Los mercados financieros en las entrañas de la crisis económica de los países centrales. | Centro Cultural de la Cooperación

Los mercados financieros en las entrañas de la crisis económica de los países centrales.

Autor/es: Alfredo T. García

Sección: Opinión

Edición: 4

Español:

Se analiza el desarrollo de la crisis financiera internacional, su vinculación con la economía real, tanto en el período anterior de auge como en la propia crisis, y el denodado esfuerzo de los líderes de los países centrales por mantener la libertad de mercados, aunque con sólo algunas correcciones. También se esboza un análisis de la magnitud de la crisis y la limitación de los recursos fiscales y monetarios de las economías nacionales para frenarla.


Algunas reflexiones previas

Resulta difícil definir la crisis económica internacional por la cual atraviesa la economía de los países centrales, e impacta, con mayor o menor intensidad, en los países periféricos. La misma se produce a partir de la aplicación llevada al extremo de los postulados del libre mercado, de la posibilidad de su autorregulación, consistente en una desvalorización del papel regulador del Estado, ya que el mercado lo resuelve todo por sí solo. Aplicada esta visión a los mercados financieros, que por su origen y función esencial son altamente propensos al riesgo, generó una crisis de las proporciones que estamos viviendo.

El impulso ideológico de este fundamentalismo de mercado ha sido tan fuerte que obligó a los líderes mundiales a aceptar prácticas que a todas luces eran altamente riesgosas, no sólo en sí mismas, sino que involucraban una alta dosis de riesgo sistémico, y a dejar en el estante, cubiertos de polvo, los principios de solidez financiera que se grabaron a fuego en toda la historia económica mundial.

Históricamente, el mercado bancario fue el principal proveedor de financiamiento, y si bien entró en crisis de magnitud en forma repetida, las regulaciones que se desarrollaron a través de los siglos le colocaban una restricción a su crecimiento, lo que se conoce como apalancamiento. Con las normas de regulación de capital bancario en función del riesgo de los activos, más conocidos como Normas de Basilea, se exige un 8% de capital ponderado por el riesgo de los activos; ello implicaría una relación de apalancamiento ( activos / capital) de 12.5 veces como mínimo y que, según el tipo de activo, podría llegar a cerca de 20. Los fondos de cobertura, conocidos como “Hedge funds” tenían, a mediados de 2007, un apalancamiento de 60 (un peso de capital responde por 60 pesos de activos de riesgo). Esta relación determina que, si los activos del fondo bajan sólo un 1.7%, variación exigua para un mercado levemente tensionado, el fondo pierde todo su capital.

Es así que surgieron las operaciones “fuera de balance”, lo cual establece un absoluto contrasentido: si el balance es el instrumento principal para medir la salud de una empresa, y respetar las regulaciones, ¿cuál era el sentido de estas operaciones fuera de balance? Cualquier regulador, por más torpe que fuera, debía darse cuenta de que era una forma de quitar de los estados contables riesgos ciertos para las entidades financieras.

Si bien resulta una descripción algo técnica, es una muestra de los grandes errores que se cometieron y que fueron velados por la teoría dominante, que llegó a adoptar el adjetivo de “teoría única” . En ese frenesí ideológico, trasladaron su función de regulación a los actores privados, las calificadoras de riesgo, que ya habían demostrado en varias ocasiones (crisis asiática, caso Enron) las grandes falencias conceptuales de su constitución: son agencias privadas y generan ganancias con sus calificaciones, y éste es el punto, puesto que ningún actor económico paga por un mal producto, en este caso, por una mala calificación crediticia.

Sin duda, y como se describe más adelante en el artículo, esta “vista gorda” por parte de los líderes, si bien influenciada por un fuerte sesgo ideológico, también tuvo una motivación más crematística, generar las condiciones para revitalizar un sistema de producción con grandes dificultades para crecer y sostener los niveles salariales del primer mundo.

De esta forma, los intentos de solución a la grave crisis financiera, que impactó fuertemente en la economía real, exigieron una fuerte intervención estatal, aplicada por aquellos que la denostaban. Los resultados están siendo claros, se están lanzando miles de millones de dólares de recursos fiscales y monetarios para salvar las economías y resultan poco eficaces. Esta debilidad tiene que ver con la propia magnitud de la crisis, las limitaciones que implica mantenerse dentro del sistema capitalista, pero especialmente los condicionantes ideológicos de los representantes gubernamentales (1)

Una primera evaluación de la génesis de la crisis

Quizá un punto de inicio para entenderla es la relativa baja potencialidad del crecimiento de las economías centrales en la década de los ochenta, los desafíos que impuso para éstas la gran internacionalización de los procesos productivos. Esta característica colocó en un nivel insostenible los salarios pagados en los países industrializados, y los dejó totalmente fuera de mercado comparados con los salarios de hambre que las multinacionales comenzaron a pagar en los países periféricos, a partir de los procesos de desregulación y liberalización de flujos sustentados en los postulados del Consenso de Washington.

Los desbalances comerciales globales se fueron acentuando en la década de los noventa, amparados en una previsión de que el statu quo duraría muchas décadas más.

