Historia del cooperativismo 2: Primeras experiencias en el cooperativismo de consumo | Centro Cultural de la Cooperación

Historia del cooperativismo 2: Primeras experiencias en el cooperativismo de consumo

11/09/2009

                                                                       Daniel Plotinsky

Hasta la sanción de la primera ley de cooperativas, en 1926, entre las sociedades que ostentaban la denominación de “cooperativa” hubo algunas que lo eran realmente, otras que cumplían parcialmente los principios rochdaleanos y un gran número que eran simples empresas lucrativas. En algunos casos esto se debía a la falta de conocimiento sobre el tema, pero otros muchos a un intento de aprovecharse de una seudo finalidad social. Esto era posible porque la normativa legal vigente a partir de la reforma del Código de Comercio de 1889 era muy pobre en la caracterización institucional y aceptaba que las cooperativas se establecieran bajo cualquiera de las formas societarias mercantiles, favoreciendo la confusión y que se usara la denominación sin serlo. Según las escasas y poco confiables fuentes estadísticas, hasta comienzos del siglo XX se habían desarrollado poco menos de 60 entidades cooperativas, llegando a ser 206 entidades con 118.945 asociados en 1924.

            Las primeras manifestaciones del movimiento cooperativo desarrolladas en nuestro país corresponden a la rama del consumo.

Hasta la sanción de la primera ley de cooperativas, en 1926, entre las sociedades que ostentaban la denominación de “cooperativa” hubo algunas que lo eran realmente, otras que cumplían parcialmente los principios rochdaleanos y un gran número que eran simples empresas lucrativas. En algunos casos esto se debía a la falta de conocimiento sobre el tema, pero otros muchos a un intento de aprovecharse de una seudo finalidad social. Esto era posible porque la normativa legal vigente a partir de la reforma del Código de Comercio de 1889 era muy pobre en la caracterización institucional y aceptaba que las cooperativas se establecieran bajo cualquiera de las formas societarias mercantiles, favoreciendo la confusión y que se usara la denominación sin serlo. Según las escasas y poco confiables fuentes estadísticas, hasta comienzos del siglo XX se habían desarrollado poco menos de 60 entidades cooperativas, llegando a ser 206 entidades con 118.945 asociados en 1924. 

               Las primeras manifestaciones del movimiento cooperativo desarrolladas en nuestro país corresponden a la rama del consumo.

               Se sabe que en 1875 un grupo de inmigrantes franceses crearon la “Sociedad Cooperativa de Producción  y Consumo de Buenos Aires”, auspiciada por el sociólogo francés Adolfo Vaillant, que impulsó el cooperativismo en nuestro país y Uruguay. Sin embargo, no hay información que muestre que la entidad haya llegado a concretar su actividad. Algo similar ocurre con una cooperativa de consumo creada en 1878 por colonos suizo- alemanes en la localidad santafesina de Esperanza.

               En 1884 comenzó a operar la “Sociedad Cooperativa de Almacenes” fundada por David Atwell, un comerciante argentino hijo de inmigrantes británicos. El objetivo inicial era comercializar alimentos y bebidas aunque el estatuto preveía la posibilidad de operar en otros ramos de la industria y el comercio. La empresa mezclaba rasgos cooperativos con otros que no lo eran. El capital se formaba por acciones que cotizaban en la Bolsa de Comercio y el estatuto establecía que ningún socio podía tener más de 30 acciones. La dirección era democrática, el 75% de las utilidades se repartía sobre las acciones y se fijaba un porcentaje de esas utilidades como retribución a su fundador y herederos.                Según Nicolás Repetto, esta sociedad «que podríamos llamar de tipo burgués, (...) no fue propiamente una cooperativa obrera. El señor Atwell (...) quizo hacer en este país un ensayo de cooperativa de acuerdo a los sistemas que ya estaban difundidos en Inglaterra, y entonces fundó ésta, que fue principalmente de empleados. Parece que los 2 ó 3 primeros años de esta sociedad fueron de una vida realmente próspera, satisfactoria, pero poco a poco esta prosperidad fue declinando, y en el año 1890, con motivo de la gran crisis económica que hubo en el país, esta cooperativa desapareció.»[1]

