Ucrania y Crimea: la pelea por el gas | Centro Cultural de la Cooperación

Ucrania y Crimea: la pelea por el gas

05/04/2014

Por Nicolas Gutman


La península de Crimea y la ciudad de Sebastopol ya son parte de la Federación Rusa, en tanto Ucrania suscribió un acuerdo de asociación con la Unión Europea. El próximo 25 de mayo habrá elecciones en Ucrania, y a partir de ahí seguramente se sucederán con rapidez nuevos movimientos geopolíticos, con ese déjà-vu de la Guerra Fría en que se convirtió la disputa entre Rusia y los aliados del Atlántico. Ucrania está atrapada entre los deseos de pertenecer y quedar bajo la protección de la Unión Europea, y conseguir una prosperidad económica en el club de las naciones ricas, de la misma forma en que lo han hecho países como Polonia, Hungría y República Checa entre los once países del ex bloque del Este que hoy son parte de la Unión. Rusia ve cómo las antiguas fronteras de Europa que llegaban hasta Berlín se extendieron desde las costas del Mar Negro en Rumania, justo frente a Crimea, hasta Estonia, a una hora de auto de la imperial San Petersburgo. Los ucranianos no quieren ser tratados como una república sometida al poder de Moscú, con una elite que hasta la Revolución Naranja no podía ejercer poder sin el apoyo y la supervisión rusa. A su vez, la Unión Europea coquetea incesantemente con Ucrania, ofreciendo una invitación al salón pero sin sentarse a la mesa.


El problema de incluir a Ucrania en la Unión Europea es el mismo al que se enfrentan con la inclusión de Turquía: la votación para el Parlamento Europeo se basa en la proporcionalidad del número de habitantes de cada país, y no de su peso económico y político en la Unión. Alemania, con más de 80 millones de habitantes, controla buena parte del Parlamento Europeo con sus aliados Francia, Reino Unido, Italia y España. La extensión al Este incorporó varios países de poblaciones pequeñas, excepto por Polonia, el cual mostró ser problemático en Bruselas por un buen tiempo. La inclusión de Ucrania como miembro pleno de la Unión, con más de 48 millones de habitantes, le daría un peso aún mayor que el de Polonia, y sería el quinto país con más peso en el Parlamento, con más diputados que España, Polonia u Holanda. A esto se suma que el ingreso per cápita de Ucrania, de 3866 dólares, es prácticamente igual al de Paraguay, muy lejos aún de los miembros más pobres de la Unión. Es por este motivo que la Unión Europea corteja a Ucrania desde hace años, pero la invita a entrar por la puerta trasera, con promesas de apoyo y acceso a su mercado, pero sin ser un miembro pleno, lo que deja al país en una situación militar y energética muy precaria frente a Moscú.


Ucrania no es sólo una ex república soviética más. Rus de Kiev o el Estado Ruso Antiguo en lo que hoy es la actual Ucrania, que comenzó con el reinado del príncipe Oleg en el año 882, es para Rusia el origen y la cuna de la civilización eslava, es una parte del “ser nacional” que Rusia no está dispuesta a ceder a los europeos occidentales, con Alemania al volante y el poderío norteamericano de la OTAN, justo en su patio trasero. A esta situación se suman varios factores: Ucrania es junto, con la Pampa Húmeda argentina, una de las grandes extensiones agrícolas más fértiles y productivas del mundo, tiene remanentes del arsenal nuclear militar y civil de la ex Unión Soviética: en 1986 se produjo la explosión de la planta de energía nuclear en Chernobyl, la mayor catástrofe ambiental producida por el hombre.

Para Bruselas el factor Ucrania es tener bajo control el paso del gas ruso a Europa. En el conflicto entre Rusia y Ucrania de 2009 la interrupción del suministro de gas natural por dos semanas afectó a 18 países europeos, y el precio del gas natural en el mercado spot aumentó un 40 por ciento, hasta 32 dólares por megavatio/hora. La Unión Europea importa más de la mitad de la energía que consume, y Rusia es su mayor proveedor, pero la mayor red de gasoductos hacia la Unión Europea pasa por Ucrania, y la segunda línea directamente de Rusia por el Mar Báltico. En una Europa que siente el agotamiento de una recesión que ya lleva seis años, un desgaste político y social en la periferia de la Unión, con Grecia, Portugal y España en una situación económica que se vuelve cada vez más inmanejable para Bruselas.

Ucrania es un desafío político que puede volverse explosivo. Rusia nunca dejó de honrar los contratos para la provisión de energía a Europa occidental ni aun en los momentos más candentes de la Guerra Fría, pero nunca se vio tan amenazada por Occidente desde que ganó su nuevo lugar en el mundo multipolar. La Unión Europea redobló la apuesta ofreciendo tratados similares a Moldavia y a Georgia; esta última enfrentó una guerra con Rusia en 2008 por Osetia del Sur; Rusia no está dispuesta a ser despreciada en su propia federación; Europa les suelta la mano a sus socios del sur y pide expandirse al este; todo indica que el Grupo de los 8 se reunirá sin Rusia, pasando a ser el Grupo de los 7; Bruselas considera cambiar su postura respecto de la tecnología de fracking y permitir esta tecnología dentro de sus fronteras en búsqueda de la independencia y autosuficiencia energética, y todo indica que vamos a vivir un revival de la Guerra Fría versión capitalista.

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