FESTIMURAL POR MANOLO DIEGUEZ | Centro Cultural de la Cooperación

FESTIMURAL POR MANOLO DIEGUEZ

07/11/2017

FESTIMURAL POR MANOLO DIEGUEZ 

Realizado por la Asamblea de docentes del Distrito Escolar 8 el Sábado 28 de 0ctubre

Empezamos el año viéndonos en las movilizaciones en el marco de la lucha docente. Como siempre contamos, en algún rato de la jornada escolar, nos buscamos para compartir experiencias en las aulas de diferentes escuelas. Pensamos juntxs qué proponer para actos escolares, compartimos materiales, mates y charlas. En uno de esos encuentros una compañera contó que en nuestro distrito hubo un maestro que fue detenido desaparecido durante la última dictadura cívico militar. Arrancamos reconstruyendo su historia, buscando fechas, lugares y amistades de José Manuel Diéguez, "Manolo"para lxs amigxs.

Así empezamos a pensar en quién era Manolo, en cómo habrá sido su trabajo en una de las escuelas de la esquina de Cachimayo y Saraza. Pensamos buscar pedacitos de su identidad para reconstruirla y homenajearla juntxs. 

Llegamos a la idea de pintar este mural, pensando que por estas calles del distrito caminó Manolo con sus deseos, con sus miradas, con sus sueños. Pensamos en quién fue Manolo, en su historia pero también nos preguntamos sobre nuestra identidad individual y colectiva.

Nos pensamos a nosotrxs mismxs, maestrxs, caminando juntxs las mismas calles.

Nos preguntamos qué es la memoria y cómo hacer para tenerla siempre presente, viva y andante. Por todo esto, lxs invitamos a levantar los pinceles y construir juntxs caminos para la Memoria, verdad y justicia



 

Palabras para Manolo...

“Pedacitos de recuerdos”.

Un día le pregunté a lxs chicxs de quinto grado qué significaba para ellxs la palabra MEMORIA. Juan Diego me dijo: Maestra, recordar es cuando a ti te pasa algo, entonces te lo quedas en la cabeza y luego lo cuentas. Eso es un recuerdo. Entonces cuentas el recuerdo y no te lo olvidas. Y la memoria son todos pedacitos de recuerdos.

Desde la escuela, cada año, nos proponemos trayectos que nos ayuden a descubrir junto a lxs niñxs cómo se transmite la memoria social y familiar. Seguramente cada unx de nosotrxs atravesó diferentes caminos para tejer con imágenes el sentido de esos tres grandes términos que repetimos cada 24 de marzo: memoria, verdad y justicia. 

Este año fue al revés de todos los demás. Caminando nos encontramos con una historia. Nuestra escuela queda en la calle Cachimayo al 1600. Sobre la misma calle pero en la otra cuadra queda la escuela nº 23. No recordamos si fue por esas veredas que enlazan ambos edificios o si fue en algunas de las marchas que compartimos con la Asamblea de docentes del distrito octavo, pero fue en el camino que nuestras compañeras de “la 23” nos compartieron este primer hilo de historia (aunque el calendario se ahorre los días de encuentro entre maestrxs, nosotrxs sabemos hacer de un viaje en subte, de una marcha, de un encuentro en la vereda, un espacio para compartir experiencias). Ellas habían estado indagando sobre maestrxs desaparecidxs en el distrito -específicamente en su escuela- y se encontraron con el archivo de José Manuel Diéguez, un maestro que fue secuestrado en 1977 por la dictadura militar. Ese maestro trabajaba en la escuela 10. Las maestras de la 23 nos compartieron esta historia y nosotrxs, a partir de ese pedacito comenzamos a armar memoria. 

Junto a lxs chicxs de quinto grado empezamos a trabajar sobre el eje de Escuela, niñez y dictadura. Leímos testimonios de niñxs cuyas familias habían sido secuestradas y desaparecidas por la última dictadura cívico-militar. Indagamos cómo los medios de comunicación no contaban nada o modificaban los hechos para avalar los crímenes de la dictadura. Leímos los cuentos que se prohibían en las escuelas. Leímos relatos de docentes que resistían a esas prohibiciones, reescribiendo esos cuentos en un cuaderno, cambiándoles el título, traspapelándolos entre hojas de historia, física o geografía. Todos recuerdos de escuelas, todo un mundo para reconstruir. 

De repente, como de una planta crecen cuadernos, de nuestros ojos crecieron preguntas: ¿Qué pasaba en la escuela cuando había maestrxs desaparecidxs? ¿Qué hacían sus compañerxs? ¿Lxs buscaban? ¿Y lxs niñxs? ¿Extrañaban a su maestrx?

