Espacio público, dos cánticos y un significante vacío | Centro Cultural de la Cooperación

El Búho y la Alondra

Espacio público, dos cánticos y un significante vacío

Autor/es: Gastón Kneeteman

Edición: Confines y fronteras


A partir de una reflexión sobre la generalización del cántico MMLPQTP en las canchas, el autor indaga en las porosidades y disputas del espacio público.

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¡Viste lo que pasó en el partido de anoche!

Las palabras tenían un dejo celebratorio, el tono y la expresión facial de mi interlocutor daban cuenta de ello, se sonreía y solamente faltaba que palmeara mi espalda; como si mi condición de “hincha” de San Lorenzo me convirtiera en coautor de la canción que se le dedicó a Mauricio Macri. Melodías que, al momento de escribir estas palabras, son definidas periodísticamente como “el hit del verano”.

Inicialmente, no me detuve a pensar el motivo por el cual simplemente sonreí y cambié de tema. Luego, pude comprender mi sensación, al evocar la absoluta vergüenza que sentí al preparar el primer parcial de la materia Antropología, mientras cursaba el CBC. Recuerdo, de memoria, que en el manual de Mirtha Lischetti, en el apartado donde se explicaba xenofobia y discriminación, figuraba una abominable canción que la hinchada de San Lorenzo entonaba contra Boca Jr., con la pegadiza melodía de “Marina”, del cantante belga-italiano Rocco Granata. Después de dieciséis años, todavía me molesta y me genera pudor que me hablen, aunque sea de modo elíptico, de la “creatividad” sanlorencista a la hora de crear cantitos de tribuna.

 

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Participar de la pasión de un estadio produce una igualación momentánea. Al asistir a un partido, se observan las formas en que se representa el amor por un club de fútbol. Amor por el club o “la camiseta” es un poderoso sintetizador que engloba múltiples significados, los que al mismo tiempo se reagrupan en una serie de palabras que fungen como resúmenes de tamaña variedad de motivos por los cuales se “ama” a un club. Además, la escenificación permite reafirmarnos con otros/as ficcionalmente por aproximadamente cinco horas, contemplando viajes, entretiempo y los noventa minutos del juego en sí. Esta igualación de los participantes es discursiva, claro está, y no por esto es menos cierta para quienes asistimos. Cuando tenemos en cuenta la ubicación para ver el partido, la forma de llegar, la gestualidad corporal durante el encuentro, la relación con los alimentos y bebidas que se venden, entre otros muchos factores, podemos observar cómo diferentes elementos funcionan a modo de vías de distinción entre los concurrentes “hermanados” por los mismos colores. Incluso, algunos de estos factores constituyen formas de diferenciación que son reconocidas y apropiadas como carácter negativo o positivo por los participantes. Por ejemplo, ser “plateísta”, entre otras connotaciones, puede significar para quien asiste a “la popular” no solo una diferenciación socioeconómica, sino también que el estatus se traslada a la forma de observar, de ser y de estar durante el juego.

Las distintas conductas y posiciones dentro de un estadio no deben alejarnos de otras particularidades que, como expresión cultural, adquiere el fútbol. En este sentido, en momentos en que el hit de verano parece diluirse (solo parece), cabe recordar el razonamiento que Pablo Alaberces hizo público en un primer momento: “Si la tentación antimacrista es suponer que con esto ‘empieza el fenómeno de la resistencia’, esa hipótesis es falsa. Estos no son insultos por una motivación política. Es un fenómeno de la cultura futbolística, que es la paranoia. Y es una paranoia que hoy se alimenta cuando el Presidente del país es de Boca, el de la AFA es de Boca, el del Tribunal de Disciplina… Y entonces la paranoia es: ‘todo esto está hecho para Boca’”. El colega agrega que esta paranoia se observó anteriormente, antes de la etapa de Fútbol Para Todos, en relación con los multimedios Clarín y la empresa TyC, y, además, que por la magnitud de la adhesión que el cántico suscitó entre los concurrentes, sería descabellado suponer una operación política organizada desde el kirchnerismo.

