Historia del Cooperativismo 3: Primeras experiencias de cooperativismo agrario | Centro Cultural de la Cooperación

Historia del Cooperativismo 3: Primeras experiencias de cooperativismo agrario

09/10/2009

En esta edición hacemos referencia a los orígenes de la rama del cooperativismo que más ampliamente se extendió en la argentina, haciendole frente a los grandes monopolios cerealeros a principios de siglo XX en un contexto en el que el modelo productivo argentino era agroexportador. Autor: Daniel Plotinsky

                                                                        Daniel Plotinsky

Puede considerarse que la primera experiencia cooperativa en el sector rural argentino fue la “Sociedad Cooperativa de Seguros Agrícolas y Anexos Ltda. El Progreso Agrícola”, de Pigüé (provincia de Buenos Aires), fundada en 1898. En aquellos años, el granizo representaba el peor enemigo para los chacareros pampeanos  y la única defensa que tenían los colonos frente a las adversidades climáticas eran las indemnizaciones reconocidas por aseguradoras de la Capital Federal; escasas, de bajo monto y tardías. Es por ello que un grupo de colonos franceses provenientes de la región de Aveyron, en forma conjunta con el fundador de la ciudad de Pigüe, Sr. Cabanetes, y otros chacareros de la zona se contactaron y formaron la cooperativa que se encargó de formar un fondo común, ayudándose mutuamente, para que aquel que tuviera una adversidad climática como el granizo pudiera resarcirse y volver a trabajar la tierra al año siguiente.

               Dos años más tarde, un grupo de colonos judíos traídos al país por la Jewish Colonization Association (JCA) funda en Basavilbaso (Entre Ríos) la primera cooperativa agrícola del país: la “Primera Sociedad Agrícola Israelita Argentina” (Der Ersshter Idisher land-virshaftlijer Farein, en idish en el acta original)[1], que posteriormente cambiará su nombre por “Sociedad Agrícola Lucienville Cooperativa Limitada”.

 

 

               Según su estatuto original, los objetivos de la entidad eran:

1.      adquirir conocimientos agrícolas.

2.      Arbitrar medios para la formación de una caja de ahorros y préstamos.

3.      Comprar toda clase de artículos para proporcionárselos a sus miembros a precios ventajosos.

               Las operaciones económicas de la entidad fueron inicialmente modestas: encaró la adquisición de bolsas vacías e hilo sisal para envasar la cosecha y poco después la  comercialización de pequeñas cantidades de cereales. Simultáneamente apuntó también a otros aspectos comunitarios, tomando a su cargo la realización de actos culturales, la organización de un centro teatral de aficionados y la formación de una biblioteca. En 1910 construyó un amplio hospital zonal, que años después entregó a una Sociedad Sanitaria creada a tal efecto.

               A esta entidad le siguieron el “Fondo Comunal” de Villa Domínguez (1904), la “Unión entre Agricultores” de Urdinarrain (1908) y “Palmar Yatay” de Ubajay (1916), en la provincia de Entre Ríos y la “Mutua Agrícola” de Moisesville, Santa Fe (1908), “Granjeros Unidos” de Rivera, Buenos Aires (1924) y “El Progreso” de Bernasconi, La Pampa, todas ellas creadas a partir de la acción difusora un grupo de dirigentes comunitarios de las colonias judías entre los que se destacaron Miguel Sajaroff, Miguel Kipen y David Merener. Conocedores del sistema cooperativo «observado y practicado en Alemania desde sus épocas de estudiantes, llegaron al convencimiento de su necesaria introducción en las colonias desde dos vertientes ideológicas diferentes: el idealismo tolstoiano y el socialismo. Dando muestras de una clara conciencia de su rol comunitario, interpretaron el sentir de sus paisanos, programaron con optimismo una solución a los problemas laborales del cambiante mundo rural y apostaron al cooperativismo como la única y eficaz herramienta de progreso material y moral, apuntando a elevar no solo el nivel de vida sino también la cultura y la autoestima»[2]