Ante la baja competitividad de las economías productivas de los países centrales, los flujos de liquidez que parecían no tener fin fueron un salvavidas para las debilitadas economías desarrolladas, que ante cada dificultad de estrangulamiento productivo, aumentos de costos, o problemas de demanda, los resolvían con emisión de títulos financieros, que los mercados internacionales absorbían ávidamente. Si era necesario mayor financiamiento, se empaquetaba la deuda y se volvía a vender, siempre con calificaciones del mejor nivel que complicados modelos matemáticos garantizaban. Este sistema permitió, además, sostener las tasas de ganancias de los grandes conglomerados a partir de la renta financiera.

Esta explosión de financiamiento fue esencial a la recuperación de la crisis de 2001 y 2002, mostrando tasas de crecimiento durante 2004 a 2007, en especial Estados Unidos, de altos niveles en relación al comportamiento histórico de las economías industrializadas.

Si los reguladores miraron para otro lado cuando estos activos crecían con el sólo control de una débil calificación por parte de las grandes agencias calificadoras privadas, no fue por desidia o desinterés, sino porque dependían fuertemente de que la liquidez financiera continuara creciendo cada vez más para sostener el modelo adoptado.

El fomento a la revalorización financiera es una constante de las últimas décadas, generando burbujas que fomentan la producción y el valor de los activos y de los patrimonios, hasta que terminan desinflándose. Quizá la burbuja de las empresas tecnológicas, también llamada de las punto com, a inicios de este siglo, fue la más irracional, cuando en un mes de duplicaba o triplicaba el valor de las acciones de estas compañías, y hasta se decuplicaba en tres meses. La mayor crítica que recibió por parte de los reguladores fue advertir que se estaba produciendo una “exhuberancia irracional” frase acuñada por el presidente de la Reserva Federal de aquel entonces, Alan Greenspan, quien sentó las bases para la creación de una nueva burbuja a partir de una baja generalizada de tasas de interés, esta vez en el sector inmobiliario estadounidense.

La subprime no es una burbuja más

La génesis técnica de la crisis puede ubicarse en el crecimiento de la burbuja inmobiliaria estadounidense, y su posterior caída, pero se extendió mucho mas allá del mercado inmobiliario, lo cual fue posible por varias razones que explican tanto la génesis técnica como su expansión:

  1. La fuerte reducción de tasas posterior al estallido de la burbuja de las punto com. La tasa de los fondos federales de la Reserva Federal (que actúa como el Banco Central de los Estados Unidos), usualmente llamada “tasa de referencia” dado que es utilizada para fijar el resto de las tasas de interés de la economía, en especial las de los préstamos. Luego de la explosión de las punto com , la tasa de referencia bajó de 6.0% anual en enero de 2001 a 1.75% en diciembre de ese mismo año, para luego seguir bajando y mantenerse en el 1% anual hasta mediados de 2004; cerca de dos años y medio de tasas que rondaron el 1% anual.
  2. La segunda cuestión es la previsión de un alza continua en los valores inmobiliarios, lo que llevó a aceptar el sobre endeudamiento o relajar las exigencias para el pago, dado que el futuro aumento de la propiedad cubriría cualquier desfase. Esto generó las hipotecas subprime, o de baja calidad, que fueron entregadas a individuos que no podían pagarlas, con tasas de interés extremadamente bajas por un período de tiempo, digamos, dos años, para luego pasar a la tasa de mercado. Con el aumento posterior de las tasas de interés, esta cláusula se convirtió en mortal para la mayoría de los deudores. Un informe de la HMDA (un organismo oficial estadounidense que se encarga de informar sobre las condiciones del crédito hipotecario) muestra gran preocupación por la posibilidad de que se hayan producido actos discriminatorios basados en la raza o la etnia. Los que pagaron costos más altos fueron los afroamericanos y los hispanos, seguidos por los asiáticos, y en menor medida por los blancos no hispanos (sic).
  3. Si alguien se pregunta cómo es posible que se hayan dado préstamos a personas no solventes, esta actitud se explica por la existencia de la “securitización” o “Titulización”. Quien hace el contacto con el deudor y otorga el crédito, obtiene altas comisiones por ello y por lo tanto le resulta indistinto si el deudor puede pagar o no. Quien presta los fondos, lo hace a una cartera supuestamente diversificada (unos pagarán, otros no) pero que luego la empaqueta, la convierte en un título valor (la tituliza) y la vende a un fondo de inversión, con lo cual tampoco le preocupa si esa deuda se pagará. Al titulizarlo, sale de su activo y pasa al “fuera de balance”. Estos títulos son a su vez divididos en “rodajas”, la palabra utilizada en la jerga financiera, para a su vez volver a titulizarlos, empaquetarlos en otra forma y venderlos nuevamente. Para que luego éstos sean la base de otro nuevo título. En un ejemplo harto simplificado de cómo funciona este “apalancamiento”, la hipoteca original, pasa a estar garantizando un valor de títulos emitidos sobre ésta de entre diez y quince veces el valor original, por dar alguna medida (2). Si en el peor caso se remata la casa, un inversor puede llegar a obtener su dinero, los otros catorce, nada.