La interpretación de un complot en favor de Boca Jr., como motivo central de los cánticos, puede haber fundamentado inicialmente el accionar de los seguidores de los clubes donde la pegadiza melodía se escuchó en un principio. No obstante, la concurrente seguidilla de partidos donde se entonaron las estrofas dedicadas a Macri no se relacionaban directamente con fallos arbitrales durante el juego o por decisión alguna del tribunal de disciplina de la AFA. Primero, como susurro; y después, como grito, en momentos muy disímiles de encuentros de Independiente, Racing, Huracán, Chacharita Jr., entre otros, gran cantidad de los concurrentes participó de los insultos. Si bien, el “efecto contagio”, como lo denominó Alabarces, es una explicación posible, quizá otras especulaciones también puedan funcionar para dar cuenta del fenómeno.

Recurrir a otras posibles motivaciones se vuelve imperioso al ver que durante demoras en el servicio de subterráneos, en múltiples recitales y obras de teatros, en conflictos sindicales y durante protestas barriales, en relación con la situación socioeconómica de los sectores populares, el hit sonó reiteradamente.

 

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La propagación de los cánticos debe de tener un correlato contextual. En este sentido, debemos recordar que durante la disputa de la llamada Resolución 125 se discutió, como sostuvo Gabriel Vommaro, la legitimidad del Estado para cobrar impuestos e intervenir en la economía. Sin retroceder tanto en la búsqueda de explicaciones, cabe tener en cuenta aquel dato para poder comprender que al iniciarse la actual gestión macrista, al mismo tiempo que los grandes exportadores de granos y las mineras dejaban de pagar retenciones, los trabajadores eran extorsionados para cerrar paritarias por debajo del porcentaje de la inflación. Con “cláusulas gatillos” que nunca se aplicaron, o solo parcialmente en 2016, también por iniciativa del gobierno.

Tampoco es posible un análisis por separado, ya que al mismo tiempo que se ajusta a los jubilados y se desfinancia a la ANSES y se recorta las prestaciones del PAMI, se toman miles de millones de pesos de deuda. En términos de deuda externa en dólares, nuestro país debe actualmente 200 mil millones, sin tomar en consideración que se comenzó la colocación de bonos soberanos por otros 5 mil millones de dólares; además, nada indica que esta forma de financiamiento del déficit no continúe incrementándose en los próximos años.

Asimismo, se debe resaltar también que las reformas impositivas castigan a las pymes y benefician a los actores de la economía concentrada; al mismo tiempo que carga la culpa sobre los derechos de los trabajadores y subestiman el costo de las tarifas públicas, cuando esto último es lo que ha diezmado la capacidad de producir y competir de las pequeñas y medianas empresas en nuestro país. La propuesta de este neoliberalismo es tan parecida a lo que se conoció en los noventa, que el gobierno “desconoce” que mientras que hace 20 años la desocupación crecía por encima del 25%, las cargas patronales bajaban entre el 30% y el 80%, según el caso. Este periodo económico es tan semejante a los noventa, que hasta los mecanismos de fuga de divisas se repiten, mediante el endeudamiento o los bonos públicos.

El gobierno sostiene que la emisión genera inflación, peyorativamente el monetarismo llama a eso “maquinita”. En primer lugar, hay que recordar que la base monetaria pasó en dos años de 600 mil millones de pesos a 840 mil millones de pesos (según el BCRA) y que la “maquinita” que emite pesos fue reemplazada por la maquinita que emite Lebacs, para que los grandes jugadores financieros fuguen divisas. La maquinita de las Lebacs llevó estos títulos de deuda de corto plazo de 315 mil millones de pesos en 2015 a 1 billón 100 mil millones de pesos en 2017. La acumulación de números representativos de las finanzas públicas tiene un correlato en las instancias diarias, ya que disminuye la capacidad de consumo de los sectores medios y populares. Puesto que se relacionan con los aumentos de servicios públicos y combustibles, y no permiten avizorar una baja de la inflación, todo lo contrario. No es intención de este trabajo realizar una pormenorizada reseña de los ejes económicos que entre sus afectados encuentran, claro está, también a los votantes del gobierno. Estos párrafos, como dije, tienen una función contextualizadora, la cual se vería trunca si no mencionara la impopularidad que la reforma previsional generó desde su presentación, durante su debate y hasta el día de hoy. Represión policial de final del año pasado, de por medio.

