Libro: Artes Visuales del Centenario al Bicentenario. Lecturas, problemas y discusiones en el arte argentino del último siglo, 1910-2010 | Centro Cultural de la Cooperación

Libro: Artes Visuales del Centenario al Bicentenario. Lecturas, problemas y discusiones en el arte argentino del último siglo, 1910-2010

01/11/2010

LIBRO: Juan Pablo Pérez, Cecilia Iida y Laura Lina. Artes Visuales del Centenario al Bicentenario. Lecturas, problemas y discusiones en el arte argentino del último siglo, 1910-2010. Buenos Aires, Ediciones del CCC-Fondo Nacional de las Artes, 2010.

PRÓLOGO

Luis Felipe Noé

La historia –tal como una escultura- tiene muchas caras por las cuales puede observarse su proceso. Sumarlas no hacen un todo, sino una heterogeneidad conceptual. Para tener una perspectiva esencial de un ente en estado de evolución y transformación es necesario escoger un ángulo de amplia observación. En el caso de las artes visuales éste está dado por su vínculo con la sociedad a la cual ella brinda imagen. Porque es necesario entender que el quehacer artístico siempre es una enunciación de un proceso socio-cultural, y que, por ejemplo la pintura abstracta también lo manifiesta. Asimismo debe comprenderse por imagen también, al propio proceso. Por ejemplo durante el período de enunciación de las primeras vanguardias europeas más allá de sus distintos planteos, ellas en conjunto brindaron una imagen de revisión y convulsión socio-político-cultural. Y en tiempos rebeldes, como los que culminaron con el Mayo ‘68 en Paris, se llegó a hablar de imagen-acción.

Por otra parte, si bien todo libro de historia es una interpretación sobre ella, debe diferenciarse el género ensayo histórico en el cual se formula claramente una interpretación. Este es el caso de este libro del cual me han hecho el honor de solicitarme su presentación. Se trata de una lectura socio-política-cultural del arte visual argentino en el período que transcurre entre el primer centenario de nuestro país y este año 2010 de su bicentenario, etapa que va desde la conciencia de un “nosotros” en estado de formulación (se enuncia entre la ruptura con un pasado colonial y la llegada al país de una ola inmensa de inmigrantes) hasta un presente pleno de cicatrices históricas. Se trata de un ensayo acerca de cómo se han ido gestando las problemáticas estéticas de un determinado país –el nuestro- desde que, como un adolescente, comenzó a autocontemplarse frente al espejo del arte que brinda su imagen consciente hasta el presente en pleno ejercicio de afirmación y discusión del ente socio-político-cultural en su práctica de poder ser. Poder ser enunciándose. Siempre he creído que más importante que el problema de identidad –concepto que pretende hegemonizar lo plural- es el problema del poder. En tal sentido recuerdo mi sorpresa cuando en mi primer viaje a Estados Unidos en 1964 fui testigo del nacimiento del concepto de “black power” lo que me llevaba a preguntarme como se puede afirmar lo que justamente no se posee. De esta manera me di cuenta que afirmándolo se lo comienza a tener. Pero este poder no es el de los poderosos sino de los que simplemente pueden ser en el mundo.

La lectura de un proceso en estado de invención y simultáneamente de asunción del mismo –del cual es partícipe también este trabajo- es el mérito de este libro llevado a cabo por jóvenes historiadores: Juan Pablo Pérez, Cecilia Iida y Laura Lina. Por todo ello es y no es un libro de historia, sino la interpretación de un proceso. Por ello se entiende la poca o ninguna mención de algunos artistas. Está lejos del criterio más habitual de las historias de arte latinoamericanas que por querer ser omnicomprensivos devienen catálogos de nombres de artistas clasificados según movimientos y posiciones estéticas con una breve alusión a lo que hacían en el momento de formulación de ellos. Algo así como si a Picasso sólo se lo definiera por su etapa cubista. Por ello muchas veces estas historias pueden ser comparadas con guías telefónicas con los números equivocados al no contemplar mudanzas (para el caso, evoluciones).