Estos títulos se expandieron por el mundo, diseminando los problemas intrínsecos que contenían. Una cita del periódico británico The Economist refleja claramente la situación: “Una brillante generación ha combinado el poder de las computadoras con la teoría financiera para transformar el mundo de las finanzas. Mercados globales de billones de dólares han surgido basados en técnicas para convertir préstamos, pagos de intereses, riesgos de crédito y quien sabe qué más, en nuevos activos titulizados que podían ser divididos y vueltos a empaquetar en alucinantes combinaciones, que fueron vendidas y vueltas a vender”.

La segunda vuelta de la crisis financiera afecta más intensamente la economía real

El congelamiento del crédito

El desinfle de la burbuja inmobiliaria estadounidense y su impacto en la capacidad de repago de las hipotecas, en especial la de baja calidad o “subprime”, se extendió rápidamente por todo el mundo desarrollado.

Esta situación generó una fuerte desvalorización de activos con alto grado de riesgo, aunque vendidos como muy seguros, y generó grandes pérdidas en los bancos.

Los instrumentos financieros eran tan complejos, que su valuación resultaba altamente dificultosa, pues era casi imposible saber el nivel de riesgo de los activos que los garantizaban; su precio era establecido por el mercado, pero ante el desconocimiento de ese riesgo implícito, se dejaron de transar en el mercado, y por lo tanto se quedaron sin precio, es decir, sin posibilidad de valuarlos.

Los bancos desconocían su propia exposición al riesgo, y por lo tanto la de sus competidores, con lo cual durante el segundo semestre de 2007 se produjo una virtual paralización de los préstamos interbancarios, reduciendo drásticamente la liquidez internacional.

Durante el año 2008 se intensifica otra de las facetas de la crisis, que es la aguda reducción del crédito a empresas y familias, tanto en los Estados Unidos como en Europa, una situación que impacta negativamente en el desarrollo de la economía. Como ejemplo de esta situación, durante setiembre, Arnold Schwarzenegger, gobernador de California, actor que interpretó al Capitán Frío, tuvo que solicitar un préstamo de 7 mil millones de dólares al gobierno federal porque, escribió en la solicitud, “los mercados de crédito están congelados”.

A partir de esta segunda vuelta, el derrumbe de los mercados se intensificó a niveles desconocidos, y llevó varias veces al sistema a estar sobre el filo de la navaja, situaciones que se intentaron controlar con fuerte intervención de los gobiernos de los distintos países.

Resulta difícil establecer una fecha para esta segunda vuelta, puede ser la nacionalización del británico Northern Rock en febrero o la caída del Bear Stearns en marzo, lo que indica el fuerte carácter sistémico de los agudos problemas de los mercados de capitales y cómo un factor retroalimenta a otro: los problemas en importantes entidades financieras que tuvieron que ser salvadas, como las agencias hipotecarias fomentadas por el Estado Fannie Mae y Freddie Mac, y la aseguradora AIG, o que terminaron en quiebra como el importante banco de inversión Lehman Brothers, generaron mayor incertidumbre y una adicional reducción de los flujos de crédito.

El impacto sobre la economía real

Las economías desarrolladas son altamente dependientes del crédito, y por lo tanto un congelamiento prolongado del mismo puede tener efectos devastadores; es por eso que el principal motor para que los distintos estados tomaran medidas de profunda intervención en los mercados fue, y seguirá siendo por un período prolongado, la necesidad de garantizar que el crédito continúe fluyendo para sostener las operaciones habituales de las familias y las empresas, desde una compra con tarjeta de crédito, hasta la financiación de los pagos de salarios.

Con los bancos sentados sobre su escasa liquidez, teniendo que afrontar grandes pérdidas por la desvalorización de sus activos, y desconociendo la real situación económica de sus competidores, los préstamos interbancarios se detuvieron, y congelaron de esa forma el crédito a las empresas. Tan es así que las enormes cantidades de redescuentos que los distintos bancos centrales inyectaron en sus sistemas bancarios, para compensar el freno de los préstamos interbancarios, no fueron eficaces: los bancos los dedicaron principalmente a aumentar su liquidez (dejando el dinero en sus cajas fuertes o en títulos de los estados) y los aplicaron en escasa medida a los préstamos a familias y empresas.

Esta situación llevó a la Reserva Federal de Estados Unidos (FED) a tomar una decisión sin precedentes, como es la de intervenir directamente en los mercados de créditos, siendo el proveedor directo de financiamiento a las empresas, a través de las compra de bonos a tres meses emitidos por las empresas, que es la forma habitual del financiamiento (3).

La preocupación por la falta de financiamiento también se expresa en el comunicado del Tesoro Estadounidense al comunicar la compra de acciones de bancos, cuando se les informa a los bancos que “las necesidades de nuestra economía requieren que nuestras instituciones financieras no tomen este nuevo capital para atesorarlo, sino para distribuirlo”.

Es este impacto sobre la economía real, que está manteniendo altamente volátiles a los mercados, que suben o bajan con cada nuevo dato, ya sea de tenor financiero o real. El caso emblemático son los problemas de las automotrices estadounidenses, que se extiende a gran cantidad de empresas, con el consiguiente fuerte aumento en las tasas de desocupación de los países centrales y la reducción del ritmo de crecimiento de sus economías, un tema mucho más importante que la relevancia que se le asigna en este artículo, que se centra en los procesos financieros de la crisis global.

