La organización de los intelectuales de la clase dominante y los desafíos para una emancipación social | Centro Cultural de la Cooperación

La organización de los intelectuales de la clase dominante y los desafíos para una emancipación social

Autor/es: Leopoldo Santucho

Sección: Investigaciones

Edición: 4

Español:

Este texto tiene el objetivo de realizar un aporte a la reflexión acerca de la categoría social de intelectual. Esta refiere no sólo a individuos que se diferencian por sus atributos productivos específicos, sino que, de modo más amplio, está ligada a la reproducción del proceso de acumulación capitalista en un país y la organización política de un territorio nacional. Mediante este artículo buscamos poner en discusión la categoría de intelectual y el campo en el que se despliegan las prácticas habituales del mismo. Este interés nace de un viejo precepto del marxismo, que dice que “las ideas dominantes son las ideas de la clase dominante”. Asimismo, acordando con Gramsci, destacamos al intelectual como agente interviniente en la organización de la dirección política e intelectual de la sociedad capitalista. En relación a ello, analizaremos el papel de la producción de conocimiento y las decisiones políticas. Seguido a esto brindaremos un panorama sobre el entramado institucional que vincula ambos campos, el académico y el de la política. Por último, consideraremos brevemente las perspectivas actuales de la organización política y cultural.


Introducción

Este texto tiene el objetivo de realizar un aporte a la reflexión acerca de la categoría social de intelectual. Esta refiere no sólo a individuos que se diferencian por sus atributos productivos específicos, sino que, de modo más amplio, está ligada a la reproducción del proceso de acumulación capitalista en un país y la organización política de un territorio nacional.

Mediante este artículo buscamos poner en discusión la categoría de intelectual y el campo en el que se despliegan las prácticas habituales del mismo. Este interés nace de un viejo precepto del marxismo, que dice que “las ideas dominantes son las ideas de la clase dominante”. Asimismo, acordando con Gramsci, destacamos al intelectual como agente interviniente en la organización de la dirección política e intelectual de la sociedad capitalista.

En relación a ello, analizaremos el papel de la producción de conocimiento y las decisiones políticas. Seguido a esto brindaremos un panorama sobre el entramado institucional que vincula ambos campos, el académico y el de la política. Por último, consideraremos brevemente las perspectivas actuales de la organización política y cultural.

La función hegemónica en las sociedades capitalistas

En primer lugar, hemos de llamar la atención sobre el hecho de que la actividad del intelecto no es exclusiva de un individuo o un grupo de ellos sino que es inherente al ser humano. Esta proposición, que se ubica en la piedra angular de la cuestión, refiere a la distinción de intelectual gramsciana, aquella que dice que “todos los hombres son intelectuales, pero no todos tienen en la sociedad la función de intelectual”.1 Esta distinción que realiza Gramsci respecto de los atributos de los individuos refiere en Marx,2 de una manera general, a la escisión entre trabajo intelectual y trabajo manual que se produce bajo el capitalismo. Dicho en otras palabras, la tesis de Marx afirma que el desarrollo de las fuerzas productivas bajo el capitalismo implica una tendencia dentro del trabajador colectivo a la separación y la oposición progresiva entre el trabajador manual y el trabajador intelectual. Al respecto, la tesis de Poulantzas, en sus propias palabras, dice:


[Esta división] constituye de hecho, en todo modo de producción dividido en clases, la expresión concentrada del nexo de las relaciones políticas e ideológicas (político-ideológicas en este sentido) en su articulación con las relaciones de producción; es decir, tales existen y se reproducen, bajo la figura de su relación precisamente (político-ideológicas) en el seno mismo del proceso de producción y más allá en la formación social.3

Siguiendo a Poulantzas, la oposición entre el trabajador intelectual, que paradójicamente es parte del trabajador colectivo, y el trabajador manual es análoga a la separación que se produce entre la ciencia y el trabajador manual.4 Esta observación es válida aplicada a la organización política e intelectual de la sociedad, es decir, extendida en la formación social, como desarrollo de la necesidad de organizar la producción. Esta misma observación se encuentra en el núcleo del enfoque de Gramsci de la función intelectual.5 En los textos de la cárcel, el intelectual italiano enuncia la tesis sobre la extensión de la categoría de intelectual en el mundo moderno como resultado de las necesidades sociales de la producción y, aun más, de las necesidades políticas de la clase dominante.6 Asimismo, afirma que esto implica la organización profesional de los epifenómenos del proceso de acumulación, entre los cuales señala a la “pobreza”, la “defensa”, etc.