Más allá de que las definiciones o posiciones de los partidos políticos tiendan, casi siempre, a potenciar la mayor o menor afinidad con un sector socioeconómico, la posibilidad de un triunfo electoral se construye sobre la base de concitar un cierto apoyo transversal que abarque a sectores sociales diversos y que, a priori, no constituyan la base del electorado que representan. En este sentido, si bien no podría descartarse la fortaleza con que el Pro ha persuadido a los sectores de mayor ingreso y que, también, obtuvo una porción significativa de votos en los sectores populares, el apoyo de las clases medias fue central para el arribo al poder de Mauricio Macri. Incluso, más allá de los grandes centros urbanos, los sectores medios, claro está, perciben diariamente los efectos de las medidas económicas del gobierno, y solamente bajo el paraguas de una absoluta distorsión de la información pública, este plan de ajuste no es igual al desarrollado durante la década del noventa. Bajo el fruto de la superioridad hegemónica del discurso periodístico, como lo expusiera Marc Angenot, que aún en declive sigue siendo una fuerza incontenible para sostener los alegatos que justifican las medidas de política económica, las críticas al actual gobierno quedan encubiertas con el argumento de “la pesada herencia”.

Aun con todo lo antes dicho, aunque el margen de aceptación de la gestión macrista se mantenga en niveles relativamente altos, es claro que debemos considerar ciertos segmentos de heterogeneidad en los denominados sectores medios. Estos no se encuentran solamente en gran porción en los estadios de fútbol. De estos grupos sociales, proviene, generalmente, el público que cantó contra el Presidente en la mayoría de las instancias que se sucedieron después del ya lejano episodio de la cancha de San Lorenzo. La mayoría de los espectáculos musicales y teatrales que quedan contenidos en estas menciones son instancias culturales propias de sectores medios. En el sentido que lo expongo, “el hit” es, o fue, un fenómeno geográficamente concurrente, aunque ciertamente poco publicitado, en espacios que contienen a representantes de un grupo social más o menos uniforme socioeconómicamente, como ya expresé.

Si son sectores medios los que integran mayoritariamente el apoyo al gobierno de Mauricio Macri y, también, son pertenecientes a este grupo social quienes por fuera de los partidos de fútbol concitaron las mayores instancias de críticas al gobierno a través del hit, lo que observamos puede ser una especie de prolongación de aquello que se retroalimentaba, desde diciembre 2015 y hasta ahora, casi exclusivamente en las redes sociales, como dilación de los encuentros e interacciones de los cuerpos.

 

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Asumiendo, como primera medida, que los sectores medios no presentan de forma homogénea una interpretación sobre el macrismo y su gestión de gobierno, podemos dimensionar la intermitente vitalidad del cántico en cuestión, cuando aún resta por conocer cuánto perdurará en el tiempo. Es posible entonces que veamos cómo un grupo social propone una visión de quien encabeza el ejecutivo nacional en el terreno público. Esta visión se construyó más allá de los estadios y se cantó públicamente en ámbitos donde es posible suponer que también coexistían personas que adhieren al gobierno. Podemos imaginar, entonces, que quienes se diferencian del macrismo conjeturaron, al momento de cantar, que los electores del Pro se encontraban en minoría o interpretaron, en todo caso, que las medidas del Ejecutivo han perjudicado a esos iguales que apoyan o apoyaron al gobierno y que ahora no están dispuestos a “hacerse cargo” de sus elecciones o, en todo caso, a defenderlas efusivamente.

En este sentido, puede interpretarse que las estrofas que aluden directamente al Presidente con nombre y apellido son la continuación integradora del iniciático “vamos a volver”, ya en una versión cuya funcionalidad estimula a cantar a quienes se identifican con los 12 años de los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, como a quienes no adhirieron a sus políticas, pero se reconocen, al igual que los kirchneristas, como opositores al oficialismo actual. En el punto anterior, hay algo de intuitivo, en otros términos y para enunciarlo con una categoría sobre la que volveré, hay un significante más continente.

