivo, es que pone el eje en la responsabilidad excluyente de la institución educativa. Y no se trata de negar el papel que la institución y los docentes tienen en toda apuesta democratizadora, sino de pensar cuál es el rol que el Estado de la Ciudad ejerce como garante del derecho a la educación, si en una medida semejante aparecen indicadores que responsabilizan a las escuelas, docentes y familias del estado de la educación.

Por otro lado, pareciera ser que si los directivos dedican su tiempo a empeñarse por mejorar esos datos, las escuelas mejorarían y se elevaría la calidad educativa. Mostrar los datos de cada escuela como sinónimos de la calidad e instalar en la agenda pública esta definición lineal, simplista y liberal de la educación nos recuerda al caso chileno y sus ránkings educativos: las escuelas compiten por obtener una mejor posición, generando escuelas mejores y escuelas peores, escuelas para ricos y escuelas para pobres, escuelas con más recursos y escuelas con menos recursos. En este sentido, si uno piensa que aún tenemos una educación descentralizada, culminada durante el menemato, y un financiamiento educativo que sigue siendo inequitativo, lo más probable es que esta competencia también tenga que ver con los recursos que cada escuela tiene para poder mejorar sus condiciones de enseñanza y aprendizaje. La competencia, entonces, es aún más material: quien cuente con más recursos, podrá poner su escuela en condiciones como para poder atraer más demanda, seleccionar más a sus alumnos y elevar su posición en el ránking. Si pensamos que hay cuestiones que no se resuelven sólo en la escuela, sino que dependen de las políticas que se desarrollen en otros ministerios ¿qué pasará con aquellas que no puedan mejorar sus indicadores?

Sin embargo, mejorar la escuela no tiene que ver solamente con recursos económicos, sino con mayor y mejor gestión de lo público. Que el Gobierno de la Ciudad solamente presente la calidad educativa como una cuestión de números y de datos vinculados, sobre todo, al desempeño de los estudiantes en la escuela, demuestra lo poco que le interesa repensar la formación de los maestros, mejorar las condiciones edilicias, elevar los salarios, discutir el currículum escolar y hacer de la escuela, no un espacio de competencia, oferta y demanda, sino un lugar de formación de sujetos críticos y libres.

Y como frutilla del postre, el Ministro dice que las escuelas podrán gozar de beneficios en caso de mejorar sus estadísticas…Entonces ¿acaso no es deber del Estado proveer de bibliotecas a las escuelas? ¿Es el estado el que debe ofrecer premios ante el “buen desempeño”? Poseer bibliotecas en las escuelas, ¿no es parte del derecho a la educación? ¿Las escuelas deben esforzarse para que el derecho a la educación de su población se cumpla? ¿El mérito de los directivos por comprometerse con su escuela, será el criterio de la formulación de políticas educativas de la gestión del pro? ¿Será que piensan al conocimiento como una mercancía, al sistema educativo como un mercado y al Estado como un administrador y juez de la competencia?

Para quienes creemos en proyectos políticos emancipadores, una educación neoliberal y excluyente no tiene cabida. Tal vez es una muestra más para pensar qué queremos para nuestra Ciudad: en esta gestión, las palabras liberación, transformación y emancipación no cuajan.

Natalia Stoppani

Observatorio de Políticas Educativas

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