En resumidas palabras, los puentes entre la ciencia y la política, desde la organización técnica-contable del proceso de producción, se fueron complejizando aun más de acuerdo al desarrollo del proceso de acumulación y a la complejización del modo de producción. Por lo que en la intersección de la ciencia y la política se abre un campo de indagación a una esfera más amplia, donde convergen distintas modalidades de relaciones institucionales y vinculaciones orgánicas. La función hegemónica o intelectual, entonces, corresponde a la actualización de una institucionalidad ajustada al proceso de acumulación, la cual opera en la intersección de los conceptos de sociedad civil y Estado.7

Aquí rescatamos que la fórmula de la hegemonía es aplicada en Gramsci por igual a los conceptos de Sociedad Civil y Estado como represión más consenso.8 Esta misma proposición, en el nivel de análisis más general de los diversos ámbitos societales, se refiere a la relación entre coerción y poder. En este mismo nivel de generalidad, la amenaza constante del ejercicio de la violencia es condición de la enajenación de la propia potencia por un otro.

La problemática del poder siempre implica considerar la posibilidad de una resistencia, por lo que no podemos si no afirmar que la fórmula de la hegemonía no implica decir que la represión es un recurso exclusivo de la organización estatal. Por consiguiente, debe aceptarse como sugerencia metodológica observar la relación represión-consenso en toda una formación social a partir de sus expresiones formales. Sostengo que los ejemplos más claros debemos buscarlos allí donde es mayor la intensidad de la lucha por la hegemonía. Sin ir más lejos, hace meses, en Bolivia, la masacre de Pando encabezada por el Prefecto Leopoldo Fernández fue protagonizada antes que nada por elementos civiles. Lo mismo puede decirse de la humillación pública de los campesinos aymaras en Cochabamba este mismo año por parte de civiles. Aun más, estos hechos distan de la masacre de El Alto en octubre de 2003 donde el Estado reprimió. En este último episodio, la movilización contra la venta de gas fue parte la gesta articulación social que ocupó el poder.9 Allí se ha articulado una nueva relación de fuerzas que hace rendir cuentas al Estado de sus vinculaciones orgánicas con la clase dominante. Entonces, teniendo en cuenta la intensidad del conflicto, es plausible esperar la crisis de su apariencia como defensa del “interés general” y la “nación”. Es decir, lo que debe enseñarse detrás de los actuales cambios que se operan en el territorio Boliviano es que no había una “nación” y que algunos grupos de la sociedad civil no estaban representados por el Estado. Es más, sucede que toda forma de representación política de esos grupos era reprimida y excluida por el Estado.

La hegemonía, entonces, actúa antes como ejercicio constante de la coerción, esto es como amenaza de sanción, castigo y violencia. El poder es efectivo aquí cuando la amenaza sobre el otro es efectiva y ese otro actúa según la voluntad ajena. De modo contrario, cuando no se logra la opción de la amenaza, se realiza mediante la represión, en la represalia, en el uso de la violencia. La tesis gramsciana, como vemos, considerada a la luz de la especificidad de la formación social guarda un enorme potencial respecto de la organización y la estrategia revolucionarias. Más justamente, el análisis de las relaciones de fuerza en Gramsci avanza desde el modo de producción global hacia las formas políticas nacionales de la relación capital-trabajo.

Los intelectuales de la clase dominante en Argentina y el tratamiento institucional de lo social

Cuando uno hace el esfuerzo por delinear las huellas del tratamiento de la cuestión social en la Argentina de principios del siglo XX descubre el relato desnudo de la miseria humana, la degradación moral y física. Los rastros aparecen en la narrativa rioplatense y en las letras de la música popular, en las cuales la picaresca porteña se trasluce en las largas descripciones de una ciudad fétida y paradójicamente fecunda. Pronto uno consigue sospechar de la bucólica de las huestes hacinadas y maltratadas del conventillo que dominan la imagen y encuentra allí algo que se escapa de esa pintura. Allí de lo que se trata es de operar sobre la génesis del relato y desenterrar el poder desde donde no había nada más que expresiones, estilos y géneros.