Demasiado grande para caer y el tema del riesgo moral

Las turbulencias financieras, y la desconfianza y temores sobre la salud de los grandes bancos internacionales instalaron tal nivel de estrés en los mercados de capitales, que los gobiernos debieron salir a garantizar la salud del sistema y prometer que no habría quiebras bancarias.

Las distintas acciones de intervención por parte de la FED y del Tesoro estuvieron determinadas por la forma de resolución de las dos fuerzas dominantes para encarar las medidas, una de ellas que puede resumirse bajo el lema “demasiado grande para caer”, que indica los problemas (sobre todo el sistema financiero) que puede generar la quiebra de una entidad de magnitud; la segunda está referida a la forma en que se recompensa o castiga la fuerte adopción de riesgo por parte de las entidades, asociado a la obtención de elevadas ganancias y que es conocida como “riesgo moral”. Esta crítica hacia la obtención de elevadas ganancias por parte de los bancos de Wall Street, y de sus principales ejecutivos, estaba orientada a que los mismos pagaran los daños que ocasionaron, y por lo tanto, que los salvatajes, gestados bajo el principio de demasiado grande para caer, no fueran un premio para aquellos que especularon.

Las acciones de las agencias hipotecarias privadas pero fomentadas por el gobierno, Fannie Mae y Freddie Mac y la aseguradora internacional AIG se desplomaron luego del salvataje de la FED y nunca recuperaron valores superiores a un dólar, salvo AIG que superó esa marca pero no pasó de los dos dólares. También en el caso de Bear Stearns y del quebrado Lehman Brothers, sus accionistas se quedaron sin capital.

La mayoría de los comentarios profesionales y periodísticos establecieron una diferencias significativa entre esta crisis con la famosa recesión de la década del treinta del siglo pasado. En aquella oportunidad se dejó en manos del mercado la resolución de los ajustes vía quiebra de entidades, y la recesión generada es por todos conocida. En el caso actual, las autoridades decidieron salir al rescate activamente, con reducciones en la tasa de interés de referencia y acciones directas sobre las distintas entidades financieras en problemas. En este punto, el caso de Lehman Brothers que se dejó que entrara en quiebra pareció ser un punto de inflexión; sin embargo, rápidamente las autoridades estadounidenses pudieron comprobar que fue altamente ineficiente: muchos adjudican a esta decisión la intensificación posterior de la caída y fuerte volatilidad de los mercados bursátiles y financieros y la desaparición del crédito a los agentes de la economía.

Con posterioridad a estos casos, la salida preferida para enfrentar los problemas fue la participación de los distintos gobiernos en el capital de los bancos. El Reino Unido hizo punta al anunciar un importante rescate de sus bancos; el sistema elegido fue el de elevar los requisitos de capital mínimo de todos los bancos. Aquellos que no consiguieron aportes privados para cumplir con la nueva regulación, fueron capitalizados por el gobierno, que adquirió acciones preferentes, que le otorgan el derecho a recibir una remuneración fija determinada y que no tienen poder de voto. De esta forma, el gobierno no intervendrá en las decisiones operativas de los bancos, tratando de minimizar lo más posible la injerencia estatal.

En el caso de Estados Unidos, para recapitalizar los bancos se utilizaron inicialmente 250 mil millones de dólares del programa de compra de activos en problema (TARP) por 700 mil millones de dólares aprobados por el Congreso. Si bien no estaba en las previsiones originales que esos fondos se utilizaran para comprar acciones de bancos, la norma que se votó es tan amplia que permite este nuevo destino. Gran parte de este margen, 125.000 millones de dólares, se utilizará para capitalizar a los seis grandes Bancos. Esta concentración de ayuda muestra la concentración del sistema que se agravó con la crisis, teniendo en cuenta que los cuatro mayores bancos reciben el máximo de ayuda previsto por banco (44). También en este caso se adquieren acciones preferentes sin derecho a voto.

Si hay una medida que sobresale entre la gran cantidad de acciones de intervención en los mercados que tomaron los gobiernos centrales, es sin duda el salvataje al Citibank, por su magnitud y por el mensaje implícito.

Ha sido el banco emblema de los Estados Unidos y es el banco que tiene la mayor proporción de sus activos en el exterior, más del 50%, con una fracasada fusión con el Wachovia, cuarto banco estadounidense. Este acto fallido, y la dificultad para obtener capital, comenzaron a generar expectativas negativas sobre el banco haciendo caer sus acciones un 50% a 3.77 dólares por acción en una semana, cuando un año atrás valían 35 dólares y a principios de 2007 orillaban los 50 dólares.

El fin de semana del 22 y 23 de noviembre, siguiente a esa fenomenal depreciación del capital del Citi, la FED, junto con la Agencia de Seguros de Depósitos Bancarios (FDIC) gestaron un plan de salvataje por el cual garantizan u$s 306 mil millones de activos tóxicos del Citigroup, garantía que la entidad pagará otorgando un 7% de su capital, y además la FED invierte u$s 20 mil millones en acciones preferidas con un dividendo fijo del 8% anual, y, si fuera necesario, otorgarán financiamiento para asegurar la liquidez de los activos involucrados. Los recursos provienen del programa de compra de activos en problema (TARP), se suman a los 25.000 millones que el Citi ya había recibido del mismo programa. A su vez, el banco deberá reorganizar sus hipotecas de acuerdo a las instrucciones de la Agencia de Seguros de Depósitos (FDIC).