               Casi contemporáneamente, en 1885, se constituyó en la Capital Federal la cooperativa de consumo “Les Egaux”, promovida por una asociación de inmigrantes franceses que habían tenido que emigrar de su país por la ola represiva que siguió a la derrota de la Comuna de París. La cooperativa estaba ubicada en la manzana actualmente ocupada por el Congreso Nacional y comercializaba todo tipo de artículos. Adoptó gran parte de los principios rochdaleanos, pero su desempeño fue breve y precario pues «sus fundadores habían introducido el crédito, y para aumentar los atractivos de la cooperación, ya que no habían sido capaces de despertar un sano interés en los socios, establecieron también un pequeño despacho de bebidas. Y ustedes ya se imaginan que un despacho de bebidas asociado al crédito debía terminar con su existencia en pocos años. Y así fue en efecto: el año 1888 esta cooperativa desapareció definitivamente.»[2]

               También en 1885, un grupo de inmigrantes galeses de la ciudad de Trelew fundó la “Compañía Mercantil del Chubut”, que se proponía comercializar la producción agrícola de sus asociados y proveerlos de artículos de consumo. Desde el principio aplicó sólo parcialmente las normas cooperativas, y en 1911 se transformó en sociedad anónima.

               En 1887 se creó una cooperativa en la sede del Club Vorwaerts, fundado por inmigrantes socialistas alemanes llegados al país para escapar a las leyes de excepción dictadas contra los socialistas en 1882. La misma inició sus operaciones como cooperativa de consumo de pan y si bien incorpora luego otras mercaderías, su actividad fue decayendo hasta que deja de operar en 1896.

               Un nuevo ensayo en la ciudad de Buenos Aires fue la “Cooperativa Obrera de Consumo”, fundada en 1898 por iniciativa del dirigente socialista Dr. Juan B. Justo, quien redactó sus estatutos. Los mismos disponían que cada socio tuviera un voto, que las ventas debían ser al contado y solamente a sus asociados y que de los excedentes debía repartirse el 60% entre los asociados en función de sus consumos, el 30% para fondo de reserva y el 10% restante para repartir entre el personal. La cooperativa operó en el local central del Partido Socialista hasta su cierre, en 1902.

               Ese mismo año se crea en la ciudad de Campana (provincia de Buenos Aires) la “Cooperativa Cosmopolita de Consumo”, que cambió posteriormente su nombre por  “Primera Cooperativa de Consumo, Provisión de Electricidad y Servicios anexos Ltda.”

               Finalmente, podemos considerar que este ciclo de ensayos cooperativos se cierra con la creación en 1905 de “El Hogar Obrero”, nuevamente a instancias del Dr. Juan B. Justo. Su fundación coincide con la resolución adoptada en el tercer Congreso  de la Unión General de Trabajadores, de tendencia socialista, que invitaba a los trabajadores sindicalmente organizados a constituir cooperativas con el objetivo de «mejorar las condiciones de trabajo y hacer más intensa la propaganda obrera, procurando excluir de ellas el sentimiento de estrecho espíritu de corporación» y para contribuir a «robustecer su resistencia al capitalismo»[3].

               “El Hogar Obrero” fue fundada el 30 de julio de 1905 por 19 asociados y operó durante los primeros 8 años como cooperativa de ahorro y crédito para edificación. En ese lapso construyó 160 casas independientes y dos pequeños barrios obreros en Ramos Mejía y Turdera (Buenos Aires). En 1912 la cooperativa adquirió un terreno en el barrio porteño de Barracas en el que construyó su primera vivienda colectiva «de departamentos confortables e higiénicos, para ser alquilados a sus socios a precios reducidos, e instalando en la planta baja una sección de consumo que poco a poco, fue incorporando una serie de progresos»[4] que la llevaron a ser la mayor cooperativa de consumo del país.

