Apuntes sobre Shylock: la representación del judío en El mercader de Venecia de William Shakespeare | Centro Cultural de la Cooperación

Apuntes sobre Shylock: la representación del judío en El mercader de Venecia de William Shakespeare

Autor/es: Paula Ansaldo

Sección: Palos y Piedras

Edición: 21


William Shakespeare tituló su obra El mercader de Venecia haciendo referencia a quien suponía sería su personaje principal: el buen y generoso comerciante Antonio. No obstante, través de los años ha sido su “villano”, el usurero judío Shylock, quien más ha recibido la atención del público y los estudiosos. Basta con señalar que muchos recuerdan las legendarias palabras de dicho personaje: “Si nos pincháis, ¿no sangramos?”, pero es probable que no tantos puedan citar correctamente un parlamento de Antonio, y quizá tampoco conozcan en profundidad la historia del resto de los personajes de la obra. Parecería como si de alguna manera Shylock se estuviese desquitando de su derrota por medio de una suerte de “venganza estética” (Gamerro), al quedar grabado en el corazón y el recuerdo de los espectadores por sobre su enemigo Antonio. A través del tiempo ha quedado asentado firmemente en la galería de los inmortales personajes shakesperianos y ha sido interpretado por los más grandes actores de cada momento: Lawrence Olivier, John Gielgud, Edmund Kean, y en nuestros días, la gran estrella de Hollywood, Al Pacino.

Sin embargo, es sólo a partir del siglo XIX cuando se abandona la manera bufonesca y ridícula de interpretar el personaje para dar lugar a representaciones más empáticas que enfatizan su condición de marginal dentro de la sociedad veneciana. Aún hoy, la pregunta sobre el presunto antisemitismo de Shakespeare da lugar a innumerables debates, y se continúa discutiendo sobre si la representación estereotipada del judío responde a los prejuicios de la época que el autor comparte, o si éste aborda de una manera crítica la típica caricatura del judío avaro, cruel y traicionero, a fin de dejarla en evidencia.

Muchos autores sostienen que es probable que, para la construcción del personaje, Shakespeare se sirviera de los prejuicios y los mitos medievales que en la sociedad isabelina rodeaban a los judíos, ya que su expulsión de Inglaterra tuvo lugar en 1290 y no fueron readmitidos hasta 1655, por lo que muchos afirman que Shakespeare no conoció nunca a un judío en su vida, al menos no uno practicante, ya que los pocos judíos –alrededor de unos doscientos– que permanecieron en Inglaterra tuvieron que forzosamente convertirse al cristianismo.

Por otro lado, en el momento en el que escribe la obra, el antisemitismo que estaba arraigado en la sociedad, había cobrado una nueva fuerza debido al juicio al médico portugués Rodrigo López, un judío converso acusado de atentar contra la vida de la reina Isabel y condenado a muerte en 1594.

Inmersos en este contexto, los autores teatrales que representaban a los judíos negativamente, tomaban un “villano” extraído de la realidad misma del momento, lo cual garantizaba que los sentimientos del público se movilizaran más fácilmente en su contra. Unos años antes por ejemplo, El judío de Malta, de su colega Christopher Marlowe, con su personaje principal el cruel y malvado judío Barrabás, había resultado un rotundo éxito de público.

Pero a diferencia de esta obra, de un racismo tal que resulta impermeable a una relectura moderna, El mercader de Venecia posee una cierta ambigüedad que permite la serie de lecturas que se le han hecho a través de los años. Esto se debe a que las diversas interpretaciones ya están contenidas en la propia obra como posibilidad, ya que, como dice René Girard, Shakespeare satisface a todos los públicos. Es por esto que a lo largo de la historia, la obra, y especialmente el personaje de Shylock, ha sido representada de maneras tan diversas y contradictorias, dependiendo de quién la ha tomado y con qué propósitos. Es bien sabido, por ejemplo, que El mercader de Venecia fue una de las obras más representadas en la Alemania nazi, pero a pesar de eso, todavía podemos leerla como un fuerte alegato pro-semita y una crítica a toda forma de racismo.

Y es que Shakespeare es un humanista, toma los prejuicios y los mitos de su época, pero no se contenta con crear un personaje que se adecue a las necesidades dramáticas (y cómicas) de la pieza, sino que va un paso más allá: le brinda a su personaje una densidad y una complejidad tal que nos obliga a replantearnos su función en la historia.

A su vez, la figura de Shylock ha servido de objeto en innumerables análisis, y ha sido interpretado de diversas maneras por múltiples autores. Para Salomón Reznick, por ejemplo, “no es la encarnación de su raza, sino de todos los seres oprimidos”i, puesto que sostiene que en sus discursos podríamos reemplazar la palabra “judío” por la de “proletario”, “negro” o “subversivo” y obtener el mismo resultado. Para René Girard en cambio, no hay en la obra una crítica al antisemitismo moderno en tanto que “Shylock solo es rehabilitado en la medida en que los cristianos son peores que él”ii.

