Desbordar los márgenes | Centro Cultural de la Cooperación

Desbordar los márgenes

04/06/2014

Una anécdota, una de las tantas que circulan alrededor de ese mito que fue Jorge De la Vega, narra que en sus años mozos, mientras trabajaba para un estudio de arquitectura elaborando prolijamente planos y plantas de edificios, el joven informalista no podía contener su genio y terminaba dibujando seres monstruosos que tomaban el espacio bidimensional, como okupas que se filtran en un departamento aún sin estrenar. A De la Vega lo echaron de su trabajo de una patada, pero los monstruos siguieron apareciendo en telas que fueron ganando formato y materialidad, con franco apetito expansivo, hasta tomar por asalto el taller del artista. El resto es conocido y forma parte de la historia del arte argentino.

Los integrantes del Grupo Cuco, compuesto por María Inés Afonso Esteves, Marina Marchesotti, Verónica Rivarola, Matías Galli y María Sol Arguindegui, parecen sufrir del mismo síndrome indómito; una voluntad ingobernable, que no responde a tiempos ni juicios, los lleva compulsivamente a dibujar. El papel, la tela o cualquier tipo de soporte es una terra incognita, una superficie dispuesta para ser colonizada, no esta vez con “las luces de la razón” que pregonaban los conquistadores europeos, sino habitada por las fantasías multiformes de sus perpetradores; los sueños de la razón engendran criaturas que exceden cualquier margen, hacen caso omiso a los límites y fronteras y con voluptuosidad y avidez devoran territorios sorteando los renglones y las cuadrículas de las libretas, a la manera de un espíritu travieso que con rebeldía garabatea sobre la tarea de matemática.

En un segmento de Fantasía, el clásico largometraje de animación de Disney, Mickey es un aprendiz de las artes de la brujería que aprovecha la ausencia de su maestro para dar vida a una escoba, que cumplirá con el trabajo que le ha sido encomendado. La escoba hace sin cesar la tarea, que consiste en verter agua para limpiar el estudio del maestro. Pero el aprendiz ha olvidado las palabras mágicas para detenerla y la rompe, entonces la escoba se multiplica y se reanima, con lo que casi produce una inundación. Existen fuerzas que no pueden ser amortiguadas, todo acto de represión solo multiplica la insubordinación, como una represa que no puede contener los desbordes que la exceden y al ceder provoca un maremoto de proporciones bíblicas. De manera análoga, el ordenado mundo de la bidimensión geométrica que parece proponer el papel, en su blancura de limbo y en el corte preciso de sus bordes, genera en los dibujantes del Grupo Cuco un arrollador ímpetu por liberar la línea y dotarla de vida propia, como si fuera el lápiz o pincel el que mueve la mano que cree controlar el proceso.

Para Freud, la definición de lo siniestro involucra el retorno de algún fenómeno familiar, vuelto extraño a través de la represión. De la misma etimología del término alemán unheimlich(siniestro) proviene heimlich (hogareño). Las fantasías primordiales involucran estados primales e infantiles, una pulsión repetitiva de volver a un estado previo responsable que algunos fenómenos se perciban como monstruosos; “cualquier cosa que nos haga recordar esta compulsión interior a la repetición se percibe como siniestra” apunta Freud en Tótem y Tabú.

El regreso a una infancia sin ataduras, prescindir de toda convención, y dirigirse al encuentro de la libertad pictórica recuerda los postulados del Art-brut de Jean Dubuffet. Sus principios artísticos trascendían la sistematización para introducirse en el extenso mundo de la experimentación, tanto propiamente plástica de los materiales como de los procedimientos metodológicos, técnicos y psicológicos del proceso de la creación. El exotismo, lo primitivo y el folklore favorecen, a diferentes niveles, un retorno a las fuentes liberadoras. En el Art-brut, los artistas se orientan hacia otros polos de alteridad, con virtudes regeneradoras: la creación infantil, el arte espiritista y la producción de los asilos. Esto se observa en la creación de personas que se mantienen al margen de la sociedad, tales como internos de hospitales psiquiátricos, autodidactas, solitarios, inadaptados o ancianos.

Si el Art-Brut se dedicó a dar voz a los artistas desplazados, en esta nueva muestra del Grupo Cuco los monstruos se aprovechan de la escucha que les es otorgada para excederse, a manera de revancha por años comprimidos por las aristas del papel, no solo de los márgenes sino también de los propios soportes habituales y adueñarse de los pisos y paredes del Centro Cultural de la Cooperación, con un carácter expansionista pero amable. Su presencia no es atemorizante porque responde a una vocación de servicio; recordarnos nuestro lugar de origen y prestar especial atención a los agitadores arrebatos de lo espontáneo.

Andrés Aizicovich, Mayo de 2014.

Compartir en

Añadir nuevo comentario

Image CAPTCHA