Perla Benveniste: El movimiento encarnado | Centro Cultural de la Cooperación

Perla Benveniste: El movimiento encarnado

03/11/2011

Tal vez la mejor definición para la pintura de Perla Benveniste, sea decir que se trata de movimiento encarnado, materializado; movimiento que se instaura por medio de la materia y la manera en que ésta funciona sobre la tela; materia que no se apoya (es decir, la pincelada no obtura la tela), materia que no se desliza (es decir, la pincelada no resbala por el médium), la materia  flota (es decir, la pincelada genera espacio, a veces, atmósfera); la materia se desplaza, se agrupa, se transparenta y, también, se desvanece; nos da distancias que, sin dejar de serlo, son también profundidades. ¿Puede la pintura ser impulso, gracia y vivencia del cuerpo? En otras palabras ¿puede la pintura danzar, incluso independientemente de la “forma” que adopte? Eso sucede en las obras de Benveniste. Sus pinturas se encienden (en el mismo sentido que una expansión, late)  y se derraman como luz. Luz materializada. Forma de luz. Persigue ese transcurrir alado que todo cuerpo físico pretende. Se me dirá: no todos sueñan con ser pájaros; es cierto, pero todos soñamos con vencer la gravedad que nos sujeta y quizás sea la danza su prueba más contundente. Y ¿por qué no va a danzar la pintura? En movimientos envolventes (“Nacimiento”, 2008), como alas desplegadas (“Pájaro”, 2008), como latido alado (“Corazón”, 2008), fugando en remolinos (“Rojo, azul, amarillo”, 2009), o en ráfagas cromáticas (“Amarillo”, 2009), empujando el vacío para anularlo en transparencias de color (“Mariposas”, 2008), incluso convirtiéndose en fina cortina corpuscular (“Naturaleza”, 2009). Sí, en este caso, la pintura danza.

En la obra de Benveniste, el sentido dinámico y a la vez armonioso del movimiento que se muestra en la materia, se hace indisoluble con el testigo que lo anuncia y lo denota en cromos intensos y deslumbrantes. Referirse al esplendor del desplazamiento corporal, con todas las connotaciones que éste tiene, necesita aligerar el peso específico de la pintura (tanto el peso concreto de la materia óleo, como el peso virtual que ejerce sobre la visión), e  intensificar las audacias cromáticas (entendiendo por audacias, los  alejamientos inteligentes y sensibles, de una paleta convencional y de la cautela en no generar  fricciones visuales).

Audacias cromáticas por tanto, las telas de Benveniste y, además, esa latencia evidente que surge en obras como “Nacimiento” y “Corazón”, originada tanto en el aspecto formal de la imagen misma, como en una extraña cualidad de intención y azar, conjugados de una manera que, por sobre los resultados, deja patente que la seguridad del movimiento, de este movimiento pictórico, en estas telas específicas, está enlazada con un sentido intenso y creativo de la libertad corporal.

Horacio Safons
San Fernando, febrero de 2011

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