Eduardo Rinesi, por su parte, entiende a Shylock como un representante del hombre solo, del individuo liberal-burgués que ,distingue –en términos perfectamente modernos– entre la caridad y la justicia” por lo que, llegado el momento de cobrar, no duda en exigir el cumplimiento de su contrato. Los personajes venecianos en cambio, declaran comerciar con virtud cristiana y actuar con piedad y generosidad en los negocios.

Antonio por ejemplo, es descripto como un mercader dadivoso cuyo único deseo es ayudar a sus amigos, pero cabe preguntarnos si su préstamo es realmente tan desinteresado como se lo presenta en una primera instancia, ya que, a medida que avanza la obra, podemos comprobar que es el amor que siente por Bassanio el motivo que lo impulsa a sacrificarse por él, por lo que es posible sospechar que, de hecho, sí espera recibir algo de parte de su amigo a cambio del préstamo que le otorga. Y si así fuera, la supuesta generosidad del préstamo convertiría a su beneficiario “en más dependiente de su bienhechor de lo que lo conseguiría un préstamo usuario de Shylock”iii, quien cuando da dinero, no es más que dinero lo que espera recibir en retribución.

Por su lado, Bassanio se sirve de este deseo que siente Antonio por él para conseguir los ducados que le permitirán realizar el viaje a Belmont, y acepta la cláusula infernal de Shylock, aún poniendo en riesgo la vida de su amigo. Además, se embarca en el desafío de ganar a Porcia como esposa como si ésta fuera una suerte de botín con el cual desembarazarse de todas sus deudas, por lo que podríamos caracterizarlo como un ambicioso que busca fortuna y no duda en instrumentalizar a los otros para el logro de sus objetivos; es decir, es un aprovechador.

Porcia, por su parte, tampoco carece de habilidades de manipulación para conseguir sus propósitos. Engaña, miente y manipula desde el comienzo de la obra, y en el juicio no muestra ninguna compasión ni empatía por el dolor de Shylock. No se contenta con salvar a Antonio y restituirle sus bienes, impidiendo el cumplimiento de la cláusula de la libra de carne, sino que necesita además arruinar económicamente a Shylock, y despojarlo no sólo de sus bienes, sino también de su identidad. Y como si esto fuera poco, a su acto de crueldad absoluta lo llama “un acto de misericordia”. Luego de conseguir demostrar que cabe aplicársele la pena de muerte por padecer la condición de extranjero, le dice “Arrodíllate pues, e implora la clemencia del Dux” (Acto cuarto, Escena I, 1085), demostrando “la implacable habilidad de una venganza que pretende pasar por caridad”iv.Como dice Rinesi, en este sentido “los cristianos son peores, porque son peores pretendiendo ser mejores”v.

Shylock en cambio, es presentado desde un comienzo como un personaje avaro al que lo único que le importa son los bienes materiales, pero al decidir asemejarse a los venecianos, acepta la equivalencia que rige en Venecia entre los individuos y el dinero que funcionan como elementos intercambiables entre sí, ya que el hombre, al convertirse en mercancía, adquiere un valor de cambio determinado. Bajo esta ley, el cuerpo de Porcia y el de Jéssica valen por su dinero, y la libra de carne de Antonio y el primer hijo varón de Nerissa y Graciano equivalen a los ducados en la apuesta que le hacen a Bassanio y Porcia: “Nos jugaremos mil ducados con ellos a ver quién tiene el primer hijo varón” (Acto tercero, Escena II, 1074). Así Shylock, al preferir la carne a los ducados, abandona su tradicional forma de intercambio (que sólo aceptaba dinero a cambio de dinero) y adopta el modus operandi de los personajes cristianos, junto también, con su capacidad de venganza:

Si un judío insulta a un cristiano, ¿cuál será la  humildad de este? La venganza. Si un cristiano ultraja a un judío, ¿qué nombre deberá llevar la paciencia del judío si quiere seguir el ejemplo del cristiano? Pues venganza. La villanía que me enseñáis la pondré en práctica y malo será que yo no sobrepase la instrucción que me habéis dado. (Acto tercero, Escena I, 1070).

Así, Shylock comienza a comportarse de manera cruel y vengativa cuando decide ser menos judío y más cristiano, por lo que “el momento en que Shylock escandaliza más a los venecianos es aquel en que se parece más a ellos y menos a sí mismo”vi. La obra demuestra así, la falsedad de la oposición dicotómica que sitúa la codicia y el deseo de venganza del lado de los judíos, y la generosidad y la compasión del de los cristianos. A medida que avanza la obra, sus diferencias disminuyen de una manera tal, que cuando Porcia, disfrazada de hombre, entra en la corte lo primero que pregunta es quién es el mercader y quién es el judío, cuando a todas luces la respuesta debería resultarle obvia. De esta forma, a pesar de que insistan en remarcar las diferencias que los separan, los personajes se encuentran unidos en un mismo camino signado por el individualismo y el odio.

