El catecismo político de los industriales | Centro Cultural de la Cooperación

El catecismo político de los industriales

26/06/2014

Por Ernesto Mattos

En la historia del capitalismo, el avance sobre el feudalismo fue necesario, al los incipientes comerciantes e industriales determinar el rumbo de la expansión del sistema. Es el caso de Inglaterra, Alemania y Francia. Cruzando el Atlántico aparecerá el capitalismo norteamericano y del otro lado del Pacifico el sol naciente del Japón hará lo mismo entrando en el siglo XX. Estas economías se sustentaron con la dirección central de un Estado y sociedad civil, sobre la base de la acumulación de capital proveniente del mercado interno y los sistemas coloniales.


El rol de los “fabricantes o comerciantes” siempre fue de la preocupación de los clásicos: Adam Smith (1723-1790), David Ricardo (1772-1823) y Saint Simón (1760-1825). En la obra de Smith, “Investigación sobre la Naturaleza y Causas de la Riqueza de las Naciones”, describió que el “producto anual de la tierra y del trabajo de una Nación, o lo que es lo mismo, el precio conjunto de este producto anual, se divide {…} en tres partes: la renta de la tierra, los salarios del trabajo y el beneficio del capital” y señala que se constituye con ella “la renta de tres clases de la sociedad: de la que vive de rentas, de la vive de salarios y de la que vive de beneficios. Éstas son las tres grandes clases originarias y principales de todo sociedad civilizada”.

Estos beneficios de las clases, según el autor, esta “intima e inseparablemente vinculada con el interés general de la sociedad”. Es decir, que las clases sociales se vinculan en su designio civilizatorio sobre la base de del “producto anual de la tierra y del trabajo”. Pero ¿cualquier clase social podía/puede llevar conducir la economía de la sociedad civilizada? La respuesta del autor es un “no positivo”. Para Smith, la deliberación de los poderes públicos sobre los asuntos de comercio o de administración no pueden recaer sobre los que viven de la renta de la tierra. Asimismo, descarta que los obreros puedan comprender la relación del interés como clase con el interés general de la sociedad.


Pero recordemos, está hablando en el siglo XVIII. Si bien con los obreros es categórico, no menos deja de serlo con los que viven de los beneficios del capital: “el interés de esta tercera clase no se halla tan íntimamente relacionado, como el de las otras dos, con el general de la sociedad. Los comerciantes y fabricantes son, dentro de esta clase, las dos categorías de personas que emplean, por lo común, los capitales más considerables y que, debido a su riqueza, son objeto de la mayor consideración por parte de los poderes públicos. Como toda su vida se haya ocupada en hacer planes y proyectos, gozan de una mayor acuidad mental que la mayor parte de los terratenientes”.

Pero Smith advierte que, si bien existe esta clase de fabricantes y comerciantes que tiene condiciones para la administración en los poderes públicos, también existen quienes “trafican” manufacturas o quienes tienen un interés opuestos al bien público: “el interés del comerciante consiste siempre en ampliar el mercado y restringir la competencia. La ampliación del merado suele coincidir, por regla general, con el interés del público; pero la limitación de la competencia redunda siempre en su perjuicio, y sólo sirve para que los comerciantes, al elevar sus beneficios por encima del nivel natural , impongan, en beneficio propio, una contribución absurda sobre el resto de los ciudadanos”. Concluye su Libro Primero con una afirmación categórica: “Toda proposición de una ley nueva o de un reglamento de comercio que proceda de esta clase de personas deberá analizarse siempre con la mayor desconfianza, y nunca deberá adoptarse como no sea después de un largo y minucioso examen, llevado a cabo con la atención más escrupulosa a la par que desconfiada”.

¿Por qué reflexionamos y tomamos las conclusiones del texto de Smith? Por la simplicidad. Plantear la existencia de las clases sociales y de los intereses de cada una en relación a la sociedad civilizada, al decir de los liberales. Pareciera que, en palabras de Smith, la dirección de los asuntos públicos está, por acuidad mental, en manos de los comerciantes o fabricantes. Descarta, naturalmente, a los trabajadores y a los terratenientes que viven de renta y son holgazanes(“conviene más especular con la inflación y el dólar que producir”, Luis Etchevehere – InfobaeTv) en cualquier tarea de asuntos públicos.

Cabe la advertencia sobre el rol de ciertos fabricantes o comerciantes (de ahora en más industriales, al estilo del “Catecismo político de los industriales” de Saint-Simon), ya que pueden en muchos casos imponer su interés particular a costa del general y atentar contra la sociedad civilizada. Al poner su interés particular por sobre el conjunto, se convierten, según Smith, en barbaros. En términos de Saint-Simon, la insurrección de los industriales fue necesaria para ocupar el lugar que le corresponde en la sociedad.

UCI Automtriz (1)

Las citas de los clásicos expuestas en el presente artículo nos permiten repensar el rol de los industriales en esta última década en la Argentina. Si reflexionamos en base al pensamiento de Smith, ciertos industriales en la Argentina serían incivilizados ya que ni si quiera hacen planes ni proyectos de inversión. El ejemplo del sector automotriz es claro. Tiene la utilización de la capacidad instalada industrial (UCI) al 57% (Mar-14), nivel similar al del año 2006. En 2009 la UCI-Automotriz toco el piso del 22%. Y además coincide con el comportamiento de la UCI general. Parecen terratenientes, no invirtieron en ampliar la capacidad industrial instalada ni lograron reducir los componentes importados en base a I+D. El Estado les aseguró un mercado interno y espacios en el Mercosur. Luego de años de crecimiento económico se apropiaron de la actualización de los salarios y protección por parte del Estado para su beneficio sectorial y ponen todo el peso de la desaceleración económico sobre los trabajadores. Y ni siquiera se han insurreccionado ante el poder terrateniente y trasnacional sino que han acordado la no inversión y vivir a cuesta de las mejoras de los trabajadores

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