La superpoblación relativa de la Ciudad de Buenos Aires, la inmigración y el pauperismo de la clase trabajadora, todos ellos epifenómenos de la producción y circulación de mercancías agrarias destinadas a la exportación, son tematizados a partir de los argumentos higienista y positivista. Por lo que la organización de la justicia y el régimen de las penalidades, el abordaje de la cuestión social, de la salud pública, etc. y la legislación sobre esos temas, guardan una correlación con la especificidad histórica de la acumulación capitalista en un país. Entonces una revisión de la cuestión de los intelectuales también puede proceder identificando los temas de la producción de textos de los intelectuales en relación al contexto institucional inmediato y a las formas singulares de la acumulación capitalista en un país.

Entre los agentes de las iniciativas gubernamentales de solución de la cuestión social estaban los intelectuales conservadores ligados al PAN, partido que condensaba la organización civil de la vida política local. Pero además participaban los intelectuales liberales, progresistas, reformistas, socialistas, e inclusive más radicalizados. El proceso al cual hacemos referencia refiere a un momento particular de la conformación de un itinerario profesional del personal de Estado. Más particularmente, aquel que perseguían los líderes políticos de la aristocracia argentina a finales del siglo XX. Este ejemplo singular de la conformación de un itinerario profesional del político es un evento recurrente de la vida nacional, que queda cristalizado en las instituciones de la política y la ciencia. El Partido Autonomista Nacional tuvo una importancia crucial para la organización de la vida política nacional y el Estado ya que en su seno se formaron los intelectuales del régimen conservador. Los intelectuales que se nucleaban en esa organización eran mayoritariamente abogados provenientes de las familias de terratenientes y burgueses.

En esta misma dirección, el desarrollo de la función hegemónica en relación al tratamiento de la cuestión social motivó innovaciones institucionales, la creación de legislación y de agencias especializadas.10

Los partidos políticos y la dinámica de la vida nacional: la reorganización de la hegemonía capitalista

A mediados de los setenta, en el mundo capitalista se verifica el estancamiento del proceso global de la producción y de la acumulación. En Argentina, los cambios se realizarán bajo la forma de una modificación de la modalidad nacional del proceso de acumulación capitalista.

Toda una recuperación de la hegemonía global y de la forma aparente del Estado surgirá, primero, con la represión sistemática y, luego, con el discurso de la transición democrática en Europa del Este y en América del Sur. El cambio en las relaciones de fuerza, que de una manera más particular consistió en Argentina en la aniquilación física de la vanguardia armada, permitirá la introducción de cambios en las relaciones sociales de producción. A finales de los ochenta, como expresión forzada de los cambios globales del capitalismo comienza a producirse la modernización del aparato estatal. Esto no implica necesariamente una reorganización de los intelectuales, sino de su función en términos específicos en relación al proceso de acumulación nacional. Este proceso que afectó la vida política nacional también significó un peculiar proceso de transformismo por el cual los intelectuales progresistas en el curso de los ochenta y noventa asumieron la función dirigente.

Este proceso de nuevos acoplamientos entre los sectores dominantes entre otras cosas ensayará el vínculo orgánico de los expertos con los decisores, entre el técnico-profesional y el político. Asimismo, en dicho período se verifica un aceleramiento de la tendencia a la fragmentación de las organizaciones políticas y la mutación de la masa de afiliados de los partidos tradicionales. De hecho, en este sentido, la transformación del Partido Justicialista desde su base sindical bajo el régimen de Estado intervencionista, hacia un aparato clientelar de inserción en los sectores pauperizados de la fuerza de trabajo es parte de esa mutación en la dinámica política.11 El partido político es una forma social tradicional por la cual se organiza la vida política en el seno de la sociedad civil. La actividad del partido político consiste en la organización de los intelectuales de una clase, pero también en la vinculación a los intelectuales orgánicos con los intelectuales tradicionales. De otra manera, debe sumar adhesiones, reclutar miembros, transmitirles las ideas dominantes y proseguir con la formación de los políticos profesionales. Sin embargo, sostenemos que las crisis de hegemonía, vistas como rupturas entre gobernantes y gobernados, conllevan el sacrificio del monopolio de la organización de la vida política por los partidos políticos y el aceleramiento de la tendencia a la fragmentación de las organizaciones políticas. Ello debido a que la consecución de la estabilidad de la función dirigente es conseguida por el constante emplazamiento de innovaciones institucionales.

