La educación debe ser liberadora por Marta Salazar | Centro Cultural de la Cooperación

La educación debe ser liberadora por Marta Salazar

20/07/2015

Marta Salazar, enfermera, formadora de enfermerxs, vicerrectora de la Escuela Cecilia Grierson de Enfermería, nos ofrece un vívido relato de su formación profesional en la década del 70 y extrae de la misma valiosos aportes para repensar la relación entre teoría y práctica en la capacitación inicial de los docentes

La educación debe ser liberadora

La educación debe ser liberadora y una de las formas de serlo es dar oportunidad a todos para ingresar al sistema laboral. ¿Por qué lo digo? Porque egresé de la enseñanza secundaria a fines de 1974 y el 20 de  enero del 75 ingresé a la carrera de Enfermería ya que mis viejos no podían costearme una carrera universitaria. En ese momento, por tratarse de de un recurso humano critico, (sigue siéndolo en la actualidad), se crearon escuelas de Enfermería en los diferentes hospitales de la Ciudad de Bs As que la dictadura iniciada en 1976 se ocupó de cerrar. Esas escuelas becaban a todos los alumnos y nos proveían de desayuno, almuerzo y merienda porque el horario de estudios era de 7hs a 17hs. Una vez cursado el 1º cuatrimestre, nos daban los uniformes y el calzado necesario para poder iniciar la práctica hospitalaria. En el segundo cuatrimestre, a la mañana concurríamos al hospital y por la tarde recibíamos clases teóricas en la escuela. Egresé en diciembre de 1977 y en enero del 78 ya estaba trabajando en un hospital municipal, gozando de los  beneficios de cualquier trabajador municipal. Eso me permitió independizarme económicamente de mis padres y tener mis propios proyectos personales, pues alcanzaba para satisfacer mis necesidades básicas, obtener créditos para comprar lo que me hiciera falta y proyectarme para seguir estudiando Una vez que tuve  el título de Enfermera en mis manos me inscribí en la UBA para cursar la Licenciatura en Enfermería Esa misma experiencia fue realizada por muchos jóvenes en los años setenta, algunos de mis compañeros siguieron Medicina, otros Psicología u otras carreras; muchos de ellos se destacaron en lo que eligieron.

La formación que recibíamos en la Escuela de Enfermería tuvo características importantes que ayudaron a nuestro desarrollo integral. Además de los conocimientos, teníamos garantizadas tres de las cuatro comidas diarias, al estar casi todo el día en la escuela estábamos contenidos y a la salida no nos quedaba ni tiempo ni energías para hacer otras cosas fuera de nuestros hogares. Como la práctica hospitalaria era gradual, desde el 2º cuatrimestre, quedábamos bajo la responsabilidad de una docente y de las enfermeras de la sala quienes nos enseñaban y nos acompañaban en la aplicación de cada técnica aprendida. Los cuidados a nuestro cargo eran progresivos, pues se respetaba los tiempos de aprendizaje de cada unx de nosotrxs A partir del momento de ir a la sala hospitalaria, recibíamos simultáneamente clases teóricas y clases prácticas; a medida que avanzábamos en la teoría, avanzábamos en la práctica; esto nos permitió sentirnos seguros al egresar de la escuela. Pienso que este método se podría utilizar en la formación docente, para lograr que los maestros estén más seguros de sí mismos el día que comienzan a trabajar como tales. Otra de las características de la formación era que los cuidados a los pacientes los realizábamos de a dos o de a tres estudiantes para ayudarnos entre nosotros; ello generaba el aprendizaje de la solidaridad, la camaradería, la cooperación. Al realizar las prácticas asumíamos responsabilidades propias del trabajador, como por ejemplo firmar  a la entrada y a la salida de la sala. Nos preparaban para la vida laboral. La formación actual en Enfermería conserva algunas de estas orientaciones pedagógicas, otras han cambiado y algunas han mejorado. Pero la formación actual, forma parte de otra historia que está comenzando a surgir.