El día posterior a la instrumentación de la ayuda, la acción del Citi subió un 57%, a 5.94 dólares y siguió subiendo, y este no es un dato menor, porque marca una fuerte diferencia con los anteriores salvatajes, donde los accionistas de las entidades perdieron todo su capital. En el caso del Citi, la FED compra parte de su capital, y se refuerzan las posibilidades del banco y de las futuras ganancias que gozarán sus accionistas. Y este es el gran mensaje de la FED y del sistema: no se dejará caer ningún gran banco y se protegerá a sus accionistas. El riesgo moral en el que incurrieron queda impune, pero sostiene al sistema financiero norteamericano. Ganó la opción “demasiado grande para caer”.

¿Demasiado grande para salvar?

La intención de este acápite es poner en cuestión la capacidad de los gobiernos centrales para continuar con el nivel de intervenciones que han mostrado en la actualidad, si la crisis continúa profundizándose.

Los gobiernos destinan ingentes recursos a los sistemas financieros domésticos

Las intervenciones de distintos gobiernos en la economía han sido monumentales, utilizando tanto las herramientas fiscales como las monetarias.

En realidad, las primeras acciones para paliar los efectos de la crisis financiera fue encararla con medidas monetarias, siendo la reducción de las tasas de interés la preferida por Estados Unidos y el Reino Unido. La baja de la tasa de referencia de la Reserva Federal, que comenzó en setiembre de 2007, llegó al 1% una año después (más precisamente el 31 de octubre) y se especula que podría llegar al 0.5%, lo cual sería un hito en la historia reciente de la FED.

Más tardíamente, el Banco Central Europeo comenzó a reducir su tasa de referencia en octubre de 2008, para llegar del 4.25% a un 2.5% en diciembre del mismo año.

Las rebajas de tasas de interés resultan ser efectivas para resolver problemas de liquidez, pero en este caso se trata de un fuerte problema de solvencia que afecta a gran cantidad de entidades financieras en todo el mundo. Por lo tanto, hacia resolver este problema deben orientarse las medidas, ya sea para garantizar los activos en problemas, ya para aumentar y extender las garantías sobre los depósitos, ya para capitalizar a los bancos en dificultades. Y en esta tarea, los fondos provenientes de los presupuestos públicos son esenciales, puesto que los bancos centrales tienen limitaciones para estas actividades, aunque la Reserva Federal de Estados Unidos ha dado muestras de ir mucho más allá de las funciones específicas de un banco, como veremos más adelante.

Algunos datos sólo para tener una idea de los montos de rescates involucrados, que cambian a cada momento en sus modalidades y en sus valores, estos últimos siempre a la suba. Estados Unidos implementó un Plan de rescate para activos en problemas, TARP, ya comentado, por 700 mil millones de dólares; el Reino Unido puso en marcha un paquete de ayudas por 500 mil millones de libras para capitalizar bancos, y otorgarles préstamos y avales. Alemania destinó 500 mil millones de euros, especialmente en garantías a los préstamos interbancarios, una modalidad adoptada también por Francia que asignó unos 360 mil millones de euros.

Como puede observarse, las medidas europeas en general apuntan a mejorar la liquidez, mientras que las medidas de la FED con su TARP apuntaban a los problemas de solvencia, y consistían en un intento de resolución sistémica al comprar los activos tóxicos de todo el sector; pero las dificultades de implementación fueron, como era previsible, muy fuertes, por la raíz misma del problema ¿cómo valuar activos que no tienen valor, mientras que los bancos que los entregarían presionan para obtener el mejor precio? Por eso Henry Paulson giró su orientación hacia la capitalización de los bancos, pasando de una estrategia sistémica a una individual. La respuesta a este cambio fue el salvataje del citi, pero la pregunta pasa por saber si alcanzará el ejemplo del Citi para aquietar las aguas, o deberán seguir salvando a más bancos de gran porte.

El propio FMI, que parece no haber podido encontrar una nueva razón de ser con el derrumbe de los mercados, luego de las fuertes críticas por su actuación en las crisis de los países periféricos, salió a bendecir, por boca de su Director Gerente, Dominique Strauss Kahn, la importancia de la utilización de los recursos fiscales para paliar la recesión, y por lo tanto aceptar el mantenimiento de cuantiosos y prolongados déficits fiscales. Una receta que, no está de más decirlo, fue sistemáticamente negada a los países periféricos cuando atravesaban problemas financieros o económicos de magnitud, dejando bien en claro que la “solución del ajuste” para enfrentar los problemas económicos puede cobijarse bajo el paraguas de una teoría de la dominación más que en una cuestión técnica irrefutable como se la presentó.