En esta misma dirección adopto la perspectiva de Gramsci, para quien la crisis de representación es de una manera general una crisis de autoridad que se expresa como un quiebre en el consenso entre representantes (gobernantes) y representados (gobernados).12 La transformación sustancial de la organización y la competencia partidarias no debe entenderse necesariamente como una crisis de las formas aparentes de la representación política, sino más bien debe indagarse en cómo, a pesar de las transformaciones internas de los partidos, se logra mantener la función intelectual. Es decir ¿De qué manera subsiste la organización partidaria ante el descrédito de las “instituciones democráticas” (Parlamento, Poder Judicial, Poder Ejecutivo)? ¿Cómo es posible la continuidad del Estado a pesar de su crisis permanente? Aquí sugiero que se tome como punto de partida el abordaje mediante el concepto de hegemonía, a su vez, haciendo hincapié en los aparatos hegemónicos de la sociedad civil. En este mismo sentido operan el concepto de revolución pasiva entendido como el proceso de reconstrucción de la hegemonía de una clase tras los episodios de crisis y revueltas.

Ahora bien, las formas por las cuales se expresan la conflictividad social no son necesariamente formas organizadas, sino que inclusive se manifiestan de manera dispersa o caótica. La problemática de la conflictividad se manifiesta como una desobediencia a la autoridad, como autonomía frente a la heteronomía, en relación a ello el fenómeno del poder son experimentados en las relaciones sociales en relación a la probabilidad de la resistencia. En esta dirección, las manifestaciones de la conflictividad social deben ser interpretadas de una manera más amplia que aquellas manifestaciones que se refieren a un punto específico de la concentración y centralización de la amenaza de coerción. Una vez más, las formas que recalcan por sus autenticidad en los procesos de mayor intensidad de la conflictividad da cuenta de los niveles que alcanza la desobediencia al poder: los saqueos, los cacerolazos, la recuperación de fábricas por sus trabajadores, indican en distintos grados el alcance de la crisis de 2001 en la vida social argentina. La organización del poder problematiza, tematiza y decide sobre todas estas cuestiones que abarcamos en la categoría de conflictividad, dando lugar el Poder Judicial a los fenómenos jurídicos de la criminalidad, la empresa de multimedios reproduciendo el discurso de la inseguridad de la vida cotidiana, las cámaras empresariales produciendo mecanismos de lobbying, etc.

La organización de los intelectuales orgánicos y los think tank

Ahora bien, la hipótesis que sostengo afirma que esta operación corresponde también a la creación de esferas institucionales y la generación de dispositivos sociales donde se articulan las diferentes personificaciones de la labor académica y de la toma de decisiones del ámbito político. Más particularmente, allí convergen el desempeño de los técnicos y los científicos con el rol del político profesional, tanto bajo la forma de vinculaciones orgánicas como de la producción y circulación de mercancías. Esta articulación, que hace que en términos de la función dirigente sean indisociables el decisor del experto, es señalada por Brunner como una de las premisas de las decisiones políticas.13 Sostengo que esta es una de las características emergentes de la nueva configuración del poder en Argentina a principios de los ochenta. Entre estas características que comienzan a performarse aparecen el experto individual y los think tanks.14 Estos autores centrados en el caso argentino observan un entramado organizacional que, además de los think tanks (centros privados de investigación, centros universitarios, advocacy groups), empresas privadas, universidades públicas y agencias estatales. Para ello se genera toda una serie de disposiciones administrativas que surgen como parte de las reformas operadas sobre el Estado siguiendo el Consenso de Washington.

Los think tanks no son intelectuales en el sentido estricto, sino una forma particular por la cual se organiza la función intelectual en las sociedades capitalistas. Las actividades de los think tanks apuntan a la formulación de políticas públicas y a influir en la toma de decisiones.15 Se ocupan de la difusión de temas de interés público, el servicio de asesoría y el monitoreo-diseño de políticas públicas. El vínculo orgánico de estas organizaciones con el Estado se produce al realizarse la necesidad de la clase dominante de generar un mecanismo hegemónico –es decir, de aumentar las probabilidades de aceptación del poder considerado como relación entre capital y trabajo.16 Dicho de otra manera, estos tanques de pensamientos se fundan como una iniciativa autónoma de las cámaras de empresarios y grupos económicos. Inclusive, en los textos propios de las organizaciones, la financiación está íntimamente ligada por norma al concepto de “sociedad civil” y un uso recurrente de la figura jurídica de “asociación civil” (IERAL, CEPES, LIBERTADOR). Tras esta operación se comprenden como parte de los aportes financieros a las organizaciones académicas, las empresas y los particulares ya sea en calidad de socios o de clientes (los TT ofrecen mercancías) en oposición al Estado y sus agencias. En este sentido, toda financiación pública estatal los excluye de la categoría de think tanks.

