Los caminos de “Un objeto pequeño”, de Ana Vidal | Centro Cultural de la Cooperación

Los caminos de “Un objeto pequeño”, de Ana Vidal

15/10/2013

Los caminos de “Un objeto pequeño”

“Un objeto pequeño” es un punto en una historia que comenzó hace ya casi cuatro décadas, cuando los tres hijos de María Salomón y Asad Aiub, nacidos y criados en el seno de una familia de clase media de Coronel Dorrego, decidieron volcarse a la militancia política dentro de la tendencia revolucionaria del peronismo.

En el año 1977, mientras vivían en la cuidad de La Plata, los tres fueron víctimas junto a sus familias del terror estatal desatado para acallar el importante movimiento contestatario surgido en la Argentina después del Cordobazo. Dos de ellos padecieron la desaparición forzada, y la tercera fue asesinada en su casa junto a su compañero y su hijo. No escapó de la máquina represiva la madre, María Salomón, secuestrada en Coronel Dorrego, torturada y liberada varias semanas más tarde.

La serie de obras que compone “Un objeto pequeño”, elaborada en el año 2008, intenta contar la historia de esta familia. Pero la génesis de este trabajo se halla en un proyecto previo del año 2003, en el que Graciela San Román, vuelta a su Dorrego natal, encaró un trabajo nunca antes realizado: el recuerdo público de los dorreguenses que habían sido víctima del mecanismo de desaparición sistemática de personas entre 1976 y 1983.

Ya desde aquella muestra inicial llamada “Ando pidiendo verte”, las palabras de Laura Forchetti se hicieron presentes para completar el trabajo de rememoración sobre las vidas de Carlitos Colonna, Carlos Aiub, Ricardo Aiub y Marita Aiub.

En este pueblo de 10.000 habitantes, ubicado en la pampa bonaerense, a 600 kilómetros al sur de la Capital Federal, aquella exposición compuesta mayormente de objetos pertenecientes a las víctimas fue un surco abierto por primera vez en una tierra apisonada por años de un silencio que, a diferencia de lo sucedido en distintas etapas en los grandes centros urbanos del país, nunca antes había sido interrumpido.

Fruto de aquel primer trabajo, la palabra habilitada sobre las vidas de las víctimas hizo visible y particularmente inquietante la historia de María Salomón. Entre todas las vidas, la de María interpeló directamente a Graciela y Laura: como vecinas de Coronel Dorrego, ellas mismas la habían visto ir y venir en el pueblo, rodeada del espectro de preguntas que la seguían a todos lados y que nadie le hacía: las que hablaban de sus hijos, su secuestro, las marcas de su cuerpo, sus nietos siempre de la mano, sin padres.

Las interpelaba ante todo, esa mordaza social que hizo que nadie diera la voz para que María hablara de eso que se sabía –porque en un pueblo todo se sabe, y se dice- pero de lo que nadie se atrevía a preguntar.

Al silencio cómplice de las instituciones y de los poderes del Estado se sumó el silencio temeroso de los más cercanos, de las amigas que en cada reunión se limitaron a “no hablar de los hijos de ninguna”, para no tocar el tema tan doloroso de la desaparición. Este silencio fue la forma que ellas supieron darle a la comprensión y el acompañamiento, en un contexto como el de esta pequeña comunidad bonaerense, signado por el miedo y carente de marcos de referencia para dar cabida a otras palabras y otros modos de acción.

Con “Un objeto pequeño” Graciela y Laura, retomaron la traza de aquella interpelación y se pusieron a ensamblar palabras, telas, maderas, perlas e hilos y para intentar dar voz a quien no la había tenido.

Poesías y objetos trabajaron entonces con el límite entre dos posiciones: María Salomón en el pueblo, rodeada de miradas y de silencios que no pudieron y en otros casos no quisieron alcanzar la dimensión de su dolor. Y María Salomón en su cuerpo, en las huellas que en él dejó la ausencia de sus hijos, los tres, que regresaban en el acto de soñar, al bordar, al cocinar, en la mano pequeña de sus nietos y en la enfermedad que terminó con la vida de María en 1985, cuando supo que ya no había nada que esperar.

En el límite, habitaban las siluetas, los cuerpos frágiles, sutiles como espectros, transparentes a medio camino entre la vida y la muerte, desaparecidos como los hijos, la madre y la propia historia.

El espacio inicial de presentación de “Un objeto pequeño”, así como el de edición del libro que registró esta obra, no fue Coronel Dorrego sino Bahía Blanca, cuidad en la que Graciela vive actualmente y en la que Laura vivió y realizó varios trabajos.

Bahía, núcleo ferroportuario, fortín militar y enclave católico, difícil territorio para las luchas por la memoria, estaba comenzando a vivir, en aquel año de 2008, un nuevo ciclo en la rememoración de la represión, producto de la lucha de los que nunca olvidaron y también, de las políticas impulsadas por el Estado Nacional desde 2003 en adelante.

En este contexto, no fue un dato menor que las salas del hall central de la centenaria y central Biblioteca Popular Bernardino Rivadavia, que nunca antes habían dado lugar al pasado reciente, se abrieran para presentar, con “Un objeto pequeño”, por primera vez las historias de la represión de los años setenta.

A partir de aquí, muestra y libro se presentaron primero en Coronel Dorrego y luego en diferentes espacios, en su mayoría, pertenecientes a localidades de dimensiones medias, como Tres Arroyos, Punta Alta, Viedma, Puerto Madryn. En cada lugar, esta historia de pueblo resonó con una impronta particular, y seguramente, habilitó primeras e imprescindibles palabras.

Ana Vidal, Sierra de la Ventana, Septiembre de 2013.

Compartir en

Añadir nuevo comentario

Image CAPTCHA