Si bien no hay otra posibilidad para una comprensión de la historia que seguir las etapas marcadas por tendencias o por los grupos diferentes que van pautando la sucesión de generaciones, lo original de la perspectiva de este ensayo es la lectura de líneas directrices por las cuales se señala, ya no tan sólo el despertar de una conciencia en busca de identidad, sino también, el ejercicio de la misma involucrada en el destino histórico-socio-político-cultural de nuestra nación.

Así como los autores señalan al referirse a un grupo actual de acción política callejera “la militancia política estaría dada a través de su accionar artístico” –afirmación totalmente reversible sin alterar su certeza- podría decirse que este libro participa del destino político-cultural y no solamente da noticias de ello. Lo dicen explícitamente: “Un libro o una reflexión sobre la historia del arte puede operar también como un pensar en movimiento capaz de activar otras redes posibles”.

Se trata de entender un proceso de definición del cuerpo cultural –porque sólo se es en el ejercicio de ir siendo– más allá de la preocupación de la identidad, si bien ésta lo generó. Es así fundamental la lucidez inaugural de Martín Malharro: “El hecho de ser un artista nacido en tierra argentina no implica por eso sólo que su obra sea nacional; el hecho de pintar escenas criollas no representa tampoco arte nuestro”

A esta frase añaden los autores de este libro: “Para Malharro el desarrollo del arte nacional no iba a ser alcanzado a través de la evolución natural, sino de un artista que interprete la idiosincracia de nuestras multitudes del pasado. El corrimiento del pensamiento canónico le permite configurar una concepción del arte y de la educación como herramientas de transformación social y política”.

“La idiosincracia de las multitudes del pasado” significa el punto de partida y

¡Vaya si tuvieron continuación!

Si el primer problema enunciado es el de la relación entre modernidad –modelo europeo- y la conciencia nacional, (dado que el artista vive simultáneamente en un tiempo y en un lugar al igual que todos los mortales) es también cierto que hay un tiempo internacional y otro nacional. Enfrentar –como antes acontecía- a los partidarios del tiempo (las vanguardias) con los del lugar carece de todo sentido.

Es así que en este ensayo se puede percibir a muchos artistas de las primeras vanguardias preocupados por una versión propia –en tanto argentinos- de ellas.

Simultáneamente “Los artistas del pueblo” plantean un arte de compromiso social con la mirada de su tiempo.

Como un ejemplo de la preocupación vanguardista por lo propio se destaca Xul Solar y su “neocriollo” (que abarcaba tanto el lenguaje de las palabras como el visual). Pero es necesario también señalar que la valorización que tenemos actualmente de él no era la de su tiempo. Como mejor índice de ello señalo que en el libro de José León Pagano El arte de los Argentinos (tres grandes tomos escritos en la década del treinta, tiempo que al haber menos artistas permitía al autor hacer estudios especiales de cada uno ocupándose de casi todos, sean tradicionalistas o de vanguardia) la única referencia que hace de Xul Solar hablando de Pettoruti a quien le dedica siete extensas páginas, es esta: “De los rayos luminosos extrae Pettoruti efectos de singular delicadeza. Cito como ejemplo demostrativo el Retrato de Xul Solar existente en el Museo de Bellas Artes Juan B. Castagnino de Rosario”. Hago esta referencia para señalar que no sólo el proceso de los artistas gravita en la conciencia colectiva sino también la apreciación sobre ellos.

Los autores de Artes Visuales del Centenario al Bicentenario continúan la lectura de las décadas siguientes a la del veinte bajo la pauta dialéctica de lo nuevo y lo propio. Para la comprensión de ella los autores al referirse a Pettoruti citan a Nicolás Casullo: “Lo que ponen en el tapete las vanguardias es que exclusivamente el lenguaje construye la realidad, no va en búsqueda de una realidad constituida (…) no hay un mundo de verdad y un lenguaje que lo trae al lienzo, a página en blanco, como el pescador al pescado. La realidad es constitutiva del lenguaje”.