               En una carta dirigida a Sajaroff en 1909, Merener afirmaba: «Tenemos que pasar a una vida más justa, en que los intereses de todos los compañeros sean los de cada socio en particular y en que los intereses de cada uno sean contemplados como cosa de todos. Nuestras dificultades económicas no devienen solamente del hecho de que se nos cobra muy caro lo que consumimos, o de que se nos suele pagar por la producción menos de lo que vale, sino que en ambos casos las mayores ganancias quedan en manos de quienes están situados superfluamente entre los dos factores: productores y consumidores. Por ello, el productor y el consumidor deben hermanarse, vincularse directamente, crear en primer lugar una gran familia de cooperativistas en el país y unirse más tarde también con otros compañeros de allende las fronteras de la República, a quienes se enviaría la producción en naves cooperativas que cruzarían los mares y traerían, al regresar, en trueque, los productos e implementos que los cooperativistas de otras latitudes elaborasen y crearan. De esta manera, las personas y los pueblos se unirán bajo la bandera del cooperativismo, que es la justicia e igualdad de todos»[3]

               El importante desarrollo del cooperativismo entre los colonos judíos responde a diversas causas, entre ellas la existencia de viejas prácticas solidarias comunitarias desarrolladas en su Rusia natal, el “Gmilat Gesed”[4], que en las nuevas condiciones materiales y sociales cristalizaron bajo la forma renovada del ideal rochdaleano. Por otra parte, la necesidad de hacer frente colectivamente a los monopolios cerealeros (Dreyfuss, Bunge y Born, etc.) reafirmó los lazos de solidaridad y acción común, que se tradujeron en las cooperativas como herramientas concretas.

               Lo que originalmente fue una organización defensiva se fue transformando después en una poderosa herramienta para crecer y enfrentarse no solo a las grandes empresas, sino a la presión de la propia JCA, al mismo tiempo que servía para solventar las necesidades básicas de los inmigrantes: enseñanza, servicio religioso, asistencia sanitaria, cementerios, relaciones con otras instituciones y el Estado[5]. «Al tiempo de ser un centro para la actividad económica, la cooperativa se convirtió en un punto de reunión, de encuentro, al que se concurría no sólo por necesidades materiales, sino también a conversar, a tomar una copa, a intercambiar opiniones con los conocidos: se transformó, como la estación del FF.CC., la sinagoga o la escuela, en un centro de actividad social»[6]. En 1930, Fondo Comunal era la más importante de las cooperativas agrícolas entrerrianas: tenía más de un millar de asociados y se ocupaba de la provisión de implementos agrícolas y artículos de consumo y la comercialización de cereales, para lo cual poseía embarcaderos en varios puertos y galpones en estaciones ferroviarias.

               «La entidad no sólo arraigó en su extenso radio de acción, sino también en el mas vasto escenario del cooperativismo agrario argentino (...) pero llegar a esto tampoco fue fácil. Tenía que pelear con intereses muy poderosos. Los ramos generales detrás de los cuáles estaban, como ya dijimos, los monopolios  comercializadores de granos no perdieron oportunidad de ponerles piedras en su camino. Para ello contaban con la colaboración  de los ferrocarriles ingleses, únicos transportistas, y parientes cercanos en los intereses con estos monopolios. Cuando por iniciativa de Miguel Sajaroff se quiso hacer la primer venta, a base cooperativa, almacenando los cereales en los galpones ferroviarios, únicos disponibles a estos efectos, se encontraron con que estos ya todos estaban asignados a particulares, cosa no común hasta aquel entonces. Fue necesario pedir por teléfono a Gualeguaychú que envíen los elementos para armar un galpón al lado de las vías. La construcción del galpón fue dilatada al máximo por el jefe de estación que lógicamente, estaría en connivencia con los acopiadores habituales. Algo parecido pasó con una compra de bolsas (...) el Fondo Comunal hizo la compra directamente en fábrica. La pagó y esperó su llegada para distribuirla entre sus socios que ya tenían la cosecha a punto de cosechar. Pasaban los días, que se hicieron semanas y las bolsas no llegaban. Tuvieron que salir con la carta de porte, a recorrer estación por estación, para encontrar el vagón que las transportaba en una vía muerta. Es de imaginarse quienes lo hicieron desviar.»[7]

