Raúl Larra en su centenario: una apuesta al futuro | Centro Cultural de la Cooperación

Raúl Larra en su centenario: una apuesta al futuro

Autor/es: Juan Ruy Cosin

Sección: Palos y Piedras

Edición: 20


¿Qué mirada ofrecer de un personaje público, desde el punto de vista de uno de sus nietos?

Tengo que confesar que escuché y leí sobre mi abuelo, y también lo leí a él, quizás más de lo que llegué a conocerlo en persona. En todo caso, ambas cosas se mezclan mucho.

Y con esas lecturas, esas voces, y las imágenes de mis recuerdos es que trazo el mapa de quién fue, para mí, Raúl. Un mapa con muchas zonas de sombras. Y tal vez sea mejor así, porque la penumbra, sabemos, nos invita a completar con la imaginación.

Esa es la mirada posible. Desde aquí, Raúl Larra ya no un personaje público, sino un personaje mítico, visto desde su nieto, que no es un hombre, sino un niño.

Voy a compartir una anécdota, una imagen, y un pensamiento.

Primero, la anécdota: Verano en la costa. Noche. Vacaciones familiares. Mamá, papá, hija, hijo (unos nenes), Abuelo. Mamá y papá salen a divertirse, dejan a hijo e hija al cuidado del abuelo. Chau, chau, pórtense bien. A los pocos minutos, hijo o hija llaman al abuelo. No está con ellos, y tampoco hay respuesta. Lo buscan en la cocina, en los baños de la casa. Nada. Vuelven a llamarlo con un grito, nada. El abuelo desapareció. Hijo, menor que hija, llora. Hija trata de tranquilizar de alguna forma a su hermano, escondiendo ella misma su angustia. Entonces se escuchan los lamentos. No son lamentos de dolor, son lamentos de risa, como el conocido “¡Buuuh!” que hacen los fantasmas de dibujo animado. Hijo e Hija siguen el ruido…encuentran a l abuelo, escondido en el armario de una de las habitaciones, casi llorando de risa por el susto que les dio a sus nietos.

Seguimos con la imagen:

La casa de Raúl. Una casa que albergaba más libros que motas de polvo. Esa noche me quedé a dormir. Vivía como una aventura pasar la noche en esa casa, lejos de mis padres. Para mí la noche estaba llena de miedos, así que antes de irme a dormir y con cierta angustia fui a darle un beso de buenas noches a mi abuelo. Cuando me asomé al marco de la puerta de su habitación, lo vi acostado y abriendo un libro…sé que era nuevo porque estaba encintado… justo en ese momento Raúl rompía la cinta y abría ese libro por primera vez.Él no notó mi presencia hasta que me acerqué. Esa imagen me quedó grabada sin saber por qué. Hace muy poco tiempo que creo haber descubierto el sentido. Fue la forma, la actitud con la que Raúl rompía esa cinta. La premura. La urgencia. El gusto y el placer. Casi no era de alguien que se apresta a leer… sino alguien que con mucha hambre, abre la vianda que guarda una comida exquisita. Al recordar ese momento, casi, casi, puedo adivinar que mi abuelo se estaba relamiendo.

Para terminar, algunos pensamientos:

Raúl tuvo tres nietos: Lisandro, María Cielo y yo. A cada uno, le dedicó un libro. A Lisandro, su novela El uturunco estaba entre nosotros, y la dedicatoria reza: "A Lisandro, que viajará a la Luna"... A María Cielo está dedicado La conspiración del gran bonete: "A María Cielo, la nueva alegría". A mi me tocó el ensayo Con pelos y señales. Y dice la dedicatoria: "A Juan Ruy, el pebete que verá por mi el nuevo siglo". Cada una de estas dedicatorias me conmueve muchísimo. Quizás sea el lazo familiar. Pero creo adivinar que hay algo más flotando por allí… Pienso en el nombre que Raúl eligió para su sello: Editorial Futuro.

Entonces lo sé: lo que me conmueve es la esperanza. La esperanza en el progreso. Como Raúl imaginó que sería el futuro que él no llegaría a ver. La idea de que el porvenir de los tiempos sería fascinante. Y mejor, para todos. Raúl fue un luchador y un admirador de los que él consideraba gente de acción, por la consecución de un mejor futuro. La victoria parece asomar, como el sol.

Hoy, el sentimiento es que el mundo no avanza hacia un progreso luminoso, sino, en todo caso, a un desarrollo oscuro… Seguimos luchando, pero no alcanza para torcer un rumbo, que parece avanzar implacable a un duro desenlace para la vida en la tierra. Y razones evidentes, no nos faltan, y no creo que sea necesario ponernos a enumerar… En nuestra época, las grandes utopías se han vuelto imposibles.

Este es el contraste que siento, al leer las dedicatorias de Raúl a sus nietos… Es una de las piedras angulares que nos marca el cambio de época. Todos somos hijos de nuestra época. ¿A dónde se fue la esperanza en el progreso? Seguramente la tenemos… Aunque bien escondida, porque cuando la mostramos demasiado, alguien viene a tildarla de tontamente optimista…si no, nosotros mismos…

Cuando encontramos las esperanzas de nuestros ancestros, es una forma de recordarnos que tenemos que seguir luchando. Las ideas, los puntos de vista, la época habrán cambiado… y seguirán cambiando. En algún lugar reside la fuerza para que persistamos en el deseo de dejar a los que vienen, un futuro en que el que sea fascinante vivir.

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