Estas usinas de pensamiento reúnen expertos de diversas disciplinas que se organizan en torno a proyectos individuales, a su vez destinados a la solución de problemas de temáticas en particular.17 La realización de la política pública requiere de un diagnóstico y un diseño adecuado a aquello que es percibido/identificado como un problema de la agenda de gobierno. Por lo que en primer lugar su tarea consiste en construir y analizar las variables sobre las cuales se deberá intervenir. La identificación y tratamiento de los problemas es lo que resulta para mí el núcleo específico de la relación entre la ideología dominante y la ciencia. Aquí la construcción del concepto por los think tanks y los expertos opera en el plano de la producción de discurso. Esta es una doble operación, es decir, por un lado, de construcción de elementos operativos de las organizaciones estatales y, por otro, de construcción de figuras retóricas que fungen como elementos de realidad transaccional en la interfaz entre gobernantes y gobernados.18

En el diseño de las políticas, los policy makers construyen los diagnósticos y designan en términos operativos la metodología estatal de implementación de las políticas. Este proceso continua en las agencias estatales y se realiza en términos de procesamiento de la incertidumbre que genera el problema, por lo tanto, genera las alternativas de solución que serán seleccionadas como decisión estatal. A partir de que se considera que la política ha sido puesta en marcha, se procede a la realización de un re-diagnóstico y nuevamente comienza un nuevo planteo sobre el diseño. Para concluir con esta tipología, el término think tanks refiere a un conjunto de los intelectuales orgánicos que opera de acuerdo a unidades organizacionales cuyo desempeño estable se realiza en relación a la función gubernamental.

Perspectivas

La lucha teórica es la lucha por la construcción de un mapa estratégico del terreno nacional y regional. Ese esfuerzo colectivo consiste en denotar todo indicio del poder en las relaciones sociales como parte de la actividad de la vida cotidiana. Ese esfuerzo por desenterrar el poder se debe convertir en la esencia del intelectual o el militante. Por lo que las tareas son bien concretas y están relacionadas al momento actual del capitalismo: lo que se demanda del intelectual es el esclarecimiento de las cuestiones de la crisis financiera actual y los cambios operados desde los Estados nacionales sobre la economía. Diría que no basta con la elocuencia, sino que escasea la claridad para representar la dinámica del capitalismo. Debemos reflexionar en torno a estas cuestiones y preguntarnos acerca del éxito de las iniciativas políticas de los intelectuales, y si el éxito o fracaso tiene alguna relación con esta claridad para representar idealmente las potencias del explotado en el mapa de las relaciones sociales de producción. En el sentido de esta reflexión, en el artículo “Lucha política y guerra militar”, Gramsci, mediante la metáfora de la guerra, afirma el potencial de la doctrina en la claridad de los fines objetivos a alcanzar y, por consiguiente, en la homogeneidad del órgano político de la clase. Aquí debemos destacar la función conectiva y dirigente de la producción del intelectual en el seno de la organización partidaria. El uso recurrente de los términos y códigos nos dan una panorama de los sentidos que se le asignan a las prácticas internas y a los acontecimientos externos, permiten delimitar entre el partido y lo ajeno a él. En este sentido, la brecha ideológica entre las organizaciones políticas de tradición de izquierda es, antes que nada, una brecha de las culturas organizativas. Los términos “cambio social”, “campo popular”, que encontramos en el Partido Comunista o la Corriente Patria Libre no son compartidos por los partidos trotskistas. Aunque, en estos términos, esta ambigüedad también la encontramos en los textos de aquellas fracciones organizativas que se desprenden de las crisis internas del MAS y el morenismo en los ochenta y noventa. Esta brecha que se observa como una mera distancia en el uso de los términos tiene un correlato en las variables organizativas y más importante aun en términos de los posicionamientos en la escena política.