Retomando la centralidad de mi argumento, la disminución de la imagen positiva del gobierno estimuló a un sector crítico de las clases medias a expresar, en el espacio público, la discrepancia. Podría arriesgar que, más allá de apoyos electorales reales o imaginados, las acciones de gobierno no han generado la suficiente solidaridad de parte de su electorado para contrastar los términos peyorativos que aducen al mandatario o, en todo caso, para construir de manera folclórica reacciones por la positiva. Es indiscutible que sobre la base de ciertos estereotipos podríamos suponer que algunos de los espacios donde se escuchó el hit son concurridos, mayoritariamente, por personas poco afectas a las representaciones que publicita el macrismo. Pero tal determinismo no se aplica a muchos otros sitios donde también la melodía del estimado Jericho sonó, así como tampoco a los estadios de fútbol.

Similar es lo que sucede en las redes sociales y puede constituirse módicamente en otro indicador (Al hablar de redes sociales lo hago exclusivamente reservando la mención para el intercambio diario, y atendiendo los efectos de aquellas acciones mediadas por la relación de familia o amistad. Omito intencionalmente y por falta de espacio la intervención de la maquinaria estatal puesta al servicio del accionar político del gobierno a través de estas plataformas, así como aquellas interacciones producidas por periodistas y comunicadores relacionados con los medios masivos de comunicación y que encuentran eco en el público en general). Más allá de las expresiones de quienes apoyan fuertemente al Presidente, me refiero a aquellas personas que manifestaron esporádicamente mensajes que daban cuenta de su opción electoral por el macrismo y que no sostienen diariamente un interés por consumir noticias y opiniones sobre las actividades de la política partidaria y se encuentran, últimamente, distantes de la actividad que mostraron en la pasada elección legislativa, pero, sobre todo, del grado de efervescencia de la cual fueron parte en las últimas elecciones presidenciales. Quizá, en las redes sociales, al igual que otros espacios de interacción, se vivencie la diferencia entre el tiempo en que trascurre una elección y de la siguiente y el “tiempo de la política”, entendiendo esta última etapa como un lapso en el cual no solamente se construye una efervescencia sobre la temática, sino que también se resuelven posicionamientos e interacciones que, en términos centrales, están mediadas por intereses individuales o sectoriales de los actores. En fin, es difícil poder expresar acabadamente si la disminución de los apoyos al Pro en las redes sociales, por parte de votantes que apuntalaron a este partido en las últimas dos elecciones, se debe al crecimiento de una opinión negativa de su acción de gobierno o a un alejamiento circunstancial de la temática, por parte de personas que tienen generalmente intereses muchos más diversos que la actualidad política y económica del país. En cualquier caso, quienes son predominantemente críticos con el gobierno encuentran en la merma de publicaciones positivas hacia el oficialismo, o en la disminución de una actitud defensiva respecto de sus medidas y expresiones públicas, un aliciente para reconstruir y ampliar su entusiasmo sobre una potencial disminución de la capacidad electoral del Pro. Lo que se visibiliza a través de las noticias que denuncian los efectos de las acciones del gobierno, ya sea mediante notas de opinión, datos estadísticos o directamente por medio de la catarsis humorística. Interpretando como un indicador positivo la escasa capacidad de respuestas de quienes confrontaron tan duramente con ellos y ellas hace poco tiempo.

 