No es difícil por lo tanto, postular una línea de defensa de Shylock, por la cual la cláusula de la libra de carne podría haber sido realmente una suerte de broma y un gesto de paz, que el personaje sólo decide aplicar verdaderamente una vez que los venecianos lo han humillado, burlado y despojado de su hija y de sus bienes, por lo que, como dice Rinesi, “¿no deberíamos concederle al menos que se trata de alguien a quien los otros y las circunstancias han vuelto un villano?”vii No sólo lo han burlado, escupido y rebajado públicamente, sino que lo han traicionado colaborando en la huida de su hija y en la pérdida de su dinero. Shylock mismo lo afirma cuando le dice a Antonio: “Me has llamado perro cuando no tenías razón alguna para hacerlo; pero puesto que soy un perro, ten cuidado con mis dientes” (Acto tercero, Escena III, 1076).

Desde una relectura moderna entonces, Shylock no es más que el producto de la opresión de su entorno, es un judío arrinconado por la sociedad burguesa que lo desprecia por la profesión que ejerce, pero que a su vez le quita toda posibilidad de vivir de otra manera, ya que a los judíos de Venecia no les estaba permitido comerciar ni fabricar nada. A su vez, para el judío era conveniente trabajar con el capital en dinero, ya que siempre existía la posibilidad de una expulsión o la necesidad de escaparse por pertenecer a una minoría que solía ser perseguida, por lo que era más fácil trasladarse con sus ahorros que tener que abandonar propiedades o comercios y arruinarse económicamente al partir.

Es por estas razones que cabe afirmar que no son igualmente culpables de racismo Shylock y Antonio, los judíos y los venecianos, ya que el orden que rige en Venecia es esencialmente asimétrico y jerárquico, perjudica a los primeros y beneficia a los segundos. En este contexto, el reclamo de Shylock exige una redefinición de los lugares que cada grupo ocupa, por medio de un pedido de igualdad que no solo no es respondido, sino que es desestimado por las mismas razones que lo provocan: que los judíos no comparten el estatus de los cristianos y que, al no ser ciudadanos no tienen derecho a reclamar justicia en la ciudad que los acepta bajo las mismas condiciones por las que luego los margina. La sociedad veneciana incorpora al prestamista como parte de la dinámica económica que permite el crecimiento comercial de la ciudad –y los que piden prestado con usura legitiman su práctica y su función social– pero luego lo marginan, lo desprecian y le asignan un estatus de inferioridad legal por el cual no es considerado un ciudadano ,sino un extranjero.

Imposible no ver la problemática profundamente actual que reside en la pretendida comedia escrita por el dramaturgo inglés y la vigencia de la denuncia de Shylock que exhibe a las minorías oprimidas como la suya, que siempre se esconden detrás de la hipocresía y los discursos de los grupos de poder.


Bibliografía

  • Freud, S. “El motivo de la elección del cofre”, Obras completas. T. XII, Buenos Aires, Amorrortu editores, 1990.
  • Gamerro, Carlos, “Judíos, gays y tilingos”, RADAR. Página 12, Buenos Aires, 20 de noviembre, 2005.
  • Girard, René, Shakespeare: los fuegos de la envidia, Barcelona, Anagrama, 1995.
  • Halac, Ricardo, “Shylock, un marginal”, Diario La Nación, Buenos Aires, 10 de diciembre, 1999.
  • Knorr, Patricia,“Teatro y filosofía: una mirada política del conflicto teatral”, Actas del I Congreso Internacional de Filosofía y Educación en Nuestra América, UNCUYO, Mendoza, 2009.
  • Lings, Martin, Shakespeare. Vida y obra, Navarra, RBA, 2003.
  • Resnick, Salomón, Cinco ensayos sobre temas judíos, Buenos Aires, Editorial Judaica, 1943.
  • Rinesi, Eduardo, Las máscaras de Jano: el drama en la historia, Buenos Aires, Ed. Gorla, 2009.
  • Shakespeare, William, El Mercader de Venecia, en Obras Completas, Madrid, Ed. Aguilar, 1951.
  • Shapiro, James, Shakespeare and the jews, Nueva York, Columbia University Press, 1996.

Notas

i Resnick, Salomón, Cinco ensayos sobre temas judíos, Buenos Aires, Editorial Judaica, 1943, p. 115
ii Girard, René, Shakespeare: los fuegos de la envidia, Barcelona, Anagrama, 1995, p. 315.
iii Girard, Op. Cit. p. 313.
iv Girard, Op. Cit. p. 312.
v Rinesi, Op.Cit, p. 21.
vi Girard, Op. Cit. p. 314.
vii Rinesi, Op.Cit. p.35.

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