La organización política revé la validez de sus decisiones y de sus medidas, lo que da lugar, en primer lugar, a las sospechas de los diagnósticos y el análisis, y luego, a las revisiones y virajes táctico-estratégicos. En términos hipotéticos, considero que en gran parte de las organizaciones de izquierda existe una distancia interna entre los productores de conocimiento y los decisores. Esto puede tener muchas desventajas en términos del éxito de las medidas adoptadas por órganos centrales de decisiones y más aun respecto de las garantías frente a la tendencia a la fragmentación organizacional.



Bibliografía

  • Anderson, P. Las antinomias de Antonio Gramsci. Estado y revolución en Occidente, Editorial Fontamara, Barcelona, 1981.
  • Brunner, J. J. “Investigación social y decisiones políticas: El mercado del conocimiento”, en Nueva Sociedad, Nº 146, noviembre-diciembre, Buenos Aires, 1996.
  • Foucault, Michel. La verdad y las formas jurídicas, Gedisa, Barcelona, 1980.
  • -----. El nacimiento de la biopolítica, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2008.
  • Gramsci, A. Los intelectuales y la organización de la cultura, Nueva Visión, Buenos Aires, 1997.
  • -----. Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno, Nueva Visión, Buenos Aires, 2003.
  • -----. Cuadernos de la cárcel. Edición Digital disponible en www.gramsci.org.ar.
  • García Linera, Álvaro. “El Alto insurrecto. Rebelión en la ciudad más joven de Bolivia”, en El Juguete Rabioso, La Paz, 14 de octubre de 2003.
  • Gibbons, M.; Limoges C.; Nowotny, H.; Schartzman, S.; y Trow, M. The new production of knowledge. The dynamics of science and research contemporary societies, Sage, London, 1994.
  • Levitsky, Steven. La transformación del justicialismo. Del partido sindical al partido clientelista, 1983-1999, Siglo XXI, Editora Iberoamericana, Buenos Aires, 2005.
  • Marx, Karl. El Capital. Crítica de la economía política, Siglo XXI, Madrid, 1980.
  • -----. Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Gründrisse), Siglo XXI, Buenos Aires, 1998.
  • Oszlak, Oscar. La formación del Estado argentino. Orden, progreso y organización nacional, Planeta, Buenos Aires, 1997.
  • Poulantzas, Nicos. Estado, poder y socialismo, Alianza, Madrid, 1973.
  • -----. Las clases sociales en el capitalismo actual, Siglo XXI, Madrid, 1977.
  • Santucho, Leopoldo. “La trayectoria de la Dirección Nacional de Trabajo (1907-1916). Aportes al estudio de la relación entre Estado y clase obrera en la Argentina de los inicios del siglo XX”, en II Congreso Internacional de Historia, Universidad Nacional de Luján, septiembre de 2008, Luján.
  • Soprano, Germán F. “El Departamento Nacional del Trabajo y su proyecto de regulación estatal de las relaciones Capital-Trabajo en Argentina. 1907-1943”, en Panettieri J. (coord.) Argentina: Trabajadores entre dos guerras, EUDEBA, Buenos Aires, 2000, pp. 31-53.
  • Thompson, Andrés. Think tanks en la Argentina. Conocimiento, Instituciones y Política, CEDES, Buenos Aires, 1994.
  • Uña, Gerardo; Cogliandro, Gisell; y Labaqui, Juan. Políticas públicas y toma de decisiones: los think tanks en Argentina. Fundación Konrad Adenauer, Buenos Aires, 2004.