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Retrotrayéndome a un eje planteado con anterioridad, “Vamos a volver” representó para los adherentes al gobierno anterior una señal de existencia. La necesidad de presentar en el plano del debate el deseo de reconstruir las herramientas políticas para reposicionar nuevamente al kirchnerismo como una alternativa fuerte en términos electorales. También, encontramos en las voces de quienes han entonado el “hit del verano” una posición o fundamentación política menos clara. La novedad queda implícita en la variedad incontable de sentidos que el insulto a la figura presidencial puede contener. Si los canticos que prosiguieron a la elección de 2015 daban cuenta de una intención política más o menos homogénea que se corporizaba en las llamadas “plazas del pueblo”, que organizaban militantes y dirigentes kirchneristas, la simpleza de articulación del “hit del verano” contempla (o contempló) la posibilidad de incluir en el enojo la multiplicidad de críticas que desde distintos sectores sociales y políticos se le pueden propinar al ejecutivo actual. En este sentido, la estrofa puede englobar el desacuerdo con las subas de tarifas y combustibles, con la política de derechos humanos o las pautas salariales, también la apertura de importaciones, las medidas en contra de los pueblos originarios, etcétera. Puesto que estas acciones gubernamentales no solamente resultan enojosas e indignantes para quienes se referencian con las acciones del gobierno anterior, sino que también incluyen y animan a cantar a quienes no sentían afinidad con el kirchnerismo, “el hit” es una expresión mucho más fuerte políticamente que “Vamos a volver”. El insulto, en el sentido que lo entiendo, es un significante vacío. Aquella categoría que Laclau tomó del psicoanálisis para convertirla en una herramienta central de los estudios políticos. Quizá, por este motivo, me resulta complejo definir con claridad el tiempo verbal para utilizar. Puesto que, a falta de conceptualizaciones más apropiadas y en la medida que no se visibilicen las acciones que permitan articular los múltiples reclamos, será posible que se reitere una y otra vez. Incluso, tal vez perdure en el tiempo más allá del gobierno actual y de la existencia física de sus protagonistas, como resumen de un lapso oscuro de la historia argentina.

Una de las construcciones en las cuales el actual partido de gobierno basó su legitimidad inicial propiciaba la reparación moral de las instituciones, en alguna medida, otro significante vacío. Por medio del accionar de los grandes medios masivos de comunicación, las denuncias de corrupción se constituyeron como una centralidad de la acción política del periodo gobernado por Néstor Kirchner y Cristina Fernández. La difusión de escritos periodísticos con denuncias y sin fundamentación alguna, o directamente la construcción de sucesos y sus protagonistas, articuló algunas verdades con cientos de operaciones comunicacionales, a partir de las cuales se ficcionó un estado de descomposición que abarcaba toda la administración pública. Más allá de lo antes dicho y de la funcionalidad de “la promesa” en la acción política, lo cierto es que, en los hechos, era una cuestión de tiempo la aparición de casos de corrupción que afectaran a figuras centrales del macrismo. Solamente el accionar de Clarín y otros socios menores, en articulación con otros grandes actores de la economía dominante, ha podido mantener al gobierno de Mauricio Macri, en gran medida, a salvo de los efectos políticos de sus incumplimientos en este terreno.

Hasta el momento, de hecho, la retribución del Pro a un gran número de su electorado se viabilizó a través de una serie de réditos simbólicos que permiten sostener, más allá de ciertas caídas de popularidad como ya dije, un fuerte vínculo con un amplio grupo de sectores medios. Ciertamente, son dos las estrategias centrales para vehiculizar el beneficio alegórico mencionado recientemente: 1) los medios masivos de comunicación, en todas sus plataformas y 2) el accionar en las redes sociales. Hasta el momento, y más allá de los efectos tangibles de la política económica, los bienes que remiten a un ser/estar imaginado en el universo social se muestran suficientes para sostener la primacía de la legitimidad política del partido de gobierno, en desmedro de pautas más duras, como las relacionadas con el costo de vida. El tiempo podrá dar vuelta esta ecuación. Pero sería injusto cargarle la responsabilidad a una figura poética. La dirigencia política deberá ayudar. Para esto será imprescindible comenzar el trabajo de aunar todos esos reclamos diversos que solamente se encuentran representados continentemente en un insulto: MMLPQTP.

 

 

 


Cómo citar este artículo:
Gastón Kneeteman. "Espacio público, dos cánticos y un significante vacío". El búho y la alondra [en línea]  Julio / Diciembre 2018, n° Confines y fronteras. Actualizado:  2018-08-23 [citado 2024-04-20].
Disponible en Internet: https://www.centrocultural.coop/revista/confines-y-fronteras/espacio-publico-dos-canticos-y-un-significante-vacio. ISSN 2618-2343 .

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