               Con el correr de los años, a los artículos de almacén se fueron incorporando menaje, mercería, zapatería, sombrerería, etc., al tiempo que construyen un depósito e inician el reparto domiciliario realizado con «7 u 8 carros, 2 ó 3 automóviles y más de una docena de caballos»[5]. Durante la década del ´20 el Hogar Obrero estableció relaciones con cooperativas mayoristas de Inglaterra, España e Italia, comenzó la operatoria de Cajas de Ahorro y construyó 3 complejos de edificios. En 1931 la cooperativa tenía más de 900 asociados, 73 empleados y alquilaba 316 viviendas. El Hogar Obrero fue la primera entidad argentina y americana en ser aceptada como adherente a la Alianza Cooperativa Internacional, que trasladó esa adhesión a la Federación de Cooperativas de Consumo creada en 1932.

               Unos años después de la fundación de El Hogar Obrero -el 31 de octubre de 1920- 173 vecinos de Bahía Blanca, la mayoría de ellos trabajadores ferroviarios, crearon la entonces llamada “Sociedad Cooperativa Obrera Limitada Molinera, Panadera y Anexos” con el objetivo de producir pan para mejorar la calidad, asegurar el peso exacto y abaratar un producto que era esencial en la mesa familiar. El 1 de mayo de 1922, Día de los Trabajadores, comenzó a funcionar la primera panadería y en 1932 abrió el primer almacén iniciando así la que sería hasta hoy su actividad principal, desarrollada a través de una cadena de autoservicios.

              Otra experiencia significativa fue “El Despertar del Obrero", una cooperativa de autoconsumo creada en 1918 en Concepción de Uruguay, Entre Ríos, con el objetivo de contribuir al beneficio económico de los hogares de trabajadores. Esta  cooperativa se basó en el funcionamiento de las primeras tiendas cooperativas fundadas en Inglaterra, y al igual que en las originales se expendía pan, carne, leche y otros alimentos necesarios para la canasta familiar, a precios inferiores de los que existían en los comercios. Estos productos se producían en una chacra adquirida en forma comunitaria.

Los iniciadores de este proyecto fueron los obreros Juan Balsechi y Alberto Gargano, panaderos, y Eduardo Pereira, portuario. A lo largo de su existencia, que se extendió hasta la década del 80, llegó a contar con treinta y cinco sucursales en la ciudad y más de veinte en la región. La fundación de esta entidad se realizó a partir de una huelga general de obreros panaderos que luchaban por la reglamentación del trabajo nocturno, producto de la cual fueron despedidos más de dieciocho trabajadores. Con el aporte de sus indemnizaciones se unieron solidariamente para rescatar sus fuentes de trabajo en la panadería obrera, a través de su organización cooperativa. De este modo, se llegó a vender un pan “obrero” a precio más bajo que en las panaderías comerciales, lo que las obligó durante un amplio período a bajar el precio del pan[6].

 

 

Bibliografía:

Balsechi, Elisa Dolores. «El Despertar del Obrero, una entidad con identidad», en Primeras Jornadas Nacionales de Historia Social, La Falda, Córdoba, 2007.

Grela, Plácido. Cooperativismo y Monopolio. Buenos Aires: Editorial Platina, 1965.

Repetto, Nicolás. Lecciones sobre cooperación. Buenos Aires: Librería y editorial de la Federación Argentina de Cooperativas de Consumo, 1944.

 


[1] Repetto (1944), 85.

[2] Repetto (1944), 86.

[3] en Grela (1965) 41/42

[4] Repetto (1944), 89.

[5] Repetto (1944), 99.

[6] Elisa Dolores Balsechi,  (2007).

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