A puro grupo, Daniel Sanjurjo. Por ANA LONGONI | Centro Cultural de la Cooperación

A puro grupo, Daniel Sanjurjo. Por ANA LONGONI

01/07/2013

En 2010 Daniel Sanjurjo preparó -junto a algunos amigos[1]- un proyecto de exposición que no se llegó a concretar (aún). Lo tituló “A puro grupo” y recorría –a partir de su propia experiencia y perspectiva- los sucesivos colectivos de activismo artístico de los que fue activo impulsor desde comienzos de los años ochenta, cuando arribó desde Montevideo a Buenos Aires. “A puro grupo” supone una clara toma de posición, una autodefinición de su modo de hacer y entender el arte: con otros y para otros.

Siguiendo las huellas de estas prácticas artístico-políticas, podemos recorrer la memoria sensible de una historia otra de tres décadas: desde las movilizaciones por los derechos humanos clamando por el fin de la dictadura, contra la auto-amnistía y por la libertad a los presos políticos, la agitación contra el FMI o en repudio a la visita del papa, los conflictos obreros y los reclamos de los excombatientes de Malvinas, los contrafestejos de los quinientos años de la conquista de América, o las acciones -dura y sencillamente- contra el hambre; hasta los escraches, el que se vayan todos, las fábricas recuperadas, las muertes por gatillo fácil… y más.

Gas-Tar (Grupo de Artistas Socialistas-Taller de Arte Revolucionario)[2] y más tarde CAPaTaCo (Colectivo de Arte Participativo-Tarifa Común)[3] agruparon a jóvenes artistas -en algunos casos vinculados al Movimiento al Socialismo- durante la década del ochenta y hasta 1991. Sus acciones participativas (gráficas, performáticas) tuvieron como espacio privilegiado la calle, en el marco de movilizaciones masivas o conflictos sociales. También desplegaron solidaridades internacionalistas como el Gallo Sandinista, en apoyo a la revolución nicaragüense, Vela x Chile –contra la dictadura de Pinochet- y Bicicletas a la China, en solidaridad con las víctimas de la matanza de Tiananmen.

Desde 1989, Dani fue parte de los pocos grupos que, en medio del repliegue que significó la década siguiente, signada por la impunidad y el avance neo-liberal, persistieron en ocupar las calles y generar allí alguna resonancia antagonista. Desde su lema, el grupo Por el Ojo/ Video sin cámara convierte la precariedad y la carencia en un lugar de enunciación. Produjeron murales transportables o ubicados en lugares de tránsito popular (es recordada La sopa de Solís en la estación de trenes de Once, así como el evento multimedia que significó una suerte de ocupación temporal del Centro Cultural Recoleta durante el verano de 1993). Desde 1992, también integra La piedra, que propuso recorridos urbanos y performances, y construyó en apoyo a los jubilados un (anti)monumento efímero y paródico de “Canto al trabajo” de Rogelio Yrurtia con enormes cuchillo, tenedor y cuchara.

Al calor de la revuelta desatada los días 19 y 20 de diciembre de 2001, se propagó y se tornó visible el activismo artístico. De nuevo Dani estuvo allí, siempre activo y dispuesto a transmitir el cúmulo de experiencias acumuladas y disponibles para nuevos usos. Integró a la vez dos grupos emblemáticos de esos tiempos tumultuosos: el Taller Popular de Serigrafía (TPS) y Arde! Arte. El TPS nació a partir de la Asamblea Popular de San Telmo en febrero de 2002 y de manera un poco casual pasaron a estampar prendas (remeras, pañuelos, banderas, buzos: lo que la gente lleva puesto “y se saca en amorosa demanda”) en los actos y jornadas políticas, particularmente en colaboración con el movimiento piquetero.

Arde! Arte surgió como un desprendimiento de la asamblea de contrainformación Argentina Arde. Compuesto por seis o más artistas impulsó, entre otras muchas iniciativas, Labala la bandera, tiñendo de pintura al aceite de color rojo el agua de la fuente de Plaza de Mayo y lavando allí mismo decenas de banderas argentinas el 9 de julio de 2002, a pocos días del asesinato de los jóvenes piqueteros Kosteki y Santillán.

Las estrategias de producción que hilan estas sucesivas (o simultáneas) iniciativas en las que participó Dani comparten una sostenida apuesta por “colectivizar los medios de producción artístico-culturales”[4]a la vez que articulan un vocabulario común, compuesto por dispositivos creativos tales como la serigrafía y el esténcil, la producción de murales colectivos, performances, acciones y otros formatos de intervención. Son recursos para activar a una multitud (de peatones casuales o de manifestantes) a que se transforme en partícipe activo del arte y sus derivas.

A lo largo de esta trayectoria, Dani Sanjurjo tuvo un rol crucial en la transmisión del legado de las experiencias previas, impulsando nuevas conexiones. Hace pocos años, lo encontré un frío domingo de invierno en la Feria del Libro Independiente (FLIA): había montado su taller y trabajaba concentrado con sus sellos eróticos, produciendo maravillosas obritas en medio del contexto ferial. Le pregunté el precio. Me dijo que no sabía, que nunca había vendido ninguna. Ni pensaba hacerlo. ¿Qué estaba haciendo allí, entonces? Su lugar de producción siempre fue la calle y no podía estar ni solo ni encerrado: extrañaba trabajar con otros.

Ana Longoni


[1]Colaboraron con él Pablo Gregui, Guillermina Fressoli y Paula Zambelli.

[2]Según otra versión, la sigla significaría “Grupo de artistas socialistas para la transformación del arte en revolucionario”. El verbo resultante (“gastar”) otorga al nombre un plus de distancia jocosa ante denominaciones tan grandilocuentes.

[3]La sigla encierra un chiste en base al doble sentido de la palabra colectivo: como grupo y como transporte público de pasajeros, estos últimos divididos entre las prohibitivas Tarifas Diferenciales y las más populares Tarifas Comunes.

[4] S/f., “Miserere para el equeco”, La Bizca, Año I nº 2, Buenos Aires, otoño 1986.

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