El excesivo apalancamiento de los activos que se produjo generó un nivel de activos tóxicos que supera largamente las posibilidades de salvataje de las finanzas nacionales. Hoy la FED da una garantía por 306.000 millones de dólares al Citi, y otros tanto a Fannie y Freddie, que no tiene impacto en el presupuesto en la medida que esa deuda se cobre a futuro: si los activos terminan siendo inservibles, esas cantidades impactarán directamente en los balances fiscales ¿Cuál es el nivel de pérdidas que podrán soportar los gobiernos?

Para ilustrar el caso, los bancos europeos poseían a fines de 2007 pasivos que superaban el valor del producto interno bruto (PIB) de esos países. Más precisamente, Bélgica, Irlanda y los Países Bajos poseían pasivos externos de hasta tres veces el PIB de sus respectivos países; en el caso de Suiza, la relación es de diez veces. Estos pasivos eran en general a corto plazo, y estaban sosteniendo activos en problemas que venían depreciándose. Al no poder renovar sus deudas externas al vencimiento, estos bancos debían vender parte de sus activos, lo cual hacía bajar aún más sus precios.

Y la pregunta es, con este nivel de endeudamiento, hasta dónde los gobiernos tienen efectivamente capacidad de ser los prestamistas de última instancia de esos bancos con deudas externas tan abultadas.

De allí que cada vez se hace más presente la necesidad de encarar esta situación con medidas globales, aunque hasta el momento, (5) las acciones hacia este horizonte son bastante débiles.

La Reserva Federal: su aumento de la exposición al riesgo y la fuerte interdependencia con el gobierno.

Un caso emblemático es el de la Reserva Federal de Estados Unidos, que ha visto significativamente reducida la calidad de sus activos en el último año. Recordemos que parte de los pasivos de este emisor monetario son los dólares físicos y contables que circulan por el mundo.

A diciembre de 2007 la Reserva Federal exhibía activos por 894 mil millones de dólares, de los cuales el 84% estaba colocado en bonos del Tesoro Norteamericano. Un año después, los activos de la FED se incrementaron en 139% a 2.138 miles de millones de dólares, mientras que la tenencia de bonos del Tesoro Norteamericano por parte de la FED se redujo en un 37%. Esta situación muestra una significativa baja calidad en los activos del ente emisor de los dólares, puesto que a diciembre de 2008 los títulos de Tesoro sólo cubrían el 22% de los activos de la FED. El resto se compone de las garantías de activos problemáticos, tomados por los redescuentos otorgados a los bancos, los acuerdos de redescuentos con los bancos centrales de otros países por más de 600 mil millones de dólares (Brasil obtuvo unos 30 mil millones de dólares que aún no utilizó) y por la compra de deuda directa de particulares, tanto préstamos al consumo como bonos de empresas pymes.

A partir de esta mayor exposición al riesgo de la FED, podría decirse, desde un enfoque más periodístico que técnico, aunque no exento de veracidad, que cada uno de nosotros que posee un dólar, está participando del riesgo de los activos en problemas generados por la gran maquinaria rentística de Wall Street.

No deja de ser una paradoja, entonces, que la demanda del dólar, que aún sigue siendo utilizado como refugio por los inversores que deciden un “vuelo a la calidad de sus activos”, está fundada más en cuestiones de confianza y de la posición hegemónica de Estados Unidos, que en la calidad del respaldo de las cuentas de su ente emisor. (6)

En este punto resulta conveniente comentar que la FED ha transpuesto todos los límites, y que la fuertemente pregonada independencia de los Bancos Centrales por el Consenso de Washington es, nuevamente, una cadena impuesta a los gobiernos periféricos para que no puedan manejar sus finanzas de forma funcional a los intereses de un plan de desarrollo.

La definición principal de un banco Central es que opera exclusivamente con los bancos y entidades financieras que regula. La Reserva Federal vulneró este principio cuando asistió a entidades no reguladas por ella como el banco de Inversión Bear Stearns, las agencias hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac, y la aseguradora AIG. También creó líneas de redescuento a los bancos aceptando activos con cierto grado de riesgo, muchos de ellos ligados a las hipotecas. Si bien comenzó aceptando activos con valuación AAA distintos a títulos públicos, poco después cambió esa exigencia a todo tipo de activos como títulos del Tesoro, deuda de agencias, deuda de agencias garantizada por hipotecas, “que sean elegibles como garantía en operaciones convencionales del mercado abierto”(7).

Posteriormente, salió a comprar deuda emitida por entidades no bancarias, como si fuera una entidad financiera más, provenientes de títulos con garantía de préstamos al consumo y de préstamos a pymes garantizados por la agencia de la pequeña y mediana empresa.

En todo momento, la relación de la FED con el Departamento del Tesoro de Estados Unidos fue muy estrecha, lanzando gran cantidad de acciones conjuntas (8) y con un total compromiso entre ambas entidades. De hecho, la FED recibió 440 mil millones de dólares de aporte del Tesoro Estadounidense en el último año, lo cual le permite sostener las financiaciones antes comentadas.

El modelo neoliberal de Wall Street da pelea

Las medidas que no queremos tomar

Con la intensificación de la crisis, la única forma de evitar un colapso inmediato era aplicar distintas medidas de fuerte intervención estatal, las que efectivamente fueron realizadas, pero con una gran renuencia por parte de las autoridades que tomaron esas medidas y con un fuerte sesgo ideológico.