               Desde una lógica diferente, que privilegiaba la actividad económica sobre la social, en 1904 se había fundado la “Liga Agrícola Ganadera” en Junín (Buenos Aires), la primera de las cooperativas agrícolas “puras” o autónomas, llamadas así por no tener vinculación con otras instituciones. En 1905 se crea la primera cooperativa algodonera en Margarita Belén (Chaco), en 1913 la primera vitivinícola en Colonia Gral. Roca (Río Negro), en 1915 nace la primera cooperativa frutihortícola en Concordia (Entre Ríos) y en 1918 la Sociedad Cooperativa de lechería de Zavalla (Santa Fe), decana del cooperativismo tambero.

               Muy tempranamente, el cooperativismo agrario inicia un proceso de integración cooperativa que lo lleva a crear federaciones y/o cooperativas de 2do. grado. La primera fue la Confederación Entrerriana de Cooperativas, fundada en 1913, que si bien tuvo una vida muy breve fue reconstruida en 1930 con el nombre de Federación de Cooperativas Entrerrianas con el que opera hasta la actualidad. En 1922 nace la Asociación de Cooperativas Rurales de Zona Central en Rosario (Santa Fe), que cambia posteriormente su nombre por Asociación de Cooperativas Argentinas –ACA- y en 1928 se crea la Unión de Cooperativas Ltda. San Carlos,  que agrupaba a cooperativas tamberas.

 

 

Bibliografía

 

Banco de la Nación Argentina. «La creación de las cajas regionales de préstamos y ahorros», en Revista del Banco de la Nación Argentina Vol 5, Nº 1, 1941. pp. 11 – 26.

                        «Inauguración de nuevas cajas regionales de préstamos y ahorros, en Revista del Banco de la Nación Argentina Vol 5, Nº 3, 1942. pp. 119 – 201

Borea, Domingo. «La mutualidad y el cooperativismo en la república Argentina», en Tercer Censo Nacional. Buenos Aires: Talleres J.L. Rosso y Cía, 1917..

Kreimer, Jaime. Aportes de la colectividad judía al cooperativismo nacional. Rosario: Centro Cultural Israelita, 1984.

Lopez, Celia Gladys. Liderazgos europeos en el cooperativismo agrario argentino: el caso entrerriano. XI Congreso de Historia Agraria, Universidad de Valladolid, 2005.

             «De la Rusia de los zares a la Mesopotamia Argentina», en Ariadna Tucma, revista digital http://www.ariadnatucma.com.ar/view.php?id=12&type=article

Merener, David M. El Cooperativismo de Entre Ríos y sus pioneros. Los congresos argentinos de la cooperación. Buenos Aires: Intercoop editora cooperativa argentina, 1972.

Silver, Daniel. «Los primeros cien años de la colonización judía en Argentina», en Revista de Idelcoop Vol. 16,  Nº 63 – 1989. edición digital en CD.

 

 

[1] Idish (o yidish) idioma hablado por las comunidades los judíos del centro de Europa (los askenazíes). Si bien toma la mayor parte de su sintaxis y léxico del alemán, tiene importantes préstamos de lenguas eslavas, del arameo y del hebreo; habitualmente se emplea el alfabeto de éste último para su escritura.

[2] Lopez  (2007), 24.

[3] Carta de David Merener a Miguel Sajaroff (1909) citada en Lopez (2005) pp. 4

[4] En hebreo: Apoyo mutuo.

[5] Kreimer (1984), 5.

[6] Silber (1989), 7.

[7] Kreimer (1984), 5/ 6.


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