Fuentes Documentales


Notas

1 Gramsci, A. Los intelectuales y la organización de la cultura, Nueva Visión, Buenos Aires, 1997.
2 Marx, Karl. El Capital. Crítica de la economía política, Siglo XXI, Madrid, 1980.
3 Poulantzas, Nicos. Las clases sociales en el capitalismo actual, Siglo XXI, Madrid, 1977, p. 216.
4 Marx, K., op. cit.
5 Gramsci, A., op. cit.
6 Ibídem, p. 17.
7 “[...] cada Estado es ético en cuanto una de sus funciones más importantes es la de elevar a la gran masa de la población a un determinado nivel cultural y moral, nivel (o tipo) que corresponde a las necesidades de desarrollo de las fuerzas productivas y, por consiguiente, a los intereses de las clases dominantes. La escuela como función educativa positiva y los tribunales como función educativa represiva y negativa. Pero en realidad, hacia el logro de dicho fin tienden un multiplicidad de otras iniciativas y actividades denominadas privadas, que forman el aparato de hegemonía política y cultural de las clases dominantes”. Gramsci, A. Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno, Nueva Visión, Buenos Aires, 2003, p. 154.
8 “Si la clase dominante ha perdido el consentimiento, o sea, ya no es ‘dirigente’, sino sólo ‘dominante’, detentadora de la mera fuerza coactiva, ello significa que las grandes masas se han desprendido de las ideologías tradicionales, no creen ya en aquello en lo cual antes creían, etc”. (Gramsci, op. cit., 2006). También Anderson realiza un análisis pormenorizado de esta cuestión. Anderson, P. Las antinomias de Antonio Gramsci. Estado y revolución en Occidente, Editorial Fontamara, Barcelona, 1981.
9 García Linera describe la paticularidad de esta gesta política: “La Federación de Juntas Vecinales (Fejuve), fundada el año 1979, y la Central Obrera ragional (COR El Alto), creada 10 años después, son las que han articulado una red de organizaciones barriales y sindicales fuertemente enraizadas en bases territoriales ocupadas en la solución de necesidades básicas de la población. La Federación de Juntas Vecinales (Fejuve), fundada el año 1979, y la Central Obrera ragional (COR El Alto), creada 10 años después, son las que han articulado una red de organizaciones barriales y sindicales fuertemente enraizadas en bases territoriales ocupadas en la solución de necesidades básicas de la población. Juntas de vecinos y gremios durante las últimas décadas se han constituido como modos de autoorganización local de la población para crear por mano propia, o mediante la canalización de demandas al poder central, la satisfacción de necesidades básicas como el agua potable, el empedramiento de calles, la instalación de luz eléctrica, la construcción de casas, escuelas y sedes sindicales, la autorización para instalar puestos de venta, la regulación de impuestos, etc., reactualizando en el ámbito urbano las experiencias organizativas y las fidelidades comunitarias que, precisamente a través de los sindicatos agrarios y ayllus, gestionan todas estas dimensiones de la vida cotidiana. De ahí que no sea casual que en muchos barrios las juntas de vecinos lleven el nombre de la comunidad agraria de origen”. García Linera, Álvaro. “El Alto insurrecto. Rebelión en la ciudad más joven de Bolivia”, en El Juguete Rabioso, La Paz, 14 de octubre de 2003.
10 Soprano, Germán F. “El Departamento Nacional del Trabajo y su proyecto de regulación estatal de las relaciones Capital-Trabajo en Argentina. 1907-1943”, en Panettieri J. (coord.) Argentina: Trabajadores entre dos guerras, EUDEBA, Buenos Aires, 2000, pp. 31-53; Santucho, Leopoldo. “La trayectoria de la Dirección Nacional de Trabajo (1907-1916). Aportes al estudio de la relación entre Estado y clase obrera en la Argentina de los inicios del siglo XX”, en II Congreso Internacional de Historia, Universidad Nacional de Luján, septiembre de 2008, Luján.
11 Levitsky, Steven. La transformación del justicialismo. Del partido sindical al partido clientelista, 1983-1999, Siglo XXI, Editora Iberoamericana, Buenos Aires, 2005.
12 Gramsci, op. cit., 2003.
13 Brunner, J. J. “Investigación social y decisiones políticas: El mercado del conocimiento”, en Nueva Sociedad, Nº 146, noviembre-diciembre, Buenos Aires, 1996.
14 Thompson, Andrés. Think tanks en la Argentina. Conocimiento, Instituciones y Política, CEDES, Buenos Aires, 1994; y Uña, Gerardo; Cogliandro, Gisell; y Labaqui, Juan. Políticas públicas y toma de decisiones: los think tanks en Argentina. Fundación Konrad Adenauer, Buenos Aires, 2004.
15 Uña, G.; Cogliandro, G.; y Labaqui, J., op. cit.
16 Poulantzas, Nicos. Estado, poder y socialismo, Alianza, Madrid, 1973.
17 Gibbons, M.; Limoges C.; Nowotny, H.; Schartzman, S.; y Trow, M. The new production of knowledge. The dynamics of science and research contemporary societies, Sage, London, 1994.
18 El concepto de “realidad transaccional” aparece en Foucault en relación al concepto de “sociedad civil”. Foucault, Michel. El nacimiento de la biopolítica, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2008, p. 337.

Compartir en

Desarrollado por gcoop.