Paula Muriel Martínez comentó el relato de Marta desde su perspectiva de maestra de grado en escuelas públicas de la CABA Es muy interesante leer el relato de Marta Salazar, no sólo por el aporte que desde su propia práctica hace, enseñándonos a quienes desconocemos por completo el ámbito de formación y de desarrollo de los profesionales de la salud sobre su quehacer específico; es interesante también, porque da cuenta de ciertos puntos que considero fundamentales a la hora de pensar la formación para el trabajo y sobre todo, el trabajo con la incidencia social que implican tanto la enfermería como la docencia. En su relato, Marta en primer lugar da cuenta de la importancia que tiene el atar la práctica a la teoría y cómo una debe preponderar sobre la otra. La formación que el relato describe, piensa a estos dos campos -el conocer y el hacer- como una unidad: teoría y práctica, unidas, complementarias. La teoría no es entendida como un montón de ideas abstractas que deben conocerse previamente a ingresar al campo laboral. Por el contrario, la teoría forma parte del conocimiento producido para mejorar la práctica, y luego, esa práctica, se complejiza cuando se reflexiona sobre ella con el aporte de la teoría. Un trabajo dialéctico que comprende la necesidad de pensar ambos aspectos como una unidad. Y en este sentido, el campo del conocimiento producido no se entiende solamente desde la teoría escrita, si no que incluye la valoración de la experiencia de quienes conocen el terreno laboral, considerándolos como trabajadores-maestros, que además de enseñar las prácticas, acompañan, orientan y contienen a quienes se inician en la tarea, en este caso, de enfermería. Este aspecto, además de favorecer la inserción real de los y las estudiantes en el campo laboral, duplica la apuesta jerarquizando el trabajo del profesional que tiene la doble tarea de ejercer su profesión por un lado y formar profesionales del área, por el otro. Y por último, es interesante notar de qué manera esta formación para el trabajo entiende a sus estudiantes: los comprende como sujetos que construyen progresivamente sus aprendizajes, respetando los tiempos que necesitan: “los cuidados que realizábamos eran progresivos según los tiempos de cada uno/a de nosotrxs“. A su vez, además de respetar los tiempos, favorece instancias de aprendizaje colectivo, generando un trabajo solidario y cooperativo, valores fundamentales a la hora de afrontar una tarea que implica la intervención sobre el cuerpo y las subjetividades de personas en situaciones desfavorables de salud, como es el trabajo de los y las enfermeras (…) “los cuidados a los pacientes los realizábamos de a dos o de a tres estudiantes para poder ayudarnos entre nosotros”. Es alentador ver cuando la formación no comprende a los estudiantes como meros receptores de conocimientos abstractos, sujetos a la promesa de que cuando se retiren de los institutos que los forman (escuelas de enfermería, profesorados) misteriosamente podrán poner en práctica lo “visto”, transformándose casi por arte de magia, en profesionales del campo del saber en el que se desenvuelven. Todas estas características, además de ser interesantes en el propio campo que se desarrollan, son importantes para pensarlas en torno al título que las presenta: “La educación debe ser liberadora”. Y yo agregaría, “y formar para traducir los aprendizajes en transformación social”.  Porque un profesional formado en interacción con futuros colegas experimentados, en un ambiente que propende al trabajo solidario y cooperativo, probablemente tenga más herramientas para ejercer su trabajo desde esa perspectiva. Y el formarse en el ejercicio propio de su campo del saber, poniendo la teoría al servicio de la práctica y de la mano de un tutor experimentado, le dará herramientas y estrategias para afrontar con menor frustración sus inicios laborales. A su vez le permitirá optimizar su tiempo, ya que no deberá buscar las respuestas que sus colegas ya formularon, sino que utilizará la creatividad para la resolución de situaciones nuevas, creando un nuevo conocimiento que pondrá al servicio de sus colegas y de los estudiantes que, para ese entonces, ya tenga a su cargo. Y a esto podemos sumar un fragmento del trabajo que Marta Marucco propuso al Grupo de Reflexión sobre la socialización profesional de los maestros noveles Los estudios a nivel mundial demuestran que abandonados a sí mismos, las soluciones que encuentran los maestros no siempre coinciden con lo que esperaban hacer una vez recibidos. Al respecto, Mardle y Walker citando a Lacey plantean que Las actitudes de los maestros principiantes sufren cambios dramáticos en la medida que se van estableciendo en la profesión, pues dejan las ideas liberales de su vida estudiantil y adoptan las pautas tradicionales características de muchas escuelas. La experiencia nos demuestra que si bien esto puede ocurrir, es evitable, por ello debemos preguntarnos: ¿Qué hacer para que no ocurra? Lortie propone eliminar una de las características sobresalientes del trabajo docente: lo abrupto de la forma en que se asume una responsabilidad completa. Mardle y Walker, subrayan la incidencia de la discontinuidad entre la formación docente y la realidad de la práctica docente. Y comparto en un todo la idea de Marta Salazar de que “La educación debe ser liberadora”. Y sobre todo en nuestra formación para el trabajo, pues si el trabajo es la concreción material de nuestras ideas y nuestros sueños, la formación para poder llevarlo a cabo debe favorecer el romper las estructuras que nos atan para poder desarrollarnos. La escuela, en todos sus niveles, debe ser un espacio de liberación. Allí se pone en juego la creatividad de los sujetos para la resolución de conflictos (de toda índole y de todo campo del saber); allí se produce el azaroso encuentro de personas provenientes de diversos espacios, con diferentes miradas sobre el mundo, con diversidad de conocimientos; allí se conocen y se construyen elementos propios de los diferentes lenguajes que permitirán que los sujetos intervengan en el mundo, observándolo, cuestionándolo y en el mejor de los casos, transformándolo. Para concluir, resultaría interesante, poder conocer qué aspectos de la formación de la escuela de enfermería se mantienen, cuáles se mejoraron y de qué manera, y cuáles han desaparecido y bajo qué justificación. Como siempre quedamos a la espera de los comentarios de nuestros lectores sobre el relato de Marta Salazar y las reflexiones que suscitó en Paula Muriel, pero en este caso también esperamos que la autora responda el pedido final de la comentarista

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