Pero es en los años treinta, de una fatiga modernista en todo el mundo, que se retornaba al concepto naturalista de la realidad, tanto el realismo de la ultraderecha nazi hasta la soviética, los artistas argentinos de formación vanguardista y militancia política ponderaron un equilibrio. La realidad es constitución del lenguaje pero también está constituida por ésta porque el lenguaje no es sólo verbo activo, sino también percepción del contexto, tanto usando la palabra, como en lo visual, como en lo auditivo. Es este tironeo entre los tiempos modernos y la realidad social la que define al arte argentino de los años treinta.

En los cuarenta, tiempo de guerra o sea tiempo en que la información sobre lo nuevo en Europa estaba suspendida, se va preparando una sensibilidad inventiva que se formula a mediados de la década o sea cuando la paz se enuncia. Surge la vanguardia abstracta-concreta (juego de palabras que a pesar de la paradoja implica que una obra de arte es una realidad en si misma, como por ejemplo una hoja de árbol lo es). El arte concreto-invención irrumpe con gran originalidad creativa y también de formulación en su vinculación con el compromiso político. No se trata de una evasión de la realidad. El Manifiesto Invencionista señala que “la batalla librada por el arte llamado abstracto, es en el fondo, la batalla por la invención concreta” pero también afirma “El arte concreto será el arte socialista del futuro” y el Manifiesto MADI se identificaba con “la humanidad en su lucha por la construcción de una nueva sociedad sin clases que libere la energía y domine el espacio y el tiempo en todos sus sentidos y la materia hasta en sus últimas consecuencias”.

Esta energía hizo un paréntesis hasta 1959, año en el que se formulan las primeras manifestaciones de lo que luego se conoció como la década del sesenta. Se trata de un año iniciático que se inaugura el 1º de enero con el triunfo de la revolución cubana y en la que se hablaba en la Argentina de Frondizi, de desarrollo. Sea por sensibilidad revolucionaria o desarrollista, la Argentina se abría a lo nuevo con un entusiasmo muy particular. El nacimiento del Instituto Di Tella no crea esas condiciones sino que lo aprovecha y lo institucionaliza.

En 1959 surgen el Movimiento Informalista, abierto a las últimas vanguardias, y el Movimiento Espartaco de militancia político-revolucionaria. Si al principio parecían enfrentados, los partidarios de la experimentación libre (más que informalista, anti-formalista, con una gran multiplicidad de enunciados) y los artistas comprometidos políticamente a fines de esa década, hacen una síntesis de su resistencia a la guerra de Vietnam.

Esta dinámica se desarrolla en los setenta donde la preocupación política se sobrepone a la estética en la lucha de la resistencia a las dictaduras militares. Muchos artistas privilegian la acción política al punto de abandonar el quehacer artístico. Yo mismo escribí entonces: “El arte de América Latina es la revolución” considerando que el acto está antes que el acta. Pero vino como consecuencia una época terrible. Muchos volvieron al quehacer artístico como refugio personal. Pero también la resistencia llegó a simbolizarse con los siluetazos de los desaparecidos.

Los autores de este libro dada su juventud se han concentrado en describir el tiempo que se abre a partir de entonces como una forma –interpreto- de participar teóricamente en la formulación de una nueva estética activa.

Al hacer este prólogo me pareció adecuado –como hombre que se formuló como artista en un tiempo anterior- hacer una presentación de las condiciones que dan origen a planteos actuales. Si bien ellos están en esta obra muy bien formulados, yo he preferido el enfoque testimonial. Y ahora creo mejor silenciarme cuando se trata de hablar de las formulaciones estéticas activas actuales que dejan como anacrónicos los planteos iniciales acerca de la identidad. Esta es la que está en acción. Son los autores de este libro que aborda por primera vez un enfoque militante del arte argentino en su conjunto los que tienen la palabra.

Pagano, José León. El arte de los Argentinos, Buenos Aires, Tomo III, Edición del Autor, 1940, p. 206.


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