En el caso de Estados Unidos, el gobierno de Bush privilegió salvar a los bancos y al sistema financiero, defendiendo los intereses de Wall Street, defenestrando cualquier intención de aplicar la ayuda a los pobres, y especialmente a los deudores hipotecarios, que es el principal eje del problema económico hoy en Estados Unidos. Estas medidas, que a la luz de la óptica neoliberal resultan populistas, tipo de medidas que insistentemente el presidente George W. Bush se negó a tomar, son indispensables para normalizar el mercado hipotecario y los precios de los inmuebles, cuya caída continua intensifica la crisis. Son cada vez más las voces que se expresan por completar el salvataje a los bancos con un salvataje a los deudores, algunos movidos por la sensibilidad social, otros por la preocupación del impacto negativo sobre la economía de una masiva mora en las hipotecas.

Aún más, cuando Henry Paulson, secretario del Tesoro de Estados Unidos, comentó el plan por 700.000 millones para la compra de activos tóxicos, dejó claro, en varias oportunidades, a punto de ser harto reiterativo, que son las únicas posibles para proteger al país de las tensiones financieras y la recesión, aunque, dijo, “ …lamentamos estar tomando estas acciones. Las acciones de hoy son las que nunca hubiéramos querido tomar…”. Esta actitud tiende a mostrar la crisis como si se derivara de una suerte de “catástrofe natural”, y evitar reconocer que es consecuencia de las políticas que ellos mismos implementaron en la último década.

De la misma manera, el primer ministro del Reino Unido, Gordon Brown, se preocupó, luego de la compra de acciones de bancos, de dejar bien en claro que no eran “estatizaciones” y que el gobierno intentaría salir lo más rápido posible del capital de esas entidades financieras, siguiendo la línea discursiva que el Tesoro estadounidense usó para la compra de acciones de bancos, la ayuda a las agencias hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac y a la aseguradora AIG.

Los líderes mundiales toman un curso acelerado de compromiso global

Puede decirse que los líderes mundiales no estuvieron a la altura de las circunstancias. Luego de una de las mayores bajas históricas del Dow Jones, la Cámara de Representantes del Congreso Estadounidense rechazó el paquete de ayuda de 700.000 millones de dólares presentado por el gobierno, una actitud que mostró el desconocimiento de muchos legisladores sobre la intensidad de la crisis y la necesidad de aplicar medidas para paliarlo. Posteriormente fue aprobada por el Senado y luego en una segunda vuelta por Representantes.

Pero quizá la Unión Europea es la que lidera la falta de sintonía con la gravedad de la crisis, no sólo por la renuencia del Banco Central Europeo en bajar las tasas de interés para fomentar la economía sino por la dificultad para realizar acuerdos globales para enfrentar la crisis. Una de las señales erradas fue la reunión de los principales líderes de Alemania, Reino Unido, Francia e Italia (asombrosamente no se la invitó a España) llevada a cabo el 4 de octubre de 2008 , en la cual se decidió apoyar a los bancos en problemas, pero no en forma conjunta, sino que cada país lo resolvería con sus propios medios. Al día siguiente, apareció la necesidad de rescatar al banco alemán Hipo Real State, y el gobierno comandado por Angela Merkel decidió garantizar la totalidad de los depósitos en los bancos alemanes. Una vez conocida esta noticia, los depósitos comenzaron a fluir hacia Alemania desde el resto de la Unión Europea, obligando a Francia, España e Italia a garantizar también ellos sus depósitos para evitar la huída hacia el país germano. Esta situación puso de relieve un escenario harto evidente pero que no fue considerado por los líderes europeos en la referida minicumbre : con el avanzado grado de integración y liberalización financiera de los socios de la Unión Europea, pensar en soluciones individuales resulta un suicidio. La única forma de encarar los problemas financieros que aquejan al viejo continente es en forma coordinada. Días después, se decidió instalar un sistema de garantías para los 27 países de la Unión.

Este episodio no es menor, y muestra cómo están aún fuertemente anidadas en las mentes de importantes líderes europeos las ideas neoliberales de la subsidiariedad del Estado. De hecho, ese concepto de subsidiariedad, y la idea de la auto regulación de los mercados financieros, estuvo presente en la creación de los organismos de la Unión Monetaria. Como ejemplo, puede citarse que el Banco Central Europeo no posee una de las funciones esenciales de cualquier banco central, que es la de ser prestamista de última instancia, como si la Unión Europea hubiese estado inmunizada de por vida de cualquier problema sistémico. Y si la realidad mostró que no lo está, esta debilidad congénita del Banco Central Europeo muestra la fuerte impronta de las ideas pro mercado y de la total subsidiariedad de los estados que marcaron a fuego el armado de la Unión Europea, y que son parte, en la actualidad, de las dificultades de muchos estados integrantes para aplicar políticas de fomento, sin vulnerar los dictados de la Unión .