No las pudimos responder todas, pero sí trabajamos sobre algunas. Cuando un maestro ingresa a una escuela nueva eso queda grabado en el registro de personal. Son unos libracos que llevan anotada la fecha de ingreso de cada docente y su cese -el último día que trabajamos. Con lxs chicxs buscamos el registro de personal de la escuela 10 del año 1977. Allí encontramos el nombre del maestro Diéguez. Se llamaba José Manuel, entró a trabajar a la escuela en 1976 para realizar una suplencia en cuarto grado. El día 29 de marzo de 1977 su ausencia se empieza a notar en los casilleros vacíos del registro. Los cinco días siguientes también están vacíos. Sobre los casilleros de los días de abril una línea azul se extiende añeja. Ocurre que cuando lxs maestrxs tienen cinco faltas sin justificar se los deja cesantes. A Diéguez, le dieron el cese un 4 de abril de 1977. Por el archivo del Parque de la Memoria sabemos que lo secuestraron un 28 de marzo. Desde el centro del aula se escucha la afirmación suave de Brisa: “Entonces por eso no volvió a la escuela”. 

Gracias a ese archivo también sabemos que además de maestro era estudiante universitario y que era militante de la Juventud Universitaria Peronista. Porque un archivo de memoria es parecido a eso que dice Juan Diego, un lugar donde buscar pedacitos de recuerdos. 


Lxs chicxs de sexto y séptimo que habían estado pensando sobre la idea de resistencia durante la dictadura armaron junto a sus profes una placa para Diéguez: sobre el fondo negro de una tabla de madera un montón de pedazos pequeñitos de azulejos blancos se juntan para formar el guardapolvo del maestro. Abajo, sobre un costado, la foto de José Manuel. ¿Y qué son esos fragmentos que tejen el guardapolvo azulejado? Un conjunto de respuestas se van ovillando entre lxs chicxs de quinto: “son sus sueños, son sus deseos, son las fotos de la familia, son sus alumnxs que lo extrañan tanto”. Son recuerdos que se gritan desde esa placa para que la escuela no se olvide del maestro. 

En día del acto, unx de lxs profes contó una historia sobre una vasija y un alfarero, sobre un mar y unos ojos que se nublan. El relato se llama Ventanas sobre la memoria y habla de los pedacitos de vasija del alfarero viejo que al retirarse deja como sedimento en la arcilla del nuevo alfarero. ¿Y qué son esos fragmentos? Son pedacitos de recuerdos que se cuentan en arcilla o en palabras para no olvidarnos de nuestra historia, para no falsearla o llenarla de huecos. Son fragmentos de resistencia, un acto de aparición que nos ayuda a seguir recordando para buscar justicia. 

De buscar se trata, de unir cada fragmento. Con lxs maestrxs de la asamblea del octavo no nos quedamos quietxs, seguimos buscando. Fue así que nos contactamos con el archivo de la Facultad de Filosofía en dónde nos dijeron que José Manuel estudiaba historia. También, con lxs maestrxs de la escuela 10, preguntamos por el cuaderno de actuación de Diéguez, sabíamos que en algún lado tenía que estar el cuaderno que tenemos todxs lxs maestrxs, aquel en el cual aparecen recuerdos de nuestras planificaciones, de nuestros proyectos, de nuestra experiencia en cada escuela, en cada aula. En el fondo de una caja, la seño de séptimo encontró el cuaderno, estaba ahí con sus hojitas añejas buscando hablar, contar algo más del maestro. Por el cuaderno supimos que José Manuel era un gran compañero, que tenía linda voz y se preocupaba porque lxs alumnxs trabajen con amabilidad. También nos enteramos que lo retaban por fumar en la escuela y que no le gustaba corregir las “faltas de ortografía”. 



Otrxs compañerxs fueron al lugar en el cual Diéguez había estudiado para ser maestro, “el Acosta”. Allí se encontraron con un montón de páginas en las que estaba escrita la historia de Diéguez: sus notas, su certificado de estudios, pero lo más importante es que allí también encontraron una compañera: Celia. 

Celia fue compañera y amiga de Diéguez durante los años de profesorado. Gracias a ella sabemos que José Manuel es “Manolo” porque así lo llamaban sus amigxs y así les gusta recordarlo. Celia fue la encargada, durante todo este tiempo, de colocar los recordatorios de Manolo en el diario Página 12 porque ella también busca tejer recuerdos y construir una memoria colectiva tan grande que nos abrigue. La amistad se trata de eso, de abrazar pequeñas victorias cuando la tormenta pretende arrasar con todo. 

La semana pasada, suspendimos el festival porque nos enteramos de la aparición del cuerpo de Santiago Maldonado. La intemperie se nos hizo carne pero aún así quisimos salir a la calle porque todavía ahí afuera había algo de cobijo. Y eran nuestras voces que, una vez más, gritaban por Santiago, porque nos falta injustamente, porque nos falta y no vamos a dejar de exigir Justicia. 

Como escuela, como asamblea, como integrantes de la comunidad educativa del barrio, tenemos adelante la tarea de seguir construyendo una memoria colectiva, de juntar nuestras voces en un grito que nos ampare, que se escuche en las aulas, en las escuelas, en las calles del barrio, que se escriba en las paredes, un grito que diga que no nos reconciliamos, que no olvidamos y vamos a seguir luchando por todxs aquellxs que nos faltan injustamente.

Por los 30.000 compañerxs detenidxs desaparecidxs, por Manolo, por Santiago, decimos: ¡NUNCA MÁS!

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