Exordio América Profunda (1962) | Centro Cultural de la Cooperación

Exordio América Profunda (1962)

16/11/2012

Rodolfo Kusch

(Fragmento)

Este libro pudo haber sido terminado hace muchos años, pero le faltaba el fundamento o, mejor, la definición exacta de lo americano en su dimensión humana, social y ética. Era ésta una exigencia que había quedado en pié en mi primer libro, La seducción de la barbarie (1953), donde había analizado lo americano a partir de una intuición del paisaje. Numerosos viajes al altiplano y la investigación sobre religión precolombina, limitada a las zonas quechua y aymará, me dieron la pauta de que había hallado probablemente las categorías de un pensar americano.

De ahí, entonces, este libro que surge de la firme convicción sobre la continuidad del pasado americano en el presente, aun cuando éste se halle poblado por nuestros buenos inmigrantes. También ellos tienen su parte en esta continuidad. Y he tratado de explicarla no a la manera de nuestros profesionales de la historia, la política, la filosofía, ni los novísimos de la sociología –quienes parecen esgrimir su ciencia a manera de exorcismo, antes bien para no ver a América que para verla- ni de los pecaminosos especuladores a lo Toynbee, que menosprecian al pobre “homo atomicus” sólo para hacer el juego a una ciudadanía presuntuosa y falsamente heroica; sino que quería hacerlo al modo antiguo, sondeando en el hombre mismo sus vivencias inconfesadas, a fin de encontrar en los rincones oscuros del alma la configuración de que estamos comprometidos con América en una medida mucho mayor de lo que creíamos.

Y valía la pena. No lo digo por la calidad de la interpretación aquí aventurada, porque ésta correrá por cuenta de unos pocos lectores, a quienes interesará realmente encontrar esa continuidad –los más preferirán no verla y es probable que los irrite saber que alguien pudo intentar esa aventura-, sino más bien porque el estudio del problema me ha llevado a remover estructuras ignoradas por nuestros investigadores universitarios. Indudablemente, se trata de una aventura que está al margen de nuestra cultura oficial. El pensamiento como pura intuición implica, aquí en Sudamérica, una libertad que no estamos dispuestos a asumir. Cuidamos excesivamente la pulcritud de nuestro atuendo universitario y nos da vergüenza llevar a cabo una actividad que requiere forzosamente una verdad interior y una constante confesión.

En América, ya lo dije en mi primer libro, se plantea ante todo un problema de integridad mental y la solución consiste en retomar el antiguo mundo para ganar la salud. Si no se hace así, el antiguo mundo continuará siendo autónomo y, por lo tanto, será una fuente de traumas para nuestra vida psíquica y social.

Para conseguir ese fin, me basé en algunos aportes realmente importantes –como los trabajos de José Imbelloni, José María Arguedas, Luis Valcárcel y algunos otros más- que me ayudaron a encontrar un sentido en el mundo precolombino y en el americano actual. Fue así como llegué a lo que el mismo Toynbee llama viracochaísmo. Desde este ángulo, y tomando en cuenta el concepto de estructura en el terreno de la filosofía de la cultura, me pareció encontrar las bases para una dialéctica americana. Al menos podía establecer de esta manera conceptos flexibles que facilitaban la posibilidad de fijar el sentido de América.

Pero no hay labor más eficaz, para dar solidez a esta búsqueda de lo americano, que la del viaje y la investigación en el mismo terreno. Desde un primer momento pensé que no se trataba de hurgarlo todo en el gabinete sino de recoger el material viviente en las andanzas por las tierras de América, y comer junto a su gente, participar de sus fiestas y sondear su pasado en los yacimientos arqueológicos, y también debía tomar en cuenta ese pensar natural que se recoge en las calles y en los barrios de la gran ciudad. Sólo así se gana firmeza en la difícil tarea de asegurar un fundamento para pensar lo americano.

La intuición que bosquejo aquí oscila entre dos extremos. Uno es el que llamo el ser, o ser alguien, y que descubro en la actividad burguesa de la Europa del siglo XVI y, el otro, el estar, o estar aquí, que considero como una modalidad profunda de la cultura precolombina y que trato de sonsacar a la crónica del indio San Cruz Pachacuti. Ambos son dos raíces profundas de nuestra mente mestiza –de la que participamos blancos y pardos- y que se da en la cultura, en la política, en la sociedad y en la psique de nuestro ámbito.

De la conjunción del ser y del estar durante el Descubrimiento surge la fagocitación que constituye el concepto resultante de aquellos dos y que explica ese proceso negativo de nuestra actividad como ciudadanos de países supuestamente civilizados. Como es natural, todo esto deriva finalmente en una sabiduría, como saber de vida, que alienta en el subsuelo social y en el inconciente nuestro y que se opone a todo nuestro quehacer intelectual y político. El calificativo hediento, que esgrimo a veces, se refiere a un prejuicio propio de nuestras minorías y nuestra clase media, que suelen ver lo americano, tomado desde sus raíces, como lo nauseabundo, aunque diste mucho de ser así. Evidentemente, tuve la deliberada intención de mostrar el hondo sentido positivo que tiene ese presunto hedor.

Rodolfo Kusch (1922-1979)

Filósofo argentino que elaboró una serie de reflexiones críticas hacia el interior del ámbito académico y de la filosofía occidental. A través de su extensa producción teórica intentó dar con categorías propias comprometidas con otros modos de pensar desde América. Entre algunos de sus escritos más importantes se encuentra La seducción de la barbarie (1953); escritos sobre arte como “Anotaciones para una estética de lo americano” (1955); “Maldoror, monstruo americano” (1956) y “Planteo de un arte americano” éste último publicado en Estar, Boletín de Arte Americano (1959); además de sus obras de teatro como “Tango”, “Credo Rante”, “La muerte del Chacho” y “La leyenda de Juan Moreira” (1958-60). Publicaciones como “La superficialidad y lo profundo en Martínez Estrada” en la revista Contorno (1954) dirigida por Ismael Viñas y David Viñas; y “El hedor de América” en la revista Dimensión (1961) que dirigía Francisco René Santucho. Su libro fundacional donde esgrime la categoría del estar-siendo y la fagocitación: América Profunda (1962); Indios, porteños y dioses (1966) y De la mala vida porteña (1966); El pensamiento indígena y popular en América (1970). A principios de los años setenta su compromiso por América lo lleva a alcanzar la práctica política y militante en proyectos como Waykhuli y Maimará. Y posteriormente publica La negación en el pensamiento popular (1975); Geocultura del hombre americano (1976) y Esbozo de una antropología filosófica Americana (1978).

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