La Comisión Europea presentó a la aprobación de los estados miembros, a fines de noviembre de 2008, un plan por 260.000 millones de dólares (1.5% del PIB regional) que parece austero en comparación con el plan lanzado por China e incluso con los distintos paquetes de ayuda estadounidenses, y que además no tiene el visto bueno de Alemania. Sin duda, muchos países importantes europeos no quieren que los fondos de los electricistas y plomeros se apliquen a sostener sistemas financieros de países muy distintos a ellos, que no tienen “su disciplina monetaria y fiscal” y que son relativamente nuevos en la UE. Pero esas son las reglas de juego de la integración que ellos mismos diseñaron, con las normas acuñadas en el Consenso de Washington, que hoy deben necesariamente vulnerar si desean reducir la recesión en marcha. Pero pareciera que en épocas de vacas flacas, la resolución de las asimetrías con los otros países resulta demasiado onerosa, a la vista de los países más poderosos.

Finalmente se realizó el 15 de noviembre de 2008 una reunión del denominado grupo de los veinte, compuesto por el G8 (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, Reino Unido y Rusia), más la Unión Europea, Arabia Saudí, Argentina, Australia, Brasil, China, India, Indonesia, México, República de Corea, Sudáfrica y Turquía. En la declaración de la Cumbre se instó a reforzar la transparencia y la rendición de cuentas, proveer una sólida regulación, promover la integridad de los mercados de capitales, reforzar la cooperación internacional y reformar las instituciones financieras internacionales. Pero se especificó estrictamente que “los reguladores deben asegurar que sus acciones soporten la disciplina del mercado, la competencia, el dinamismo y la innovación en los mercados”. Se piden regulaciones laxas, que no afecten “la disciplina” del mercado y la “innovación” cuando la combinación de ambas, en ausencia de fuertes regulaciones, es la que produce las deudas tóxicas que hoy los preocupan.

Otra de las menciones del comunicado establece que “Los principios de libre mercado son esenciales al crecimiento económico y la prosperidad y han sacado a millones de la pobreza”. Con otras palabras, es el discurso de George W. Bush, que impuso su impronta a la reunión defendiendo previamente la libertad de mercado, y por ello derivó en resultados decepcionantes, sin ningún avance cualitativo sobre los cambios que se requieren. La conclusión de esta reunión jalona una serie de decisiones que se fueron tomando para encarar en forma coordinada a nivel internacional las soluciones a la recesión, decisiones que fueron impulsadas por el agravamiento de la propia crisis internacional, más que por un convencimiento político de parte de los líderes.

Reflexiones Finales

La crisis internacional que se está viviendo, y que está centrada en los países industrializados, es de una magnitud cuya resolución es muy difícil de prever.

Y si bien estuvo originada en la aplicación extrema de los postulados del libre mercado, fue funcional al crecimiento de los países centrales, en tanto sostuvo la producción y la tasa de ganancia.

De allí la renuencia a abandonar los postulados neoliberales, puesto que se necesita volver a generar lo más rápido posible nuevas oportunidades de renta financiera, y para ello se requiere continuar con la liberalización de los flujos de capital. También se está defendiendo la liberalización de los flujos comerciales, un vehículo a través del cual los países centrales pueden eventualmente descargar parte de los problemas económicos sobre la periferia.

La orgía de financiamiento y de instrumentos para controlar el riesgo, que resultaron ser los propagadores del mismo, difícilmente se verá en los años venideros, aunque los grandes conglomerados internacionales intentarán proteger su tasa de renta financiera.

Se habló insistentemente de cambio de paradigmas, de una derrota del modelo neoliberal y de la emergencia de una nueva forma de gestionar la economía. Pero puede pensarse que en lo esencial, son dos fases distintas del mismo capitalismo, el cual privatiza las ganancias, y el modelo neoliberal fue funcional a esta premisa, y socializa las pérdidas, lo cual debe hacerse inexorablemente a través de una mayor participación del Estado en la economía, cuya función será administrar la crisis y sentar las bases de un nuevo modelo de crecimiento.

Quizás esta situación internacional de pié a la emergencia de mayores fuerzas sociales que comiencen a idear una salida por fuera del capitalismo, y que, desde mi visión, no aparece otra opción que sea un remozamiento del socialismo.

Pero todas son conjeturas, puesto que el nivel que alcance la recesión de la economía real en los países centrales, en qué medida la puedan trasladar a la periferia y las penurias que tendrán que enfrentar las clases populares, estarán definiendo en gran medida los desarrollos futuros, tanto económicos como políticos y culturales.


Notas
1 Ver capitulo “El modelo neoliberal de Wall Street da pelea”.
2 Ver capítulo "Algunas reflexiones previas".
3 Ver La fuerte interdependencia de la Reserva Federal.
4 Límite que luego sería vulnerado con el rescate del citigroup.
5 Ver capitulo “Los líderes mundiales toman un curso acelerado de compromiso global”.
6 Si bien los temas relativos a la hegemonía estadounidense, presentes y futuras, pueden discutirse, al igual que la inexistencia actual de una moneda de reemplazo, estas cuestiones exceden el objetivo del este artículo.
7 Comunicado de prensa de la Reserva Federal del 11 de marzo de 2008.
8 Entre otros, el comunicado de salvataje a la aseguradora AIG, en el cual la FED comunica que lo realizará con total apoyo del Departamento del Tesoro (Comunicado de prensa de la FED del 24 de setiembre de 2008).

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