La Masacre de Uncía, Bolivia 1923. | Centro Cultural de la Cooperación

La Masacre de Uncía, Bolivia 1923.

30/06/2009

Música: Arbolito: Amerika Bonita

Mapa de Bolivia y del dpto. de Potosi

Al igual que en el resto de América Latina a fines del siglo XIX y comienzos del XX, en Bolivia comenzaron a formarse las primeras organizaciones obreras, a lo largo de la década de 1910 y 1920 se organizaron y aumentaron la participación de los obreros, sobre todo en los sectores mineros ya que las minas eran explotadas por empresas extranjeras a lo largo del sector cordillerano del país, logrando un gran auge económico para el país pero, a la vez  tubo como consecuencia la explotación de una gran parte de la sociedad y de los trabajadores bolivianos

             El 1 de mayo de 1923, en Uncía, capital de la Provincia de Bustillo, perteneciente al departamento de Potosí, no sólo se conmemoró el recuerdo de “Los mártires de Chicago”, sino que también se fundo la “Federación Obrera Central de Uncía” (FOCU), con el objetivo de organizar la resistencia cansados de la explotación de las compañías estañíferas “La Salvadora” y “Estañifera Llallagua”, promover la solidaridad y el compañerismo entre los obreros, como así también lograr una mejor remuneración y mejores condiciones de trabajo. Los ideólogos en la conformación de la federación y principales dirigentes fueron: Guillermo Gamarra, Gumercindo Rivera, Manuel Herrera, Marcial Arana y Ernesto Fernández.  

La formación de la FOCU no fue bien vista por las empresas extranjeras, ya que esta buscaba organizar a todos los obreros mineros de la región bajo su control, y esto provoco el comienzo de las hostilidades entre los dos grupos,  por parte de las compañías no se reconoció la formación de la federación, proponiendo a cambio la formación de sub consejos federales, para   descentralizar a la nueva  organización.

El no reconocimiento de la nueva federación llevo a un ida y vuelta de discusiones que finalizaría con el llamado a huelga general por parte de los obreros mineros, este fue el único camino para poder lograr sus objetivos y  comenzó el envío de telegramas a las demás federaciones del país para lograr un gran apoyo; así fue como el 1 de junio de 1923, el gobierno de Bolivia debió decretar el Estado de sitió dada la gran respuesta que recibieron los obreros mineros de Uncía de las demás federaciones. Al día siguiente los soldados comenzaron a recorrer las calles de Uncía con la orden de reprimir cualquier encuentro o manifestación de obreros que se produjera, esto era el anuncio de lo que vendría en los próximos días.

 El día 4 de junio por la mañana Gamarra fue visitado, en su lugar de trabajo, por el teniente Coronel Villegas y los empresarios Ayroa y Blink a una charla en la oficina de la subprefectura, en la que le ofrecieron llegar a un arreglo con las compañías, dado el peligro que esto representaba para Gamarra los obreros impidieron que fuese llevado, pero Gamarra en pos de encontrar una solución al conflicto acepto ir junto con otros compañeros; una vez en la oficina, les fue comunicado que quedaban arrestados junto a dirigentes que pertenecían al gobierno, que apoyaba a los obreros. Claro que al mismo tiempo el resto de los obreros no se quedaría de brazos cruzados y comenzaron a llegar a la plaza central de Uncía, donde estaba ubicada la oficina, para pedir la libertar de lo presos políticos.

Para impedir la represión del ejército sobre los obreros manifestantes, Gamarra y Rivera salieron de la oficina comunicándoles a sus compañeros que estaban siendo notificados de que debían viajar a La Paz, capital del país, ha reunirse con los gobernantes, y que no temieran por ellos que todo iba a estar bien, además ya podían regresas a sus casas a esperar los resultados de dicho viaje y reunión; pero los obreros descreídos del gobierno y temiendo por la vida de sus representantes no se movieron de la plaza.

Esto produjo que el mayor del ejército Ayroa diera la orden al “Batallón Técnico” de abrir fuego contra los manifestantes, pero en un hecho llamativo los soldados se negaron a reprimir a los trabajadores, lo que enfureció aun más al mayor Ayroa, decidiendo este tomar una ametralladora y arremeter contra los obreros asesinado a cuatro obreros e hiriendo a otros doce de los cuales tres morirían en los días sucesivos (estos son los datos oficiales, ya que, según el relato de algunos sobrevivientes, fueron mucho más que cuatro los cuerpos que quedaron desangrados en la plaza, y que luego desaparecieron), este fue el comienzo de la persecución y asesinato de los obreros. En medio de la plaza poblada de muertos y heridos se escucha el grito de una mujer, Aurelia de Tapia Leiza, quién fue callada por los fusiles, para luego caer herida.

Al día siguiente, 5 de junio, unos 6000 obreros de las regiones vecinas se sumaron a la huelga, que duraría hasta el día 9, cuando, Hernando Siles, delegado del gobierno, y el sacerdote franciscano Fernando González, recomendaron a los obreros aceptar las propuestas para nada convenientes que ofreció el gobierno juntamente a las empresas mineras, cuyo principal punto era dividir a la Federación en dos secciones independientes sin vinculación entre las mismas y camino por el que lograrían la desaparición de la nueva Federación.

Pero no fue sólo la división de la federación lo que buscaron el gobierno y los empresarios mineros, sino también al día siguiente de la masacre, comenzaron los destierros y traslados a otras partes del país de los principales dirigentes que conformaron la federación. Gamarra y Rivera, junto a Albarracín y Camacho, fueron puestos en un tren rumbo a la ciudad de Oruro, pero faltando algunos kilómetros para llegar a esta ciudad fueron bajados y desviados a la ciudad de Corque donde se cree que permanecieron encarcelados hasta fines de noviembre de 1923. Ernesto  Fernández fue apresado y enviado a la ciudad de Puerto Acosta, donde se desconoce que es lo que sucedió con él. Maldonado logro escapar a la Argentina, donde siguió comprometido en la lucha obrera en las provincias de Norte Argentino.

El día 8 de junio, los obreros seguían instalados en la plaza, sosteniendo la huelga y reclamando por la libertad y el regreso de los presos políticos. Pero la respuesta obtenida desde el gobierno, y por el mismo presidente del país, Bautista Saavedra, deja bien en claro de que lado estuvieron los gobiernos de Nuestra América a lo largo de la historia, “… es necesario que vuelvan al trabajo y como secuencia de ese acto el gobierno atenderá el regreso de algunos compañeros, los menos peligrosos…”[1], claro que esta promesa jamás fue cumplida.

 

Alejandro Pisnoy

Prof./ Invest. CCC.

 

 

 

 

Referencias Bibliográficas

Lora, Guillermo. Historia del Movimiento Obrero Boliviano 1900-1923. Ed. Los Amigos del Libro. La Paz. 1969.

Querejazú Calvo, Roberto. Llallagua. Historia de una Montaña. www.librosmaravillosos.com

 



[1] Saavedra, Bautista en: Lora, Guillermo. Historia del Movimiento Obrero Boliviano 1900-1923. Ed. Los Amigos del Libro. La Paz. 1969.

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